La inversión de impacto se conjura: un billón de euros para “reinventar el capitalismo”
Este movimiento moviliza ya más de un billón de euros y los fondos crecieron un 58% en España el año pasado
¿Qué hacen juntos en Málaga el presidente de Iberdrola, representantes de algunas de las fundaciones más potentes del mundo, activistas africanos, delegados de los grandes bancos de desarrollo, el consejero delegado de CaixaBank y hasta un Sir británico? Reinventar el capitalismo. Ni más ni menos. La ciudad andaluza acoge desde el lunes al mayor foro de inversión de impacto del mundo, con casi 1.000 participantes provenientes de 69 países. ¿Su objetivo? Canalizar inversiones públicas y privadas para proyectos que tengan un impacto positivo sobre la sociedad y el medioambiente. Este tipo de iniciativas suma ya más de un billón de euros de dinero movilizado para proyectos, de los que 80.000 millones proceden de Europa y algo más de 3.000 millones de España.
El organizador del evento es GSG, una organización fundada en 2015 por Sir Ronald Cohen en el ámbito del G7 para impulsar aquellas inversiones con propósito que pretenden beneficiar a las personas y al planeta. Se trataba de dar un paso más allá de la filantropía: en lugar de aportar dinero a fondo perdido, buscaban avanzar hacia inversiones que, además de tener un retorno financiero, tuvieran un impacto social mensurable.
Esta tarea reúne a una enorme variedad de agentes. Por un lado, los bancos y organismos internacionales de desarrollo, como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el KfW alemán, el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (Feder), agencias de cooperación (como la española Aecid) o figuras híbridas como Cofides alma mater de la inversión de impacto en España. Esta última entidad tiene presencia en su capital de dinero público y privado, puesto que BBVA, Banco Santander y Banco Sabadell controlan el 47% del accionariado.
Hasta aquí, la parte pública, pero la vocación de la inversión de impacto es aunar esfuerzos con el sector privado. Buscar a instituciones (desde órdenes religiosas a fundaciones, pasando por planes de pensiones y aseguradoras) y a clientes de banca privada, que quieran tener una parte de su patrimonio financiero invertido en este tipo de proyectos. El destino final del dinero puede ir desde la financiación a pequeñas cooperativas de campesinos en Bolivia a desarrollar parques fotovoltaicos en África, pasando por el apoyo para proyectos de la Fundación ONCE y su grupo de empresas Ilunión.
El GSG Global Impact Summit 2023 se celebra en el Palacio de Congresos de Málaga, a las afueras de la ciudad. El evento es hormigueo de representantes de todo el ecosistema. Una gran red de contactos donde agencias, organismos públicos, bancos y gestoras de activos buscan con quién asociarse para el próximo proyecto o cuáles son las mejores prácticas de otros países.
La representación española en el GSG es una asociación denominada SpainNAB, que reúne a todas las entidades interesadas en este tipo de inversiones. Su presidente es Juan Bernal, que también es el máximo responsable de la mayor gestora de fondos de inversión de España -CaixaBank AM, con más de 80.000 millones de euros de activos bajo gestión-. Poca broma. Bernal es un ferviente defensor del potencial transformador de este tipo de iniciativas. “La inversión de impacto es una pieza fundamental para reajustar el capitalismo. No se trata de destruirlo, sino de reinventarlo”, explica en una rueda de prensa con algunos de los principales actores del sector.
A su lado, se sienta María Laura ‘Malula’ Tinelli, una emprendedora argentina que dirige la firma Acrux Partners desde Londres y es patrona del GSG. “El desarrollo de la inversión de impacto en los últimos años ha sido espectacular”, comenta. A su juicio, el gran desafío del sector es ahora seguir captando más capital -”para que el billón gestionado se convierta en varios billones”-, apostar cada vez más por la transparencia y tratar de desarrollar todo un ecosistema de la economía del impacto, que no se limite únicamente a unos inversores y a unos receptores de fondos.
La forma de articular las inversiones, de que acaben llegando a las empresas o asociaciones adecuadas, es muchas veces un encaje de bolillos. Un buen ejemplo es el fondo Huruma, impulsado por Cofides y comercializado por CaixaBank. En este producto, que ofrece un retorno de entre el 7% y el 9% anual, Cofides diseña el producto y aporta un millón de euros, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid) pondrá otros 20 millones de euros a través de Fonprode, la Unión Europea aporta otros 10 millones de euros para asumir las primeras pérdidas y, después, CaixaBank levantó otros 90 millones entre clientes (125.000 euros de inversión mínima).
Miguel Tiana, director general de Cofides, apunta que el fondo Huruma “es un excepcional ejemplo de cómo el dinero público puede actuar de catalizador para atraer inversiones privadas y aumentar la potencia de fuego de cada instrumento”.
El año pasado, la inversión en impacto movilizó en España 1.208 millones de euros, un 58% más que el año anterior, según explica José Luis Ruiz de Munian, director general de SpainNAB. Si a esos fondos se suma el dinero de financiación bancaria de impacto (con entidades como Triodos Bank, Fiare o Cajamar), la cifra roza los 3.000 millones de euros. Y esto es solo el principio.
El presidente de Cofides, José Luis Curbelo, ha detallado ante el plenario del GSS reunido en Málaga, que el Gobierno ha creado el Fondo de Impacto Social (FIS), dotado con 400 millones de euros procedentes de la Unión Europea, para invertir en empresas y proyectos que refuercen el emprendimiento y la economía social en España. De acuerdo con los plazos marcados por Bruselas, para 2026 tendrá que estar invertido este dinero (ya sea con inversiones en capital o con préstamos). Para ejecutar el proyecto, Cofides se apoyará en el creciente ecosistema de gestoras de activos con enfoque de impacto, como Gawa Capital (encargada del fondo Huruma), Impact Bridge (que gestiona un fondo de 150 millones creado con Microbank y el Fondo Europeo de Inversiones) o Global Social Impact.
Además, el fondo FIS tiene un esquema de refinanciación. El dinero no hay que devolverlo a la Unión Europea hasta dentro de 40 años, por lo que las inversiones que se vayan recuperando, se pueden ir redestinando a otros cometidos.
El papel de la banca
Uno de los participantes en el evento fue Jorge Rubio, director global de inversión social de Citi. El ejecutivo explicó que en la firma ya gestiónan más de 3.000 millones de dólares en este tipo de inversiones. También señaló que es muy importante a la hora de ser efectivos conseguir una escala mínima.
Además, Rubio aplaudió el esfuerzo que se está haciendo por parte de la Comisión Europeoa para tratar de sacar adelante una taxonomía que permita definir con claridad qué es la inversión de impacto.
El directivo también pidió que se evalúe con mucho cuidado a qué tipo de proyectos se destinan las inversiones. “Como dijo ayer [por el lunes] Martin Woolf en la jornada inaugural, no puedes acometer los cambios sin tener claro qué es lo que quieres cambiar”. En el caso de Citi, mencionó proyectos específicos para mejorar el acceso a la vivienda, al agua corriente y la mejora de sistemas de saneamientos, como algunas de las principales prioridades.
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