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¿Se están volviendo los mercados y las empresas más resistentes a las crisis geopolíticas?

Los expertos observan que en la última década el elevado nivel de conflictos internacionales ha empujado a las empresas y a los inversores a repensar sus estrategias, logrando que se construyan modelos más resilientes que puedan enfrentar guerras comerciales y conflictos armados, pero también crisis climáticas o sanitarias

Luis Alberto Peralta

Las crisis geopolíticas de los últimos años han transformado a los mercados y las empresas. Después de atravesar guerras comerciales, una pandemia global y múltiples conflictos militares entre actores clave en los últimos años, los expertos afirman que las cadenas de suministro mundiales parecen haberse reconfigurado. En esta línea, eventos como la reciente guerra entre Israel e Irán, que hasta hace unos años hubiesen desestabilizado el equilibrio global, parecen ser cada vez menos determinantes para los negocios alrededor del planeta. No obstante, los especialistas advierten de que la mencionada resiliencia llega con un nuevo coste: la constante vigilancia ante la fragmentación y las turbulencias internacionales.

“El proceso de globalización que empezó hace décadas da un giro hacia un mundo más proteccionista, que favorece las oportunidades que quedan cerca de casa. En 2020, la covid-19 y los posteriores confinamientos pusieron de manifiesto las vulnerabilidades de las cadenas de suministro globales, sobre todo, de aquellas que dependían excesivamente de China y sus importaciones. Las tensiones geopolíticas no han hecho más que intensificarse, volviendo a poner de relieve estos riesgos”, explica a CincoDías Leonardo Fernández, director general de Schroders para España y Portugal.

La inestabilidad parece haberse convertido en un sector común, y los actores económicos están aprendiendo a navegarlo. Mario González Pérez, responsable del negocio de Capital Group en España, US offsho­re y Latam, indica que estamos viviendo una “profunda reestructuración” del orden geopolítico y económico que ha sustentado los mercados mundiales desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Este cambio, marcado por el aumento del proteccionismo, las alianzas cambiantes y la competencia estratégica, estaría remodelando la forma en que fluye el capital, cómo operan las empresas y cómo los inversores asignan el riesgo, según el analista.

“En este momento, los mercados se enfrentan a la incertidumbre que esta situación genera. A los inversores les resulta más difícil tomar con confianza decisiones sobre dónde invertir, en qué horizonte temporal y con qué expectativas de rentabilidad. Por eso estamos viendo más volatilidad y menos claridad en la dirección de los mercados”, comenta González a este diario.

Por otra parte, los Estados y sus Gobiernos se han vuelto uno de los principales factores que influyen en las desiciones de los actores económicos globales. “A principios de año, los mercados de renta variable se vieron muy afectados por los sucesos macroeconómicos cuando, en abril, EE UU anunció unos elevados aranceles a las importaciones de otros países. Sin embargo, las guerras comerciales no son el único riesgo que se recorta en el horizonte”, apunta Amadeo Alentorn, responsable de inversiones del área de renta variable sistemática de Jupiter AM. “No sabemos si alguno de estos riesgos se hará realidad. Tal vez ninguno de ellos lo haga, pero la preocupación que suscitan en los inversores es suficiente para mover los mercados”, explica el experto.

El impacto de estos sucesos incluso ha sido cuantificado. Según el recientemente publicado Informe de estabilidad financiera global del FMI, los precios de las acciones tienden a caer significativamente durante eventos de riesgo geopolítico importantes, “como lo demuestra la mayor frecuencia de noticias que mencionan acontecimientos geopolíticos adversos y los riesgos asociados”. Según el FMI, la caída mensual promedio es de aproximadamente un 1% en todos los países, aunque es mucho mayor, del 2,5%, en las economías de mercados emergentes durante estos sucesos.

El informe también especifica que, de los diferentes tipos de eventos de riesgo geopolítico importantes, los conflictos militares internacionales son los que más afectan a las acciones de los mercados emergentes, probablemente debido a perturbaciones económicas más graves en comparación con otros eventos. “En estos casos, la caída mensual promedio en la rentabilidad de las acciones es de unos significativos 5%, el doble que para todos los demás tipos de eventos”.

Asimismo, el FMI indica que el aumento de los riesgos geopolíticos también puede afectar al sector público a medida que el crecimiento económico se desacelera y los gobiernos aumentan el gasto. “En consecuencia, las primas de riesgo soberano, medidas por los precios de los derivados de crédito que protegen contra el impago, suelen aumentar después de eventos geopolíticos en, en promedio, unos 30% para las economías avanzadas y 45% para las economías emergentes. Estas tensiones financieras son especialmente significativas en las economías emergentes, donde las primas se multiplican por cuatro”, expresa el informe.

Nuevo paradigma

Las fuentes consultadas coinciden en que algo ha cambiado en la última década. Tras años turbulentos en los que la crisis ha sido la norma, las empresas y los inversores globales han creado nuevos sistemas para blindarse e intentar ver a través de la “niebla” o el “ruido” que generan los constantes cambios en el escenario global. Raphaël Thuin, responsable de estrategias de mercados de capitales de Tikehau Capital, opina que el mundo ha entrado en una “nueva era” en la que los riesgos políticos y geopolíticos vuelven a estar en primer plano.

Para Thuin, esto exige que los mercados incorporen mayores primas de riesgo y que los actores se adapten a la situación, algo que ya está ocurriendo. “Frente a este panorama, los mercados también se han vuelto más serenos. En lugar de reaccionar de forma exagerada a cada titular geopolítico, los inversores han empezado a ignorar el ruido y a centrarse en lo que realmente importa: el crecimiento económico, la inflación, la política monetaria y, en última instancia, si las empresas pueden seguir siendo rentables a largo plazo. Eventos como la covid y la guerra en Ucrania nos han recordado que, a pesar de todos los choques, los fundamentals a largo plazo siguen siendo los que tienen más peso”, afirma el especialista de Tikehau Capital.

En este sentido, Thuin concluye que en la última década se ha visto emerger un patrón. “En la mayoría de los casos, las reacciones iniciales negativas de los mercados ante grandes noticias globales han sido seguidas por una rápida recuperación. Los inversores se han vuelto más disciplinados, enfocándose en los fundamentales económicos y corporativos reales a largo plazo”, subraya.

Si bien este “giro hacia la paciencia ya estaba en marcha”, Thuin considera que cobró mayor impulso durante los años de la Administración Trump, cuando los cambios bruscos de política se convirtieron en la norma y surgió un enfoque más pragmático y flexible en la formulación de políticas. “Aun así, existe el riesgo de ir demasiado lejos: la resiliencia también puede derivar en complacencia y generar un rendimiento inferior”, apuntala el experto.

Empresas más fuertes

Por su parte, las grandes empresas que hasta hace unos años habían deslocalizado su producción para optimizar la velocidad o los costes ahora toman en cuenta otros factores. “Como respuesta a esta disrupción, somos testigos del surgimiento de una nueva dinámica internacional. Las multinacionales están diversificando sus centros de producción, para tratar de no depender de un solo mercado, y además tratan de ubicarlos más cerca de sus países de origen. Se trata del proceso conocido como acercamiento de producción [nearshoring]. Esta tendencia supone dar marcha atrás al modelo globalizado de cadenas de suministro extendidas que caracterizó al comercio internacional en las últimas décadas”, asegura Leonardo Fernández.

Lale Akoner, analista global de mercados, coincide en que al trasladar la producción a países amigos, las empresas garantizan la fiabilidad de sus operaciones y reducen la dependencia excesiva de una sola fuente. Asimismo, Akoner añade que muchas compañías también aprovechan los datos y la tecnología para anticiparse a las perturbaciones y reac­cionar con rapidez, por ejemplo, redirigiendo los envíos o ajustando los pedidos cuando se avecinan aranceles o conflictos.

“El resultado es un sector privado más ágil e innovador, con cadenas de suministro rediseñadas para la incertidumbre. Desde la diversificación de los lugares de aprovisionamiento hasta la inversión en herramientas digitales para la gestión de riesgos, las empresas están dando prioridad a la resiliencia para poder mantener el flujo de mercancías incluso cuando el mundo se complica”, enfatiza el analista.

Con todo, Thuin evalúa que la estrategia corporativa se está reescribiendo en tiempo real. “El modelo anterior de exprimir al máximo la eficiencia de las cadenas de suministro y las finanzas, lo que podríamos llamar una sobreoptimización, está quedando atrás. Con el aumento de los tipos de interés, la carga fiscal creciente y la desaceleración de la globalización, las empresas están comprendiendo que necesitan construir más resiliencia”, indica el experto de Tikehau Capital.

Según este analista, esto implica mayor autonomía, más flexibilidad y un enfoque más decidido en la sostenibilidad. “El cambio climático también es un factor determinante. Estamos viendo cómo muchas compañías replantean dónde y cómo operan: repatriando la producción, renovando su consumo energético y eligiendo socios en la cadena de suministro no solo por su coste, sino también por su estabilidad. No se trata de soluciones a corto plazo, sino de movimientos estratégicos de largo recorrido que marcarán la próxima década y más allá”, señala Thuin.

Más allá del mercado

Algunos de los especialistas opinan que el cambio que se está presenciando trasciende las barreras de lo meramente económico. Por ejemplo, los expertos de Edmond de Rothschild AM (EdRAM) consideran que la soberanía ya no es un ámbito exclusivo de los políticos, sino que se ha convertido en un tema de inversión estructural en la encrucijada de las cuestiones económicas, geopolíticas y sociales.

“La soberanía ya no se limita a cuestiones militares, sino que se ha extendido a la energía, la sanidad, los datos, la innovación y las infraestructuras críticas. Estos sectores constituyen los cimientos de nuestra autonomía colectiva”, dicen Aymeric Gastaldi, gestor de renta variable internacional, y Anthony Penel, gestor de renta variable europea de EdRAM, en un informe reciente.

En este entorno, la asignación de capital se ha convertido, según los analistas de EdRAM, en un acto soberano. “Dirigiendo las inversiones a sectores clave para nuestra resiliencia y competitividad, los inversores pueden tener un impacto real y ayudar a sus Gobiernos y economías a afrontar los retos del siglo. La resiliencia y el poderío económico no son alternativas, sino las dos caras de una misma moneda: la soberanía duradera, capaz de proteger y anticipar”, concluye el informe.

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