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El sueño británico de convertirse en el Singapur de Europa se estrella contra el proteccionismo

La coyuntura global complica que una de las principales propuestas del Brexit se consolide: la transformación de Gran Bretaña en un centro global de comercio. En contraste, el Reino Unido se encuentra en una posición compleja, ya que sus principales aliados comerciales están enfrentados por los nuevos aranceles

El primer ministro británico, Keir Starmer
Luis Alberto Peralta

El proteccionismo aplasta el sueño del Reino Unido de convertirse en un centro neurológico comercial que conecte a Occidente con el resto del mundo. Tras la arremetida arancelaria global de Estados Unidos, el Gobierno de Keir Starmer enfrenta cada vez más dificultades para articular una red de tratados de libre comercio (TLC) que le permita a su país mejorar su situación económica. Así, Gran Bretaña busca su lugar en un tablero geopolítico que enfrenta a todos sus principales socios comerciales, mientras la promesa de convertirse en el “Singapur de Europa”, que fueron lanzadas por los conservadores durante el Brexit, se ven cada vez más lejanas e irrealizables.

Tras abandonar la unión aduanera, el Reino Unido quiso apostarlo todo por tratados de libre comercio para potenciar su economía. Actualmente, Gran Bretaña cuenta con 39 convenios de este tipo, que incluyen 73 países (entre ellos Japón, Australia, Nueva Zelanda y Noruega). Además, la isla se encuentra negociando nuevos acuerdos con Canadá, Corea del Sur, India, los países del Golfo, Suiza, Israel y México. Dicho esto, cabe resaltar que el principal objetivo era consolidar un TLC con Estados Unidos, un objetivo que los últimos Gobiernos han planteado como una prioridad nacional, pero que no despierta interés Washington (por lo menos en el corto o mediano plazo).

En este contexto, las crecientes tensiones entre las grandes potencias están complicando aún más el plan de orientar su economía hacia los negocios internacionales. “Como economía pequeña y abierta, el Reino Unido no es inmune a las fuerzas globales, por lo que inevitablemente se verá afectado por un aumento generalizado del proteccionismo. Los fabricantes británicos serán los más perjudicados debido a los problemas que podemos esperar que se provoquen en las cadenas de suministro; sobre todo si se produce un exceso de oferta en sectores en los que suelen dominar las economías asiáticas más afectadas, como la tecnología y la confección”, explica George Brown, economista de Schroders a CincoDías.

Brown añade que el creciente riesgo de recesión en EE UU también sería motivo de preocupación para los británicos, dado que alrededor del 2,5% del PIB británico está integrado en la demanda final estadounidense. “Esto supondrá un quebradero de cabeza para el primer ministro, ya que vuelve a poner en peligro sus 9.900 millones de libras de margen recién recuperado, lo que posiblemente obligue a recortar más el gasto e incluso a subir los impuestos”, afirma el experto de Schroders.

Guerra comercial

Las disputas entre potencias ya están pasando factura y, sumadas a las consecuencias a largo plazo de abandonar la Unión Europea, complican las perspectivas para el reino: el crecimiento lento, las fuertes presiones fiscales, la poca inversión y la baja productividad son algunos de los problemas que ya enfrentan actualmente. Así, las previsiones más recientes del Gobierno anticipan que el crecimiento del PIB rondará el 1,1% en 2025, mientras que el fondo Vanguard ha anticipado solo un 0,5%.

“Desde el otoño, el mundo ha cambiado. Europa se enfrenta ahora a un desafío generacional para su seguridad colectiva. La incertidumbre económica mundial ha aumentado drásticamente, el crecimiento se ha ralentizado en muchos de los principales socios comerciales del Reino Unido y los costes de financiación han aumentado en la mayoría de las economías avanzadas”, indica una publicación reciente de la entidad británica de Hacienda (conocida como HM Treasury o el Tesoro Británico).

En esta línea, las perspectivas del sector privado tampoco parecen optimistas. “El clima de incertidumbre generalizada ha propiciado un debilitamiento de la inversión empresarial, ya que las empresas responden retrasando proyectos de inversión. Los indicadores de incertidumbre global han aumentado y la incertidumbre sobre la política económica, basada en las noticias, ha alcanzado su nivel más alto registrado. Para aumentar aún más los riesgos, los frecuentes cambios radicales y ajustes de las políticas han generado mayores niveles de volatilidad en los mercados cambiarios y financieros mundiales”, indica Yael Selfin, economista jefe de KPMG, en un informe reciente.

Un ejemplo de esto es el indicador de confianza del consumidor de Bank of America (BofA) para Gran Bretaña, que cayó 1,8 puntos en marzo. Según la entidad, “todos los componentes empeoraron ligeramente”, excepto las intenciones de compra importantes, viéndose el mayor deterioro en las expectativas de desempleo, que subieron en 4,4 puntos. “Creemos que hay margen para que la confianza y el gasto del consumidor se recuperen debido al crecimiento real de los salarios, la reducción del lastre de la política monetaria y la posible caída de las tasas de ahorro. Dicho esto, los riesgos a la baja para el crecimiento han aumentado debido a los aranceles de EE UU”, indica un informe reciente del banco.

Ciertamente, la posición de intermediario que el Reino Unido pretende jugar entre sus principales socios comerciales (Europa y Estados Unidos) se ha convertido más en un contratiempo que en una ventaja. Uno de los puntos calientes para esta situación es la frontera de Irlanda del Norte, donde los nuevos aranceles complican la aplicación de los protocolos acordados.

“El hecho de que el Reino Unido mantenga un tipo arancelario inferior con EE UU en comparación con el de la Unión Europea, suponiendo que los aranceles vuelvan a los niveles propuestos originalmente tras la pausa actual, podría generar cierto desvío comercial a través del Reino Unido o incluso una relocalización de capacidad exportadora. No obstante, en términos políticos, esto podría dificultar el proceso de reencuentro con la UE y obstaculizar los intentos por reducir las fricciones en la relación comercial bilateral, ya que Bruselas podría tratar de cerrar las posibles ventajas comparativas que el Reino Unido obtenga en este contexto”, indica Luke Bartholomew, economista jefe adjunto en Abrdn a CincoDías.

“Algunos creen que el Reino Unido puede orientarse hacia otros mercados globales mediante acuerdos de libre comercio con India, los países del Golfo y otros. Estos acuerdos pueden ofrecer oportunidades a largo plazo, especialmente en servicios y energía, pero no sustituyen el acceso profundo y sin fricciones que el Reino Unido tuvo en su momento al mercado de la UE. Tampoco garantizan resultados rápidos. Las diferencias regulatorias, los riesgos geopolíticos y la política interna de los países socios crean obstáculos”, apunta Lale Akoner, analista global de mercado de eToro.

Un sueño ajeno

En cualquier caso, los expertos coinciden que la coyuntura global actual complica el objetivo británico de convertirse en un puente entre potencias. De hecho, esta idea ha perdido aún más impulso con el Gobierno laborista. “Nunca estuvo del todo claro qué implicaba realmente ese modelo de Singapur a orillas del Támesis propuesto durante el Brexit. Presumiblemente, combinaba el libre comercio con una fiscalidad reducida y una menor regulación. El Gobierno está intentando desregular ciertos aspectos del sistema urbanístico y orientar a los organismos reguladores hacia objetivos de crecimiento económico, pero esto dista mucho de una desregulación a gran escala”, pondera Luke Bartholomew.

Así, la promesa de los tories casi parece una carga para el Gobierno de Starmer (cuyos miembros, además, se opusieron al Brexit). Si bien el Partido Laborista está buscando impulsar desarrollo económico de Gran Bretaña con medidas como la creación de un Fondo Nacional de Riqueza, su estrategia no parece del todo alineada con lograr el objetivo planteado por el Gobierno de los conservadores. Sin embargo, su apuesta por acercarse a Bruselas y recuperar la relación comercial con la Unión Europea tampoco parece avanzar: la coyuntura global es el mayor obstáculo, puesto que les sitúa en un limbo comercial y geopolítico.

“La aspiración de convertir al Reino Unido en el Singapur de Europa ahora parece más un eslogan que una estrategia. La desregulación por sí sola no puede impulsar el crecimiento, especialmente en una economía que enfrenta escasez de mano de obra, baja inversión y creciente desigualdad. Un centro global exitoso necesita más que exenciones fiscales; requiere credibilidad, conectividad y consistencia”, sentencia Lale Akoner. Así, con los populistas de Reform UK (antes denominado partido del Brexit) a punto de convertirse en el segundo partido más votado del Reino Unido (y desplazando a los tories al tercer puesto), el sueño de convertirse en un paladín global del libre comercio parece más lejos que nunca.

Los principales tratados de libre comercio que se están negociando

India. Según el Gobierno británico, un acuerdo con la India ayudaría a situar a la Gran Bretaña global en “el centro de la región del Indopacífico”, una zona que representa más del 40% del PIB mundial y que alberga algunas de las economías de más rápido crecimiento del mundo. “A medida que estos países se expanden, es fundamental que el Reino Unido tenga acceso a sus mercados. Un acuerdo con la India complementaría otros compromisos de nuestro país en esta región, como los acuerdos comerciales con Australia y Nueva Zelanda y las negociaciones en curso con los 11 países miembros del CPTPP”, indican.

Países del Golfo. Un acuerdo comercial con Emiratos Árabes, Arabia Saudí y otros países del Golfo podría facilitar y abaratar el comercio para los exportadores del Reino Unido. Se estima que actualmente el arancel promedio simple aplicado a las exportaciones del Reino Unido a esa región ronda el 5,5%. “La eliminación de aranceles y la mayor transparencia regulatoria que ofrece un TLC podría apoyar a empresas británicas en sectores interesados ​​en exportar al mercado del Golfo, como los sectores automotriz, agroalimentario y de maquinaria”, indican desde el Gobierno. Asimismo, un acuerdo comercial podría allanar el camino para una mayor presencia de los inversores del Golfo en industrias británicas líderes a nivel mundial, como las energías renovables, la infraestructura, la tecnología y las ciencias de la vida.

Corea del Sur. Existe ya un acuerdo vigente entre el Reino Unido y la República de Corea que ha eliminado la mayoría de las barreras. A día de hoy el Reino Unido ha liberalizado el 99,6% de sus líneas arancelarias, mientras que Corea ha eliminado el 98%, cifra que aumentará al 99% para 2026 y al 99,4% para 2031. “Ambas partes liberalizaron plenamente todos los productos manufacturados, con una selección de productos agrícolas sensibles excluidos, escalonados o sujetos a contingentes arancelarios”, indican desde Londres. En este contexto, el objetivo del acuerdo de libre comercio es consolidar la eliminación de barreras en los campos de servicios y profundizar la cooperación en innovación y tecnología.

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