España ante las proyecciones económicas de 2025: entre el optimismo, los desafíos y las matemáticas
El fuerte desempeño en 2024 es un colchón que asegura un alza anual incluso ante escenarios de desaceleración

En medio de un panorama económico global caracterizado por la incertidumbre comercial y la moderación del crecimiento, la OCDE publicó buenas noticias para la economía española, situando al país como una de las economías más dinámicas para 2025, con una proyección de crecimiento del 2,6%, significativamente por encima del 1% previsto para la zona euro. Con estos datos, no cabe duda de que España lograría mantener un impulso económico sustancial en estos tiempos difíciles, tras marcar un sólido crecimiento del 3,2% en 2024, el más alto entre las grandes economías de la eurozona, contrastando con el estancamiento o débil crecimiento de otros países europeos, particularmente Alemania, que apenas se recupera con un modesto 0,4% tras la contracción experimentada el año pasado.
Aunque ya hemos escrito sobre las principales razones de este diferencial con las economías centrales y más importantes de Europa, nunca sobra recordar cuáles son estas, al objeto de comprender mejor el futuro más cercano. Así, la fortaleza española se sustenta en varios pilares fundamentales. El primero de ellos es el turismo, que ha superado los niveles prepandémicos junto con un consumo privado que mejora poco a poco. En segundo lugar, un mercado laboral dinámico con tasas de desempleo en niveles históricamente bajos para España e impulsado por la inmigración. En tercer lugar, unas exportaciones de servicios a empresas que han sorprendido por su ímpetu y relevancia. Y en cuarto, y no necesariamente último pilar, el aumento del gasto público, en especial de las regiones, que han aportado al aumento de la actividad. A esto habría que añadir un aumento de la productividad que, en los últimos trimestres, parece despertar.
Para el futuro más inmediato, dentro del contexto de incertidumbre elevada, es la demanda interna, en especial el consumo de las familias, el que parece que retomará el testigo del crecimiento. La bajada de tipos —si nada excepcional lo impide— y el impulso de salarios reales unido a la creación de empleo, fortalecen la idea de que serán las economías familiares las que apoyarán este crecimiento. Hay, pues, elementos de fundamento económico que avalan el mejor desempeño español comparado con Europa. Sin embargo, la reciente revisión al alza de la previsión de crecimiento de la economía española obedece, también, a razones que se alejan de estos fundamentos y responden a cuestiones de mero ajuste matemático.
La Contabilidad Nacional Trimestral publica cada tres meses el dato de crecimiento del PIB con el que podemos hacer una evaluación continua de nuestro desempeño económico en el corto plazo. Normalmente, salvo recesión, las economías crecen. Como sabemos, España lo hizo a un buen ritmo durante 2024, entre 0,8% y 1,0%.
Podemos visualizar dichas tasas intertrimestrales como pequeños pasos en el ascenso por una escalera o colina. Si cada trimestre de un año damos un paso en positivo, al finalizar dicho año habremos alcanzado una cierta altura que, comparada con nuestro punto de partida, estará, obviamente, en un punto más elevado. Si tomamos la altura media de los últimos cuatro pasos (trimestres) y la comparamos con la altura media de los cuatro anteriores, obtendremos lo que denominamos “crecimiento medio” —precisamente ese 2,6% publicado por la OCDE.
Lo que sucede es que la anterior estimación de la OCDE fue previa al conocimiento del crecimiento español de finales de 2024. Pero como al cerrar 2024 lo hicimos con un crecimiento superior al previsto, podríamos decir que iniciamos 2025 desde una posición más elevada de la prevista con anterioridad. Esto significa que, incluso manteniendo exactamente el mismo ritmo de crecimiento que se anticipaba anteriormente para cada trimestre de 2025, el resultado anual será superior simplemente porque partimos de un punto más alto.
Este efecto, conocido técnicamente como “efecto arrastre” o “carry-over”, tiene implicaciones significativas en las proyecciones económicas, algo que se observa en la figura adjunta. Por ejemplo, si la economía española creciera únicamente durante el primer trimestre de 2025 (ya disponemos de estimaciones que se encuentran entre el 0,5% y 0,6% según diversas oficinas de análisis) y dejara de hacerlo en el resto del año, aun así, tendríamos un crecimiento anual del 1,8%. Es decir, incluso sin avance adicional durante tres trimestres consecutivos, España mantendría un crecimiento anual considerablemente sólido.
Las simulaciones realizadas con diferentes tasas de crecimiento trimestral revelan panoramas variables, pero todos positivos. Partiendo del robusto 3,2% alcanzado en 2024, si mantuviéramos el ritmo trimestral desarrollado en 2024 durante 2025, para el conjunto del año alcanzaríamos el 3,0% medio. Con un ritmo más moderado del 0,6% por trimestre, estaríamos en el 2,7%. Incluso en un escenario conservador, con crecimientos trimestrales limitados al 0,3%, el año cerraría con un 2,2% de crecimiento.
Más aún, si el INE revisara al alza el crecimiento de 2024 en los próximos meses, más concretamente por revisiones de sus últimos trimestres, necesariamente habría que revisar de nuevo las proyecciones para 2025, dado todo lo demás constante. Así, las predicciones económicas funcionan como una cadena donde cada eslabón afecta a los siguientes, y el último eslabón de 2024 determina significativamente la altura desde la que parte toda la cadena de 2025.
Por estos motivos, siempre debemos mantener prudencia al interpretar las tasas de crecimiento y más aún las proyecciones y sus revisiones. Los porcentajes anuales, aunque útiles como referencia general, pueden ocultar dinámicas trimestrales complejas y efectos arrastre significativos, cuando no, muchas veces, son meras observaciones de un pasado ya finiquitado, pero que influye por otros canales en el presente. Entender estos mecanismos resulta esencial para valorar adecuadamente las proyecciones económicas y contextualizar correctamente tanto las revisiones como las expectativas para los próximos períodos.
La posición favorable con la que España ha iniciado 2025, fruto del fuerte desempeño durante 2024, proporciona un colchón significativo que asegura un crecimiento anual respetable incluso ante escenarios de desaceleración. Esta robustez matemática inherente a las tasas de crecimiento constituye tanto una garantía de estabilidad como un recordatorio de la importancia de analizar las cifras económicas más allá de los titulares. A partir de aquí también es posible argumentar que los fundamentales de nuestra economía, de momento, auguran un año en positivo. Sin embargo, esta previsión estará sujeta, como siempre, a los vaivenes de un contexto internacional cada vez más complejo e interconectado.