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Europa y EE UU acarician el soñado ‘aterrizaje suave’: la economía resiste a la abrupta subida de tipos

Frente a los pronósticos más agoreros, y pese a la ralentización, la economía resiste mucho mejor de lo previsto la subida de los tipos de interés

La ceremonia de encendido de 2023 del árbol del Rockefeller Center de Nueva York, coronado por una gran estrella con cristales de Swarovski.
La ceremonia de encendido de 2023 del árbol del Rockefeller Center de Nueva York, coronado por una gran estrella con cristales de Swarovski.ANGELA WEISS (AFP via Getty Images)

En los años inmediatamente posteriores al histórico estallido financiero de 2008, el FMI, la OCDE y el resto de grandes organismos internacionales pecaron de optimistas. Semestre tras semestre y año tras año, la realidad dejaba en entredicho las previsiones de crecimiento, que se iban sistemáticamente largas. Ese sesgo se ha dado la vuelta en los últimos tiempos: la crisis energética ha comprometido el crecimiento europeo, empezando por Alemania, pero sin poner de rodillas al bloque, como se temió. Con todas las cautelas posibles —la economía es siempre una historia en tiempo real y si algo han enseñado los últimos años es que todo es posible—, los mimbres de la macro están mostrando una inaudita capacidad de resistencia frente a la subida de tipos de interés más abrupta en cuatro décadas.

Imbuido por el pesimismo, el mundillo económico arrinconó la hipótesis del aterrizaje suave —que dibujaba una economía capaz de digerir la inflación y la escalada en el precio del dinero sin sufrir una recesión de caballo— a los dominios de los optimistas más irredentos. Meses después, sin embargo, esa teoría de nicho está a un paso de convertirse en algo tangible. El crecimiento afloja a ambos lados del Atlántico. Pero aguanta. Gracias, sobre todo, a un mercado laboral mucho más boyante de lo que nunca se pudo pensar y a un consumo de los hogares que está capeando la tormenta con nota en un entorno de fuerte encarecimiento del crédito.

Si hubiera que elegir una única palabra para describir la economía en 2023 esa sería, sin lugar a dudas, resistencia. La inflación se acerca de nuevo a cifras razonables y las primeras bajadas de tipos de la Reserva Federal y el Banco Central Europeo (BCE) a la vista, permiten aventurar un horizonte económico mucho más benévolo para los próximos meses. La realidad no es un camino de rosas pero, en fin, dista —y mucho— del “sangre, sudor y lágrimas” que se barruntó.

“Todo indica que vamos hacia un aterrizaje suave, un escenario que los mercados también están viendo de una manera clara en las últimas semanas”, constata Xosé Carlos Arias, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Vigo. “La sensación es que vamos convergiendo hacia el objetivo de inflación del 2% y que los temores de espirales de precios van conjurándose”. Todo está, aún, en el siempre pantanoso terreno del “parece”, porque la economía se ha convertido en un campo minado para el análisis. “Pero hay una cosa clara: la política monetaria astringente no se ha traducido en una recesión fuerte, y cualquier comparativa con la crisis [del petróleo] de los setenta ha sido exagerada”, zanja Arias.

Mitigantes

“Aún podemos ver algún trimestre con estancamiento o ligera caída, sobre todo en EE UU, pero no la recesión importante que se temió”, completa Leopoldo Torralba, adjunto al economista jefe de Arcano Research, una de las firmas que más han acertado en sus pronósticos recientes. “La experiencia histórica decía que, cuando subían tanto los tipos, era difícil esquivar la recesión. Pero esta ha sido una crisis muy sui géneris: a diferencia de en otros episodios del pasado, esta vez no había grandes desequilibrios, y sí muchos colchones que han amortiguado el choque”.

Esos mitigantes pueden resumirse, básicamente, en tres: el ahorro acumulado, que ha permitido a muchas familias mantener su consumo; una deuda privada (hogares y empresas) en niveles razonables, que ha evitado una explosión financiera como la de hace 15 años; y una banca mucho mejor preparada, con hechuras para hacer frente a una morosidad que —además— tampoco ha despegado como se temió.

“No ha sido una crisis de demanda, sino de oferta, con factores que creíamos que iban a corregirse por sí solos”, desgrana Torralba. Para los próximos meses, este economista prevé una ganancia de poder adquisitivo de los hogares “antes de lo esperado, a medida que la inflación sigue normalizándose”, y las primeras bajadas de tipos en EE UU y en la eurozona a partir del segundo o tercer trimestre de este año. Resultado: “La demanda se sostendrá y la economía aguantará”.

La Fed evita cantar victoria

En sus memorias, Alan Greenspan, presidente de la Reserva Federal de 1987 a 2006, destacaba como uno de sus mayores éxitos haber logrado con las subidas de tipos de 1994 el ansiado aterrizaje suave, un término procedente de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética en la década de 1970 que no se había usado hasta entonces en la Fed, según explicaba. El actual presidente, Jerome Powell, lleva más de año y medio en busca de emularle.

Después de muchos meses en que los pronósticos de recesión se iban retrasando, pero seguían siendo el escenario central, Powell empezó a saborear el éxito hace unos meses. Subrayó que en Estados Unidos el descenso de la inflación se había producido sin un aumento significativo del desempleo, que sigue por debajo del 4%. Las previsiones de los miembros del comité de política monetaria del banco central estadounidense para 2024 publicadas en diciembre anticipan el escenario deseado: un crecimiento del 1,4%, una tasa de paro del 4,1% y una inflación que se acerca al objetivo del 2%.

Powell, sin embargo, se resiste a cantar victoria. Este miércoles, Tom Barkin, presidente de la Reserva Federal de Richmond, exprimía la metáfora para exponer los riesgos. “Un aterrizaje suave es cada vez más concebible, pero en modo alguno inevitable. Veo cuatro riesgos. La economía estadounidense podría quedarse sin combustible. Podríamos sufrir turbulencias inesperadas. La inflación podría estabilizarse a una altitud de crucero superior a nuestro objetivo del 2%. Y el aterrizaje podría retrasarse si la economía estadounidense sigue desafiando las expectativas”, señalaba en un discurso en Raleigh (Carolina del Norte).

El riesgo de quedarse sin combustible... O de equivocarse de aeropuerto

Con quedarse sin combustible, Barkin se refiere a la posibilidad de que los efectos retardados del endurecimiento monetario pasen factura y al de que la bolsa de ahorro acumulada en la pandemia deje de alimentar la demanda. Las turbulencias pueden ser geopolíticas, financieras o de otro tipo. En su opinión, sería un error “equivocarse de aeropuerto” y pensar que está bien aterrizar en una inflación del 3%.

Tanto en EE UU como —sobre todo— en Europa hay, sin embargo, una creciente corriente crítica sobre la velocidad con la que han subido los tipos de interés. Quizá, dicen muchos, demasiado rápido ante un fenómeno inflacionista que tiene detrás muchos más factores de oferta que de demanda. En el BCE se defienden: “Los últimos datos de inflación de la zona euro son buenos, en línea, con lo esperado, y la economía sigue el guion del aterrizaje suave”, deslizaban a principios de noviembre desde el entorno de la presidenta, Christine Lagarde. La inflación de la eurozona cerró diciembre en el 2,9%, ligeramente más que en noviembre pero también por debajo de lo que esperaban los analistas. Y, sobre todo, a años luz de los peores días de la crisis de precios.

“El aeropuerto está en el horizonte. Pero aterrizar un avión no es fácil, sobre todo cuando el cielo está nublado, y los vientos de cara y de cola pueden afectar al rumbo. Es fácil sobrevirar y hacer demasiado o subvirar y hacer demasiado poco”, decía Barkin. Y advertía: “No hay piloto automático”.

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