Italia se la juega: o unas nuevas normas fiscales en la Unión o la ruina
El próximo 9 de noviembre, día de la reunión de los ministros de economía de la UE, es la fecha clave
Francia e Italia están adelantándose. Los borradores de sus presupuestos parecen lo suficientemente saludables como para cumplir con unas reglas fiscales que todavía no se han pactado en la Unión Europea. No obstante, aunque algo saludables, seguirían saltándose las antiguas normas que regían en el club de los veintisiete, ya que estas son aún más severas. Esto supone un gran riesgo para Roma.
Los italianos pueden tener mucho más interés en alcanzar un pacto que los franceses. Las antiguas normas fiscales de la Unión Europea fijaban unos objetivos de reducción de deuda que no tienen ninguna credibilidad en el entorno de hiperendeudamiento actual. De no haber acuerdo sobre unas nuevas normas de contención del excesivo gasto, las antiguas son las que entrarán en vigor nuevamente en 2024, y tanto Francia como Italia, estarían incumpliendo la parte de mantener un 3% de déficit como mucho. En cambio, si se llega a algún acuerdo que contemple una versión ligeramente más laxa del objetivo de déficit al tratar de alcanzar el cumplimiento de forma más paulatina, probablemente ambas naciones terminarían cumpliéndolo. Esto es vital para Italia. Francia probablemente podría vivir con las consecuencias del marco fiscal, tanto si se llega a un acuerdo como si no. En cambio, si los mayores costes de endeudamiento terminan por poner en un aprieto a Italia, el cumplir con las normas de déficit sería algo fundamental de cara a recibir apoyo por parte del BCE.
El marco fiscal de la Unión nunca tuvo unos cimientos demasiado sólidos, pero a medida que la Unión lidiaba con los costes de la pandemia y de una crisis energética inducida por la invasión rusa de Ucrania, nunca antes había quedado tan debilitado. Los políticos han estado debatiendo durante años la reescritura de esas reglas.
En teoría, son las antiguas normas de contención fiscal las que siguen en vigor hasta que se aprueben unas nuevas. E, incluso, si pronto se materializa un acuerdo, la Comisión Europea probablemente seguirá examinando los proyectos de planes presupuestarios de los países miembros para 2024 con los ojos de las antiguas reglas, porque ese proceso ya ha comenzado antes de tener ni siquiera las nuevas.
En la práctica, parece poco probable que la Comisión intente hacer cumplir objetivos de reducción de deuda que tal vez no existan dentro de unos meses, especialmente, porque los ajustes fiscales requeridos para algunos países serían un callejón sin salida a nivel político. Si bien el antiguo marco siempre fue más un conjunto de directrices aplicadas selectivamente que reglas como tal, varios países parecen estar ignorándolas por completo.
El componente más obsoleto es la norma de reducción de la deuda. Esta norma estipula que la ratio de deuda y PIB no puede superar el 60%, y que cualquier exceso sobre ese nivel necesita ser reducido a un ritmo del 5% anual sobre el exceso. Por ejemplo, si el ratio de deuda es del 80% sobre el PIB, entonces la deuda sobre el PIB debería bajar ese año el 1%, ya que ese es el 5% de los 20 puntos que pasan de 60. Para ilustrar lo que ese ratio significaría en la práctica, cumplir ese objetivo requeriría que Grecia pagara deuda en 2024 equivalente al 5,4% del PIB. Para Italia, sería el 4,2%. Para España, el 2,56%. En otros países los ajustes también serían dolorosos.
Pero la deuda no es el único problema. Una gran cantidad de países miembro están planteando déficits presupuestarios en 2024 que superan ampliamente lo permitido por las antiguas reglas (un déficit estructural de no más del 0,5% del PIB y un déficit presupuestario general de no más del 3%). Si bien las antiguas reglas estipulan que el ajuste del déficit estructural solo tiene que ser del 0,5% del PIB anualmente, cualquier exceso en el déficit presupuestario general debe corregirse casi de inmediato. Eso requeriría un déficit general en 2024 que sea 1,5 puntos porcentuales menor para Francia y 1,3 para Italia.
Dependiendo de cómo vayan las negociaciones, las nuevas reglas probablemente eliminarán la necesidad de reducir inmediatamente el déficit presupuestario por debajo del 3% del PIB. Sobre la base de la propuesta de la Comisión, probablemente estipularán una reducción mínima de déficit del 0,5% del PIB por año mientras se supere el umbral del 3%.
Eso crea un incentivo para incurrir en déficits más amplios antes de que las reglas entren en vigor y Francia e Italia han elevado sus planes de endeudamiento para 2024. Sin embargo, debido a que está previsto que el déficit francés caiga al 4,5% del PIB en 2024 desde el 4,9% de 2023 y el déficit italiano pase del 5,3% de 2023 al 4,3% en 2024, ambos cumplirían con la nueva regla. Se prevén esfuerzos fiscales similares para 2025 y 2026 de acuerdo con el último monitor fiscal del FMI, aunque es posible que Francia tuviera que ajustar ligeramente sus planes para mantenerse dentro de las reglas.
Francia y Alemania aún tienen que ponerse de acuerdo sobre el grado de reducción de la deuda que se requerirá en la nueva normativa. Francia está satisfecha con la recomendación de la Comisión de que la relación deuda / PIB sea más baja al final del periodo de previsión. Alemania está presionando para lograr una reducción anual de 1 punto porcentual cuando se supere el 60%.
A primera vista, esa disminución germana puede no parecer gran cosa, pero marcaría una gran diferencia al requerir ajustes fiscales inmediatos para cumplirla en lugar de limitarse a fijarlos en un futuro. Podría alcanzarse un compromiso cuando se reúnan los ministros de finanzas el próximo 9 de noviembre. Desde luego, Italia tiene un incentivo para tratar de llegar a un acuerdo. En el fondo, Francia tiene otro. Con unas elecciones generales en 2027, el Gobierno no querrá verse obligado a realizar una consolidación fiscal significativa en el periodo previo a ellas. Un compromiso, digamos, una reducción de 0,5 puntos porcentuales en el ratio de deuda en lugar de un punto, podría ser más aceptable.
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