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Las claves sobre las ‘stablecoins’: qué son, para qué se usan y qué riesgos conllevan

En un año en el que las criptos se han vuelto ‘mainstream’, las monedas estables irrumpen en el mundo de las finanzas tradicionales de la mano de los bancos

No hay evento financiero en el que no se mencione la palabra stablecoins. Este 2025 podría considerarse el año en que los criptoactivos se han vuelto mainstream, imponiéndose en las conversaciones de la opinión pública, de las instituciones y del mundo financiero. Dentro del sector ha sido el año de las monedas estables, cuyo mercado se ha disparado de 156.000 a 263.000 millones de euros. Su promesa es revolucionar desde los medios de pago a los depósitos y las transferencias, sin la salvaje inestabilidad del bitcoin y similares. Y, aunque aún faltaría mucho camino por recorrer, han despertado el interés de la banca tradicional: entidades estadounidenses y, ahora, europeas quieren subirse al carro y emitir su propia versión de estos activos.

¿Qué son las ‘stablecoins’?

Son dinero privado que replica al dinero tradicional usando la misma tecnología que el bitcoin, la blockchain. Stablecoin significa criptomoneda estable, cuyo valor depende del activo al que está anclada. Las más populares son las que están vinculadas a una moneda tradicional, como el dólar o el euro: al ser estables siempre valen, céntimo arriba, céntimo abajo, un dólar (o un euro). Todas las stablecoins están emitidas por empresas del sector cripto o por bancos privados, y esa es la principal diferencia con el dinero tradicional. No se podría pagar en una tienda con una stablecoin, salvo que el comercio quisiera y la aceptara. El sector se ha desarrollado fundamentalmente en Estados Unidos, y los activos ligados al dólar representan el 99% de la capitalización total de este mercado. Las más populares son USDT, de Tether, y USDC, de Circle, ambas vinculadas dólar.

Si son privadas, ¿no están respaldadas por nada?

Actualmente casi todas tienen un respaldo financiero, que depende de la regulación a la que están sujetos los emisores. El reglamento europeo MiCA y el Genius Act en Estados Unidos establecen una estructura parecida aunque con algunos requisitos diferentes. En general, cada moneda emitida está apoyada al 100% por reservas: una parte se guarda en depósitos bancarios y otra se invierte en activos muy líquidos, como letras del Tesoro o bonos a corto plazo. El objetivo es que los emisores siempre tengan liquidez disponible para hacer frente a retiradas masivas y rápidas por parte de los usuarios.

En este sentido, la jurisdicción bajo la que esté emitida esta divisa es un aspecto crítico de cara al usuario final: la normativa europea y la estadounidense están diseñadas para minimizar los riesgos. Fuera de estos ámbitos prima la confianza que otorgue el emisor; por ejemplo la stablecoin más utilizada del mundo, Tether, está respaldada por un gigante del sector... Pero está domiciliada en El Salvador y una parte minoritaria de sus reservas (un 5%) son bitcoin. Por ello, no cumple con la normativa europea y no puede ni comprarse ni venderse en la región. Tampoco cumple con la regulación estadounidense, aunque la empresa ha anunciado que planea emitir otra stablecoin para ese mercado, y cumplir con los requisitos legales previstos por el Genius Act.

¿Son verdaderamente estables?

Sí. Su precio fluctúa muy poco y su valor permanece estable con la moneda de referencia; un USDT vale un dólar prácticamente siempre... Pero no hay una garantía total; en algunas ocasiones se han desvinculado del precio de la divisa subyacente. Al estar emitidas por entidades privadas, dependen de la confianza en el emisor y de la transparencia sobre sus reservas; por eso, en momentos de tensión pueden perder la paridad.

De ahí que las stablecoins estén expuestas a que los inversores se deshagan de ellas ante cualquier duda sobre su solidez, por ejemplo. Algo similar a lo que ocurre con los bancos comerciales, con la salvedad de que las reservas de las stablecoins no son billetes y monedas: están también depositadas en bancos de toda la vida. Y esa interdependencia quedó clara en 2023, cuando una stablecoin ligada al dólar, USDC, se desvinculó momentáneamente del billete verde durante la crisis de Silicon Valley Bank, tras revelar que tenía parte de sus reservas en este banco, para después recuperar la paridad.

Silicon Valley Bank

¿Para qué se usan?

Aunque ahora se usan principalmente para invertir en el mercado cripto, sus casos de uso son infinitos. Los pagos transfronterizos tienen comisiones elevadas y su liquidación puede tardar entre dos y tres días. Con las stablecoins, serían inmediatas y los costes mucho más reducidos. Por eso los bancos quieren emitir estos activos: para mejorar su operativa y para que grandes empresas y usuarios puedan utilizarlos sin salir de su ecosistema.

Las stablecoins también están irrumpiendo en el mercado de remesas. En países en desarrollo, donde el acceso a los bancos es limitado, se usan como vía para mejorar la inclusión financiera. Y en estados con hiperinflación los ciudadanos las usan como refugio de valor, para proteger sus ahorros. También juegan un papel importante en el trading, con procesos de liquidación 24 horas al día, siete días a la semana. En los mercados tokenizados permiten que el pago y la entrega del activo se ejecuten de forma automática mediante smart contracts, mientras en el sistema actual las operaciones de compra y venta de acciones se liquidan en 48 horas.

¿Qué riesgos implican?

Estos activos no están respaldados por un banco central ni están protegidos por un sistema de seguro de depósitos: por ello, como detalla un informe de Arcano Research, el riesgo crediticio recae directamente sobre el usuario, que tiene que confiar en que el emisor pueda cumplir con la redención de los activos, y en la transparencia de sus reservas. Así, en situaciones de estrés del mercado, frente a las retiradas masivas que podrían impedir al emisor cubrir de inmediato todas las peticiones, el usuario podría no recuperar su dinero tan pronto como quisiera.

Todo esto es válido para las stablecoins ligadas a monedas tradicionales y supervisadas en la UE o EE UU. Pero fuera de este entorno existen activos denominadas así pero con naturaleza diferente, monedas estables referenciadas a casi cualquier cosa: activos físicos como el oro o el petróleo, a otras criptomonedas o incluso a algoritmos que ajustan su valor. Y el nivel de seguridad es otro. El caso más conocido es el colapso, en 2022, de Terra/Luna, una stablecoin algorítmica que no sobrevivió a la crisis de confianza que la embistió por completo y que provocó una avalancha de ventas masivas: colapsó en tres días, llevándose consigo unos 35.000 millones de euros de inversores. Este escándalo contagió a la mayor stablecoin del mundo, USDT, emitida por Tether, que llegó a perder la paridad con el dólar.

¿Son un peligro para la estabilidad financiera?

Es la máxima preocupación de los bancos centrales. En caso de estrés de mercado y de tensiones de liquidez (es decir, si los usuarios quieren recuperar su dinero de toda la vida todos a la vez), las autoridades monetarias temen que la venta masiva de stablecoins provoque disrupciones en el mercado de letras del Tesoro (que son parte de los activos que las respaldan), desencadenando caídas de precios y aumentos en los rendimientos. También podría causar tensiones de liquidez en los bancos que atesoran parte de estas reservas en forma de depósitos, al tener que devolver de golpe estos activos.

Y existe el riesgo contrario: la posible fuga de depósitos hacia stablecoins, que mermaría la capacidad crediticia de los bancos. O que las dudas sobre una o varias entidades financieras desaten una fuga de dinero desde depósitos a las stablecoins. Para Europa, la situación es particularmente delicada: cualquier efecto puede ser aún más grave si el ahorro de los consumidores europeos se va a monedas estables en divisa extranjera, ya que podría distorsionar desde la política monetaria a la deuda pública y el propio uso del euro como moneda de referencia. Por eso los bancos centrales están más cómodos cuando las stablecoins se emiten en euros y por bancos de la eurozona: las ven como una vía para limitar la influencia de las alternativas estadounidenses.

No obstante, se trata de un terreno inexplorado para todos, usuarios, economistas y reguladores incluidos. Nadie conoce los riesgos reales que podrían suponer estos activos. Es por eso que el Banco de Inglaterra planea introducir un límite de tenencias a las monedas estables para proteger la capacidad de crédito de las entidades financieras y así garantizar la estabilidad del sistema. Sería un tope temporal, que se eliminará cuando inclusión de estos activos en el sistema financiero ya no represente riesgos para la financiación de la economía real.

¿En qué difieren del euro digital?

Frente a la creciente adopción de estos activos (especialmente los denominados en dólares), el Banco Central Europeo busca blindarse para evitar que se afiancen como medio de pago en la zona euro. Por ello, ha acelerado en el desarrollo de su propia moneda virtual: el euro digital. A diferencia de las stablecoins, se trata de una divisa pública, emitida y respaldada por la autoridad monetaria. Es la versión digital del billete: su valor es garantizado siempre, es decir, un euro siempre será un euro. Su estabilidad y su seguridad no están en duda. Y está pensada para pagos entre personas, transferencias trazables e inmediatas, pago en comercios virtuales o físicos.

Aunque todavía está en fase de desarrollo, el euro digital tendrá una versión online y una offline, es decir, que permitirá pagar incluso sin conexión a internet. El BCE está estudiando establecer un límite de tenencia, de unos pocos miles de euros, para que no suponga un riesgo para la capacidad de crédito de los bancos: es decir, para evitar que los consumidores muevan sus ahorros de los depósitos a las monedas estables. Algo que la normativa europea sobre criptoactivos no prevé en el caso de las stablecoins.

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