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Criptomonedas
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El apoyo de Trump a una reserva de bitcoin no es tan ridículo

La idea de un fondo gubernamental invertido en criptomonedas puede parecer ridícula, pero hay razones para que el Tesoro de EE UU considere incluirlas a su cartera

bitcoin
El candidato republicano Donald Trump en el evento Bitcoin 2024 en Nashville, Tennessee.Kevin Wurm (REUTERS)

La cuestión de qué activos financieros debe comprar y vender un banco central no es algo nuevo. Históricamente, la Reserva Federal (Fed) de los Estados Unidos se ha centrado en valores del Tesoro a corto plazo, pero la flexibilización cuantitativa llevó a la Fed a comprar valores hipotecarios y papel comercial de calidad en cantidades significativas. De manera más general, las autoridades monetarias a menudo poseen oro y monedas extranjeras.

Por su parte, el gobierno de EE UU mantiene reservas de algunos productos básicos críticos, como su Reserva Estratégica de Petróleo. El Tesoro también posee reservas de divisas extranjeras y Derechos Especiales de Giro (DEG), mientras muchos gobiernos extranjeros van más allá y tienen extensos fondos soberanos que incluyen acciones, recursos naturales (Canadá tiene su propia reserva estratégica de jarabe de arce) y otros activos.

Ahora entra en escena el bitcoin. La senadora Cynthia Lummis, de Wyoming, ha presentado un proyecto de ley para que el Tesoro cree una reserva de 67.000 millones de dólares (60.200 millones de euros al cambio actual) en esta criptomoneda, y el candidato presidencial republicano Donald Trump apoya la idea, diciendo que sería “un activo nacional permanente que beneficiaría a todos los estadounidenses”. El proyecto de ley puede no ser una legislación seria —es muy poco probable que se apruebe—, pero plantea una pregunta importante: ¿Bajo qué circunstancias se pueden justificar las compras gubernamentales de criptomonedas?

No es una hipótesis. El fondo de pensiones de Jersey City tiene planes de invertir en bitcoin, como ya lo hace el estado de Wisconsin. Es posible que estos planes, y la politización del bitcoin en otros contextos, estén complaciendo a los tenedores de criptomonedas y poniendo en un riesgo inaceptable el dinero de los contribuyentes. Sin embargo, si entidades privadas respetables están invirtiendo en bitcoin, como de hecho ocurre con los ETF financieros actuales, es improbable que la “separación entre el Estado y bitcoin” dure para siempre.

Como ejemplo de un caso a favor de las compras gubernamentales de bitcoin, consideremos Argentina, donde la hiperinflación ha hecho que tanto el dólar como esta criptomoneda sean muy populares. Las tasas de inflación están disminuyendo bajo el mandato del presidente Javier Milei, pero el futuro de la divisa en Argentina probablemente aún incluya ambas monedas. El propio Milei sugirió algo parecido recientemente.

El Salvador es otro ejemplo. El país ya está totalmente dolarizado, y el presidente Nayib Bukele ha estado tomando medidas para fomentar el uso y la inversión en criptomonedas. Hasta ahora, su revolución cripto no ha despegado, pero el país ofrece condiciones altamente favorables para los usuarios e inversores de criptomonedas. Si estas aumentan en importancia, parte de esa actividad financiera podría tener lugar en El Salvador, aunque solo sea por razones regulatorias.

En resumen, podría haber varios gobiernos que usen dólares y criptomonedas como una parte significativa de su base monetaria, junto con la moneda local (si todavía existe). De hecho, cuanto más se extienda la dolarización, más podría aumentar la demanda de criptomonedas y bitcoin.

Muchos países son conscientes de las ventajas de utilizar el dólar, pero también pueden llegar a ver las criptomonedas como una herramienta útil que debilita la capacidad del gobierno de EE UU para aplicar sanciones financieras. El resultado final podría ser más dolarización, pero con las criptomonedas como un sistema financiero complementario. Las criptomonedas también podrían proporcionar a esos países una oferta monetaria más flexible, en caso de que encuentren la política de la Reserva Federal demasiado restrictiva para sus economías.

Volviendo a las preocupaciones internas de EE UU: si las criptomonedas y el dólar son complementarios a nivel internacional, el gobierno de EE UU podría querer fomentarlas como una forma de expandir el alcance del dólar. Este se afianzaría aún más como la moneda de reserva global, lo que aumentaría los niveles de consumo en Estados Unidos.

Siguiendo esta línea de razonamiento, es útil preguntar qué podría hacer Estados Unidos para fomentar el uso de criptomonedas. Si la Fed o el Tesoro compraran y mantuvieran una cantidad modesta de bitcoin, como lo harían con una moneda extranjera de menor categoría, eso ayudaría a legitimar el activo a los ojos de los mercados financieros globales. El efecto a largo plazo podría ser aumentar la demanda de dólares también.

Incluso en este escenario, el caso de las compras gubernamentales de criptomonedas no es irrefutable. Una advertencia es que el gobierno podría comprar tantas criptomonedas que se convertiría en una fuerza importante para fijar su precio. Los votantes que poseen criptomonedas podrían entonces presionar al gobierno para aumentar o mantener el valor de sus carteras, al igual que los propietarios de viviendas a menudo apoyan las regulaciones de zonificación o la deducción hipotecaria. Los mercados de criptomonedas se politizarían.

También existe la preocupación de que una adopción gubernamental demasiado fuerte podría hacer que los innovadores en criptomonedas se volvieran reticentes y demasiado conservadores. No siempre es bueno para la innovación tener al gobierno como un cliente importante. Esa es una razón por la que se podría esperar que cualquier inversión del sector público en bitcoin sea modesta.

De todas formas, la separación entre el Gobierno y las criptomonedas eventualmente llegará a su fin. Mi única sugerencia es que cualquier cambio se realice lentamente, de manera modesta y lo más alejado posible de la política.

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