La subida de precios por Oriente Próximo revive a las petroleras en Bolsa
Tras meses de penurias, las valoraciones del sector incorporan el alza reciente del ‘brent’. La menor demanda futura, sin embargo, frena a los colosos fósiles
No solo pintaban bastos para los grandes países productores de crudo, reunidos en torno a la antaño todopoderosa Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP): las petroleras occidentales y, muy particularmente, las europeas llevaban meses sufriendo la caída de precios del crudo, que había pasado de 90 a 70 dólares por barril en menos de medio año, y unas perspectivas de demanda nada halagüeñas para sus intereses. Todo eso ha cambiado en un abrir y cerrar de ojos: el brent ha regresado a la zona de 80 dólares por barril por primera vez desde mediados de julio.
Este giro de guion, con el mercado pendiente de cualquier novedad en Oriente Próximo, está dando réditos a las alicaídas petroleras. Quién sabe por cuánto tiempo —el futuro parece escrito: el mundo no camina, precisamente, por los derroteros que desearían estas empresas y países—, pero los gigantes fósiles occidentales parecen haber dejado atrás la fase más aguda de sus penurias.
El estirón de los últimos días ha permitido a la estadounidense ExxonMobil revalidar su máximo histórico, con una valoración por encima de 500.000 millones de dólares. En Europa, tras dejarse la cuarta parte de su capitalización en solo seis meses, la española Repsol y la británica BP recuperan en las dos últimas semanas parte del terreno perdido. La angloneerlandesa Shell, la francesa TotalEnergies y la noruega Equinor incluso borran las pérdidas cosechadas en verano, cuando el aterrizaje del crudo rompió los esquemas del sector. Todas ellas están, aún, muy lejos de probar las mieles en las que están instaladas las Bolsas occidentales por los recientes (y venideros) recortes en los tipos de interés. Pero la sangría, al menos, parece haberse cortado.
Hasta que Irán atacó Israel la semana pasada, presionando así al alza el precio del crudo, las petroleras occidentales se estaban viendo acosadas desde varios frentes. El petróleo bajaba. Las estrecheces en las refinerías, que tanto dinero les había dado en otros tiempos, quedaron atrás hace tiempo, a medida que las piezas del puzle se recolocaban tras la invasión rusa de Ucrania. Y los beneficios extraordinarios, muy extraordinarios, se evaporaban en sus cuentas de resultados.
La consecuencia de todo esto es que se esfumaron las altas valoraciones en los parqués. Un patrón, de nuevo, especialmente exacerbado en el caso de las petroleras europeas, que habían pasado de cotizar con un descuento histórico del 20% respecto a sus pares estadounidenses en las dos últimas décadas a hacerlo con un 40%, según los datos publicados hace unos días por el banco estadounidense de inversión Goldman Sachs. Aunque algo menor tras el reciente estirón en Bolsa, esa brecha se mantiene.
“Preferimos las opciones más defensivas, con cuentas de resultados fuertes, menor sensibilidad al precio del crudo y umbrales de rentabilidad bajos”, se lee en el informe, compartido con este diario. Un grupo en el que destacan dos nombres europeos: Shell, que incluso con el precio del crudo en los 70 dólares a los que cayó poco antes de que el avispero de Oriente Próximo se complicase aún más, es capaz de mantener el dividendo y de seguir comprando y amortizando acciones propias, y Equinor. En el lado opuesto, Repsol es la que más sufriría ante una caída sostenida en el precio de las materias primas energéticas.
Menos demanda
Coyuntura en Oriente Próximo al margen, el telón de fondo sigue siendo el mismo que hace unos días. China, el mayor importador mundial de crudo, cruzó hace tiempo el Rubicón del pico de demanda: a partir de ahora, solo puede caer, ante el empuje del coche eléctrico. Y la propia Agencia Internacional de la Energía (AIE, el brazo de análisis energético de los países ricos) apunta a un apabullante exceso de crudo en el mercado mundial en 2030.
Hasta el ataque iraní —y a la espera de la respuesta de Israel, que baraja bombardear instalaciones petroleras de Teherán, el séptimo mayor productor de crudo del mundo—, los economistas de Goldman Sachs incluso atisbaban los 60 dólares por barril en 2025 en tres escenarios: que el consumo de China no responda al reciente paquete de estímulos, que Donald Trump gane las elecciones y cumpla su promesa de poner un arancel universal del 10% sobre todas las importaciones estadounidenses (lo que reduciría la demanda mundial de energía) o que la OPEP acabe dando su brazo a torcer y revierta sus recortes actuales, de unos 2,2 millones de barriles diarios. Escenarios, todos ellos, plausibles al margen de lo que ocurra en Oriente Próximo.
La opción, cada vez con más visos, de que Arabia Saudí y sus adláteres de la OPEP pongan punto final a los recortes de oferta con los que han tratado de contener la sangría de precios— sería una mala noticia para las petroleras. Esta nueva política de Riad, llamada a expulsar del mercado a los productores con mayores costes de extracción —sobre todo a los gigantes estadounidenses de la fracturación hidráulica (fracking)—, presionaría aún más a la baja los precios. Y volvería a complicar las cosas a las firmas occidentales del sector, todas ellas con costes de extracción relativamente altos respecto a los petroestados del golfo Pérsico.
Las gasistas, en problemas a largo plazo
Frente a los vaivenes del crudo, el precio del gas ha mostrado una sorprendente estabilidad. Pese al lleno total de las reservas europeas para el invierno, lejos de caer este combustible cotiza hoy en el Viejo Continente casi un 30% más caro que a principios de año. Las previsiones, sin embargo, son bajistas para lo que resta de década, cuando la entrada en acción de nuevos pozos y terminales de licuefacción y la menor demanda para generación eléctrica —por las renovables— amenazan con reducir sustancialmente los precios.
“El mercado de GNL [gas natural licuado, el que se mueve por barco] experimentará un crecimiento significativo en volumen a partir de 2025, sobre todo desde Qatar y América del Norte”, auguran los técnicos de Goldman Sachs. “Creemos que esta ola de suministro generará un ciclo bajista en los mercados mundiales de gas que probablemente se prolongará durante la segunda mitad de esta década”.
El impacto de esta bajada para las firmas fósiles europeas debería ser “limitado” en lo más inmediato, ya que una parte significativa de los volúmenes que venden tienen fijado el precio de antemano. Más adelante, sin embargo, el exceso de suministro global de GNL “afectará a sus ganancias”, avisan desde el gigante estadounidense de la inversión.
De los nombres analizados por Goldman Sachs, la escandinava Equinor sería la más afectada por un aterrizaje en el precio del gas en Europa, mientras que la francesa TotalEnergies es la más expuesta a los mercados de gas licuado. Shell, BP y Repsol tienen un vínculo menor de los ingresos gasistas: su cuenta de resultados baila al son del crudo y depende, por tanto, de lo que ocurra o deje de ocurrir en Oriente Próximo. Allí se posan hoy, todas las miradas.