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A Fondo
Tribuna
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Las petroleras ante la fuerza del sino

Las empresas del sector niegan su naturaleza: ya no son petroleras, sino multienergéticas verdes, pese a que el grueso de su negocio son los hidrocarburos

Carmen Monforte
Plataforma 'off shore' en Irak.
Plataforma 'off shore' en Irak.Efe

A lo largo del siglo XX, y aun a comienzos del XXI, petrolera era sinónimo del máximo poder, el exponente supremo del capitalismo. No en vano, el primer gran empresario del petróleo, ese combustible que impulsó un desarrollo de la economía mundial sin precedentes, John D. Rockefeller, se convirtió en el hombre más rico del mundo y su apellido (heredado por una larga saga) el símbolo de la abundancia y el dominio: su compañía, la Standard Oil, se hizo con el monopolio real del mercado estadounidense. Solo unas pocas empresas privilegiadas, en buena medida estatales, dispusieron de los recursos suficientes (los petrodólares) para lanzarse a la exploración y la producción de hidrocarburos, primero en tierra, y posteriormente, agotados los yacimientos de más fácil acceso, en el mar, la selva o los desiertos.

Nadie puede discutir el peso económico y el poder que aún mantienen los hidrocarburos: la compañía más grande del mundo, la saudí Aramco, es una petrolera que el año pasado ganó más de 160.000 millones de dólares, y otro coloso del sector, la rusa Gazprom, ha mantenido en jaque durante casi tres años a la economía europea, al haber sido utilizada como arma económica contra los países de la UE por Vladímir Putin en el contexto de la guerra de Ucrania. El recorte de la oferta de gas a Europa que inició en el verano de 2021, como preparativo para la invasión de febrero de 2022, provocó una escalada histórica de los precios de la energía, con inflaciones galopantes en toda Europa y beneficios más que extraordinarios para las compañías energéticas. Una gran caja que, derivada de un conflicto excepcional, es improbable que se vuelva a repetir.

Tras la evidencia científica del cambio climático por la acción del hombre, el futuro de los combustibles fósiles, principales causantes de las emisiones de gases de efecto invernadero, como el CO2, se avecina muy oscuro a medio y largo plazo. Presionadas por las políticas dirigidas a la descarbonización y la electrificación de la economía para frenar el calentamiento del planeta, las otrora poderosas petroleras ocultan su naturaleza y muchas de ellas aparentan ponerse al frente de la manifestación en la lucha contra el cambio climático.

La mayoría, como es el caso de las españolas Repsol y Cepsa, evitan ser llamadas por su nombre: ya no son petroleras, sino compañías multienergéticas, pese a que el grueso de su negocio sigue siendo la exploración y producción (el upstream que con tanto orgullo pronunciaba hace unos años el presidente de Repsol, Antonio Brufau); el refino (Cepsa ha bautizado como Energy Parks a esta división, y con otros términos ininteligibles, el resto de sus negocios) y la venta de carburantes (gasolinera es otra palabra tabú: mejor, estación de servicio).

La actitud vergonzante de las compañías hacia su actividad tradicional y la proyección de una imagen verde no se corresponde, por el momento, con la realidad de sus cuentas. De los 2.939 millones de ebitda ajustado que Cepsa obtuvo el año pasado, 1.868 millones correspondieron a exploración y producción. En el caso de Repsol, mucho mayor que su rival, de los 6.661 millones de beneficio neto ajustado, solo 540 millones correspondieron al negocio de renovables y comercial, y el resto, casi al 50%, del upstream e industrial.

Los nuevos negocios libres de carbono a los que se están viendo abocadas estas compañías es todavía una parte ínfima de sus ingresos y beneficiosa. Y es que frente a una actividad intensiva en capital, como la exploración y producción, y el resto de la cadena de valor (refino, petroquímica y venta de combustibles) que solo afrontar grandes grupos multinacionales sin apenas competencia, en el sector de las renovables proliferan pequeños inversores (caso de la fotovoltaica) y de medianos y grandes (en la eólica). Tampoco la venta minorista de luz y gas tampoco es fácil, pues se trata de mercados de una gran rigidez con un cierto oligopolio llamado Iberdrola-Endesa, donde conseguir clientes es una tarea titánica.

Hueco fósil

De hecho, pese a sus ofertas multienergéticas, la cartera de clientes de Repsol en ese mercado proceden principalmente de la compra en 2018 de la eléctrica cántabra Viesgo, en su día la cuarta del sector, y de la recién adquirida participación del 50,01% de CHC, que le permite computarse los 350.000 clientes de esta comercializadora. Sumados estos, Repsol tiene 1,8 millones de clientes eléctricos y dos millones teniendo en cuenta los de gas. Cepsa tiró la toalla en 2021, con la venta de su cartera a la comercializadora Podo y anunció su intención de centrarse en clientes industriales, a los que ofrecer gas, luz y carburantes.

En medio de la encrucijada ecológica, algunas compañías pontifican con mensajes contradictorios. En la junta de accionistas de Repsol celebrada el jueves pasado, su presidente defendió la lucha contra el cambio climático y la descarbonización y reiteró el objetivo de emisiones netas cero que la compañía se ha marcado para 2050. Pero en el mismo discurso, Brufau criticó, entre otras muchas cuestiones, las políticas de vanguardia europeas, que, en su opinión, harán perder competitividad a su industria frente a Estados Unidos y China, más proteccionistas y retardistas en la lucha contra el cambio climático.

Todo apunta a que las petroleras no podrán cubrir con el negocio eléctrico el gran hueco que en un futuro podría dejar su pingüe actividad tradicional (salvo grandes y complicadas operaciones corporativas) y sus opciones de salvarse por dentro, con tecnologías aún poco maduras, costosas o escasas (como los ecocombustibles, los combustibles sintéticos, el hidrógeno verde o la captura de carbono, de la que ya casi nadie habla), es aún una quimera. Aunque los plazos de los objetivos climáticos son largos y el sistema económico juega en su favor, la presión de las organizaciones ecologista exigiéndoles un mayor compromiso irá en aumento. No en vano, las grandes europeas, como Shell o TotalEnergies han sufrido asaltos de estos grupos en sus recientes juntas generales de accionistas. Por el momento, todas han anunciado grandes inversiones en negocios bajos en emisiones en sus planes estratégicos.



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Sobre la firma

Carmen Monforte
Es redactora de Energía de Cinco Días, donde ocupó también los cargos de jefa de Especiales y Empresas. Previamente, trabajó como redactora de temas económicos en la delegación de El Periódico de Cataluña en Madrid, el Grupo Nuevo Lunes y la revista Mercado.

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