Armando Albarrán (Freshfields): El hombre tranquilo que vio al ladrillo arder y reconstruirse
Este experto, abogado líder de 2022, ve con optimismo la crisis
Algunos opinarán que hay que tomarse la vida con mucha filosofía para, siendo hincha del Atlético de Madrid, trabajar en una oficina encaramada sobre el Santiago Bernabéu. Esta es la piedra en el zapato de Armando Albarrán (Madrid, 1969), socio de Freshfields Bruckhaus Deringer, quien desde lo alto de la Torre Europa tiene unas vistas privilegiadas para culminar las largas jornadas laborales de los abogados de fusiones y adquisiciones (M&A), y ver, oír y hasta sentir las épicas remontadas (y también las derrotas) de su archirrival, el Real Madrid, en su propio campo.
Las vistas privilegiadas de Albarrán son también del propio mercado. Es el abogado líder en M&A en 2022, de acuerdo a las clasificaciones de TTR, Mergemarket y Bloomberg. Y líder también en los últimos cinco años, de 2018 a 2022, de acuerdo a Mergemarket. “Nosotros no somos los protagonistas de las operaciones. Somos los actores de reparto, no los protagonistas”, afirma con prudencia.
La imagen que transmite Albarrán es la de un hombre tranquilo. Quizá si no es desde esta serenidad le sería imposible trabajar tan cerca de su eterno rival. Sin buenas dosis de tranquilidad y templanza, probablemente tampoco hubiese conseguido pergeñar de su puño y letra los contratos de compraventa o de salida a Bolsa de las principales transacciones del mercado español en las últimas décadas.
“Las primeras transacciones que recuerdo con cariño de mi carrera fueron una serie de salidas a Bolsa de tamaño mediano en las que trabajamos junto a Morgan Stanley. Fueron esos momentos al principio de tu carrera en los que empiezas a tener visibilidad y acceso a mucha gente. Son los primeros momentos que me han ayudado mucho en mi carrera posterior. Mis operaciones son mi verdadero marketing”, comenta. Fueron los debuts en el parqué, en torno a 2005, de compañías como Corporación Dermoestética, Renta Corporación, Laboratorios Rovi, Riofisa o Vueling. Eran firmas con un valor de mercado de en torno a 500 y 1.000 millones que demuestran el gran interés de las empresas por cotizar en Bolsa en aquella época y el apetito de los inversores, muchos minoristas, por invertir en los neófitos del mercado. Hoy, las OPV se cuentan con los dedos de una mano y en su lugar campan a sus anchas los fondos de capital riesgo.
Eran también los años de vino y rosas del sector inmobiliario. Albarrán los describe como de un “optimismo desbordante, irracional”. “Estaban llenos de personajes irrepetibles que me recuerdan a la serie La liga de los hombres extraordinarios, que trata sobre los presidentes de los clubes de fútbol durante los años noventa”. El ladrillo dio mucho trabajo a Albarrán en esa época. Asesoró en una catarata de opas que marcaron un sector convulso e hiperactivo, como las de Reyal a Urbis, Inmocaral sobre Colonial y luego Colonial sobre Riofisa, o de Martinsa a Fadesa. Unas transacciones que ahora, a toro pasado, reconoce que quizá se realizaron “demasiado rápido”.
Pero todo se esfumó. La caída de Lehman Brothers dio al traste con todo el sector inmobiliario, que vio cómo las promotoras estrella se convertían en concursos de acreedores.
Este abogado se declara un optimista por naturaleza. En ese duro momento llegó un balón de oxígeno del Gobierno que cambió el panorama del sector, la creación de las socimi. Albarrán pasó de diseñar promotoras a estas sociedades patrimonialistas con una base de activos sólida. En concreto, trabajó activamente en la creación de la firma reina, Merlin, a la que ha acompañado durante todo su crecimiento, desde la salida a Bolsa hasta operaciones corporativas como la compra de las oficinas de BBVA, la compra de Testa o las oficinas y centros comerciales de Metrovacesa. Es precisamente acompañar a las empresas desde casi su nacimiento hasta convertirlas en gigantes corporativos lo que apasiona a Albarrán de su trabajo. Esto mismo que ha llevado a cabo con Merlin lo ha replicado con Amadeus, desde su primera salida a Bolsa hasta la actualidad, pasando por la opa del capital riesgo, pero también con Naturgy o MásMóvil.
Una década después, Albarrán vuelve a enfrentarse a otra crisis. Una vez más tira de optimismo. Este optimismo le valió para reconstruir el inmobiliario, para resurgir de las cenizas tras el Covid-19 –cuando rememora que el confinamiento frustró el primer intento de opa sobre MásMóvil– y ahora para confiar en una reactivación del mercado, atenazado por las subidas de tipos y la guerra en Ucrania.
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