Alberto Palatchi: “El miedo a fracasar es de perdedor”
Con su empresa de vestidos de novia sigue la tradición familiar, pues su padre era el dueño de Pronovias hasta su venta en 2017
De Alberto Palatchi (Barcelona, 1992) se puede decir que lleva en la sangre el negocio de los vestidos de novia, porque a él se dedicaron su abuelo y su padre, con los que comparte nombre. Su progenitor era el dueño de Pronovias, un gigante del sector para el que Palatchi hijo trabajó en el área comercial, y que fue adquirida en 2017 por BC Partners por 550 millones de euros. Tras la venta de la compañía familiar, pasó a Pepsi Co, hasta que decidió estudiar un MBA en la escuela de negocios Insead, en Francia, “para complementar la formación como abogado” que había tenido, tal y como cuenta a través de una videoconferencia. Fue allí, “en ese ambiente de negocio tan estimulante”, donde se decidió a abrir a abrir su propia firma, que apenas tiene un año de vida.
- R. ¿Por qué se decidió a crear su propia firma de vestidos de novia?
- R. El germen digamos que ya lo llevaba dentro, porque al final es a lo que mi familia se ha dedicado toda la vida. Y lo recordaba como una época en la que había sido superfeliz, tanto a nivel personal como laboral. Estuve analizándolo, pensándolo muy bien. Un día fui a ver a mi padre a Madrid, que es donde vive. En un viaje en coche le comenté la idea. Lo hice más que nada porque para mí es la persona que más sabe del negocio de la novia, y quería saber su opinión. Lógicamente es una ventaja tener como padre a una persona que entiende tanto de este sector. Tenía dudas sobre si el momento, la idea y el planteamiento eran correctos. Le pareció bien y es una cosa que siempre suma. Aunque, de todas maneras, me dijera lo que me dijera, lo iba a llevar a cabo. Tener el OK de una persona como él siempre te ayuda a tener más confianza.
- R. ¿Por qué le puso su nombre a la marca?
- R. Pensaba que muchísimas casas de moda de lujo llevan un nombre propio, y en su día, sin ningún tipo de intención de querer compararme con esos nombres, quién era Christian Dior o Hugo Boss, nadie los conocía. Fueron gente de oficio, que trabajaron duro, hicieron su marca y, como consecuencia, ahora son nombres muy reconocidos. Son ventajas de tener un nombre propio. Y manda un mensaje de compromiso al mercado. Si pones tu nombre se supone que vas en serio.
- R. ¿Ha sentido más o menos presión de lanzar su marca en lugar de seguir con la empresa familiar, en el caso de que hubiera sido posible?
- R. Cada parte tiene sus ventajas e inconvenientes. Yo creo que una gran ventaja de empezar por tu cuenta, y aún más en un sector como la novia, es que lo tienes todo por hacer. Partes de cero, lo tienes todo por ganar. Sin embargo, cuando te dan una empresa ya grande y consolidada, que está hecha a la medida de una persona que no eres tú y tiene un entendimiento mucho mayor, es como que te den una avioneta o un caza de quinta generación. Es más fácil aprender a pilotar en una avioneta. Empezar con una cosa pequeña que vas creando un poco a tu medida, flexible y que se puede ir adaptando con más facilidad que una gran empresa tiene muchas ventajas. La verdad es que a nivel de desventajas casi que tiene las mismas, porque, de todas formas, hagas lo que hagas, la gente tiene la manía de compararte con lo que han hecho tus ascendientes. Pero a mí eso me da igual.
- R. ¿Cuáles son los planes de futuro de la compañía?
- R. Somos una empresa que nos hemos centrado en las ventas en tiendas multimarcas, principalmente porque era la parte en la que tenía más experiencia. Cuando trabajaba en Pronovias fui representante y luego director de zona en ese departamento. Las tiendas propias son un universo completamente aparte, no lo tengo en absoluto descartado. Simplemente, para el momento en el que estamos creo que lo más lógico era empezar centrando el tiro, y una vez estemos más consolidados podremos llegar a considerar muchísimas más posibilidades. Mi objetivo es seguir creciendo en Europa, seguir consolidando y creando equipos, así como seguir concentrándome en desarrollar una personalidad de imagen y de producto.
- R. ¿Qué aprendió en su experiencia que sea una máxima en su empresa ahora?
- R. Una cosa que me gusta decir es que las cosas son más fáciles cuando se hacen que cuando se piensan. Yo siempre me he encargado de abrir mercado, en Estados Unidos o en Pepsi, y a veces te parece un reto enorme, que no sabes por dónde empezar. Lo mejor es empezar, da igual por dónde, pero empieza. Hazlo rápido, y si vas cometiendo errores, ya los irás enmendando. Pero lo que de verdad es de perdedor es no intentar algo por el miedo a fracasar.
- R. ¿Considera que un vestido de novia, que se pone un día, es un producto de lujo?
- R. Evidentemente es un producto de lujo, pero no hay que olvidar que no es una camiseta. Hay una elaboración muy compleja que exige un gran esfuerzo por parte de muchísimas personas, distribuidas por todo el mundo, para hacer que las novias se sientan guapas, elegantes y felices el día de su boda. Puede ser un lujo asequible, porque 2.500 euros [el precio en su firma] no es algo que nadie en absoluto se pueda permitir. Dentro del esfuerzo económico general que supone la celebración de una boda, puede entrar en lo entendible.