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Andrés Reisinger: “Hay coleccionistas que prefieren mi obra a un Picasso”

El argentino afincado en Barcelona ha colaborado con Apple, Nike o Samsung y una de sus obras se subastó por medio millón de euros

Andrés Reisinger, artista digital.
Andrés Reisinger, artista digital.
Ixone Arana

Los tonos pastel, las texturas acolchadas, los paisajes salvajes. Las obras digitales de Andrés Reisinger (Buenos Aires, Argentina, 1990) son reconocibles al instante gracias a su fusión entre la fantasía imposible y la arquitectura más realista. Esta mezcla ha despertado el interés de grandes marcas internacionales, como Apple, Microsoft, Nike o Samsung, con las que ya ha colaborado. También el de galerías y coleccionistas: su obra Arcadia se adquirió en una subasta de Christie’s por 525.000 dólares a finales del año pasado. Antes de eso, la revista Forbes ya lo había nombrado uno de los visionarios menores de 30 años en la categoría de arte y cultura. Ahora tiene 31 y está inmerso en proyectos con los que apenas soñaba antes de llegar a Barcelona, donde el argentino cuenta con su propio estudio desde 2018.

R. ¿Por qué Barcelona?
R. Las tardecitas de Barcelona tienen ese qué sé yo, ¿viste? Primero, la cercanía con la naturaleza es muy importante para mí. Realmente se siente estar entre el mar y las montañas, aunque yo prefiero las montañas. Y, segundo, hay un punto de bohemia de la buena en Barcelona que es muy interesante, tanto en la historia pasada como hoy en día. Sitios tan relevantes como la Casa Batlló, creada por Gaudí, le aportan un valor cultural y emocional increíble.
R. ¿Cómo fue dar los primeros pasos para construir su propio estudio?
R. Muy difícil no, lo siguiente. Yo he empezado de cero en Buenos Aires y desde ceros a la izquierda aquí, en Barcelona, desde la nada misma. Solo tenía mi tiempo. Ese era mi único recurso. Creo que me he administrado bien a base de mucha disciplina y esfuerzo, una herramienta que adquirí en mi juventud estudiando en el conservatorio de música clásica.
R. Ha descrito su obra como surrealismo mágico. ¿A qué se refiere?
R. Mi obra, en muchos sentidos, se ve muy terrenal y sin saltos fantásticos a simple vista. Pero cuando te adentras en mí y en ella, descubres que todo lo que parecía ordinario está deformado. Así es como veo yo el mundo, el tiempo... Yo me siento muy normal, pero con el tiempo me he dado cuenta de que mi percepción no es la más común ni cercana.
R. Parece el momento del arte digital, ¿es una manera de abrir más puertas a artistas jóvenes como usted?
R. Hay que ponernos en contexto. Yo tengo 31 años y utilizo herramientas digitales desde hace 25. Nunca he tenido el interés en tener un cuaderno de notas o de bocetos porque siempre tuve mis ordenadores. Así como yo, somos varias generaciones de artistas las que hemos estado no solo explorando, sino dándole forma a lo que hoy vemos como arte digital. No existía. Y yo me siento parte del movimiento fundacional de este tipo de expresión. El arte digital me ha abierto muchas puertas a mí y a muchos artistas de mi generación.
R. ¿Puede servir también para hacer el arte más accesible a coleccionistas sin tanto poder adquisitivo como los tradicionales?
R. La mayoría de mis obras en mercado son obras únicas y esto hace que solo algunos coleccionistas puedan adquirirlas. Pero también tengo ediciones más grandes, con un valor inferior a los 7.000 dólares, y muchas de ellas han sido la primera obra de mucha gente joven. Hay coleccionistas que están empezando y se sienten mucho más identificados con mi obra que con un Picasso.
R. ¿Cuál es el secreto para valer ese dinero?
R. No tengo la menor idea. Pero creo que ser sincero con lo que uno crea es fundamental. Cuando las buenas oportunidades aparecen, la sinceridad es el camino hacia muchos éxitos.
R. ¿Qué diferencia este arte del tradicional?
R. Hoy es tan popular un iPad como hace años lo era un lápiz o un pincel. No digo que esas herramientas están en el olvido, pero hay herramientas distintas, nuevas. Y las nuevas generaciones suelen interesarse por las herramientas que reflejan el momento en el que viven. Lo que es verdad es que tomar control de algunas herramientas digitales tiene una curva de aprendizaje un poco más vertical que otras disciplinas.
R. ¿Por qué esa fijación por el interiorismo y el mobiliario en su obra?
R. De niño jugaba a videojuegos y sentía que perdía el tiempo bajo las reglas dictadas por otros. Apenas pude, intenté aprender la manera de construir mis propios mundos, bajo mis propias reglas. Esto me ha llevado a generar espacios y a jugar con mobiliario tratándolo como escultura. El uso de mobiliario en mis obras suele tener un significado de código social, más que un mero diseño estético. Yo uso el código social de lo que significa una silla para generar una obra escultórica que ponga en fricción este código. Creo que he intentado salirme de la pantalla tanto como he intentado escapar del lienzo y la pintura.
R. La butaca Hortensia, una de sus obras, se comercializa ahora en el mundo real de la mano de la firma Mooi. ¿Tiene el arte digital cabida en el mundo físico?
R. El salto de lo digital a lo físico, en el caso de Hortensia, fue una performance. Fue un requerimiento de la misma obra. No creo que todo en el arte digital sea interesante de materializar. He visto muchos ejemplos puramente estéticos que se caen en el mundo de la decoración.
Butaca 'Hortensia'.
Butaca 'Hortensia'.
R. ¿Y al revés? ¿Puede que su estudio se vaya al metaverso?
R. Pienso mucho en esto. De hecho, tengo cuatro proyectos espaciales/arquitectónicos desarrollados en el metaverso desde hace años. El último, una casa en un bosque, parte de un manifiesto del metaverso que he desarrollado con un filósofo y una arquitecta.

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Sobre la firma

Ixone Arana
Es redactora de Estilo de Vida. Antes de incorporarse a EL PAÍS, donde también ha escrito para la sección de Madrid, trabajó en 'Cinco Días', principalmente en la sección de Fortuna. Graduada en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS.

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