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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

La reforma de las pensiones: ojo a los parches

La barca del sistema, que hace agua por todas partes y en la que no cabe un alma más, no se reflota con retoques, sino con un cambio estructural

No hay nada más injusto que cambiar las reglas del juego a mitad de partido para intentar remontar cuando uno de los equipos va perdiendo por goleada. En nuestro país tenemos un sistema de pensiones con más parches que el flotador de Freddy Krueger como consecuencia de las distintas reformas paramétricas que se le han aplicado durante años y las que están por llegar.

Sabemos, desde hace tiempo que una de las condiciones impuestas por ­Bruselas para recibir los fondos europeos, a pesar de que el Gobierno lo ha negado en muchas ocasiones, es que se haga una profunda reforma estructural del sistema de pensiones y, por eso, desde el año pasado se están cambiando las reglas de nuestro sistema, pasito a pasito, como el que va montando un puzle, hasta que finalmente se pueda ver todo el conjunto, y la imagen podría ser desagradable. Lo cierto es que muchos sabemos, desde hace tiempo, cuál es la imagen que nos va a mostrar el rompecabezas.

Todas las medidas ya aprobadas y las que están por llegar tienen un mismo objetivo: reducir en unos 30.000 millones de euros la factura de las pensiones, que es el mandato de Europa. Se trata de un mandato que se puso en marcha tras la pandemia, cuando la inflación era muy baja y nadie imaginaba que pudiese alcanzar los niveles actuales, menos aún de forma estructural. Es decir, que el ahorro estimado se basaba en que la inflación a futuro sería controlable, dentro de los límites del 2%, y que el aumento en el gasto en pensiones por revalorización no afectaría significativamente. Teniendo en cuenta que nuestra pirámide poblacional está invirtiéndose y que cada vez

hay más pensionistas y menos trabajadores con los que alimentar nuestro sistema de reparto, cualquier reducción del gasto en pensiones conlleva necesariamente un recorte en la cuantía de las pensiones futuras, aunque se busque disfrazarlo de mejora. Las matemáticas son imbatibles.

Sin embargo, ya nadie niega que la inflación de este año seguirá siendo elevada y el propio Gobierno ha confirmado que, sí o sí, se van a revalorizar las pensiones con el IPC medio, porque ya es difícil imaginar otro mecanismo que lo rebaje, como ocurrió el año pasado, y porque las elecciones autonómicas y municipales están a la vuelta de la esquina, pues no se quiere poner en riesgo el voto de 9 millones de pensionistas que podrían dar un vuelco electoral de dimensiones dramáticas.

Como la inflación media que se tomará para revalorizar las pensiones a final de este año rondará el 10%, habrá un aumento del gasto en pensiones de unos 15.000 millones de euros más de lo esperado y, por tanto, habrá que sumarlo a lo que pide Bruselas. En definitiva, hay que buscar mecanismos adicionales para recortar pensiones y aumentar cotizaciones.

Y para no generar tensiones y ruidos sociales se van cociendo las medidas secuencialmente, como se hace con la rana hirviendo, poco a poco, para que no salte y salga de la cazuela. Además de recortar las cuantías, se incrementan los ingresos por cotizaciones, ya sea alargando la vida laboral, aumentando las cuotas de autónomos o destopando las bases máximas. Lo curioso es que la situación cada vez se parece más a una serie de televisión con nuevas temporadas. Tras el reciente acuerdo, por llamarlo de alguna forma, para subir las cuotas de autónomos, ahora se pone sobre la mesa alargar el periodo de

cómputo desde los 25 años hasta los 35 años, cuando hace años eran 15. Esta medida consigue rebajar en un 10% el importe a cobrar de las pensiones. Sin embargo, no ha habido una rebaja

equivalente en las cotizaciones que los futuros pensionistas han realizado, lo que implica que cada vez hay menos relación entre contribución y cuantía de la pensión.

De hecho, lo más beneficioso para el trabajador sería que pudiese elegir los mejores 25 años de toda su vida laboral, pero eso conlleva mayor gasto público y, de implementarse, tendría su letra pequeña. Y como la citada medida es muy impopular, debido a la precariedad y elevado paro estructural de nuestro mercado de trabajo que hace tener lagunas de cotización, ahora se anuncia otra posible medida: eliminar el tope máximo de la base de cotización, pero no hacerlo a la misma tasa con la elevación de la pensión máxima.

Las implicaciones son evidentes, se desliga, cada vez más, la contribución con la pensión a recibir, que tiene tendencia a la baja, además de aumentar las cotizaciones que deben pagar empresarios y empleados, que están con el agua al cuello, en un país con unas de las cotizaciones más altas de la OCDE.

Mientras tanto, las pensiones no ­contributivas, que suelen ser bajas, ­aumentan a mayor ritmo que las contributivas, lo que refuerza la tesis de que nuestro sistema está agotado y dejando de ser contributivo. Lo único que mantiene es que es de reparto, aunque cada año que pasa hay menos que repartir entre más pensionistas, que además tienen una longevidad mayor. Todo ello desincentiva el trabajo y fomenta la economía sumergida, mientras cada vez hay más jóvenes que piensan que no cobrarán pensión.

Por tanto, nuevos parches para la barca hinchable de las pensiones que ya hace aguas, por todas partes, y donde no cabe ni un alma más. Alguien debería entender que hay que cambiarla por otra estructuralmente diferente que nos permita, a los futuros pensionistas, navegar hacia buen rumbo de forma sostenible. Ojo al parche.

Juan Carlos Higueras es analista económico y profesor de EAE Business School

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