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Hay que volver a preocuparse por Grecia

El escándalo de las escuchar agrava la inestabilidad política. No es un ‘Grexit’, pero la economía del país preocupa

Hace tan solo unos años que terminó la película de terror del Grexit. Pero, lamentablemente, los acreedores, inversores y aliados de Grecia tendrán que empezar a preocuparse de nuevo por el país. Un escándalo de escuchas amenaza al Gobierno del primer ministro Kyriakos Mitsotakis y prolonga la inestabilidad política. No se trata de una reedición de la crisis que amenazó con excluir a Grecia del euro. Sin embargo, el elevado déficit y la deuda del Estado, que alcanza el 189% del PIB, son motivo de preocupación ahora que se disparan los precios de la energía y suben los tipos de interés.

A primeros de mes, el líder del Pasok, uno de los partidos de la oposición griega, acusó a los servicios secretos del país de haber pinchado su teléfono. También hubo un intento fallido, desde una fuente desconocida, de infectar su teléfono con un programa espía llamado Predator.

Mitsotakis, líder del partido de centroderecha Nueva Democracia, aseguró que no tenía conocimiento de las escuchas telefónicas y que, de haberlo sabido, no las habría aprobado. Cesó al jefe del servicio de inteligencia. El Gobierno niega haber comprado o utilizado Predator. Sin embargo, hay muchos interrogantes sobre el escándalo. Si hay más revelaciones perjudiciales, Mitsotakis podría tener dificultades para aguantar hasta las elecciones.

Los inversores y los aliados de Grecia se han mostrado en general entusiastas con el liderazgo de Mitsotakis. Su enfoque proempresa y su compromiso de modernizar el país atrajeron capital. Su promesa de aplicar una política fiscal sólida tranquilizó a la Unión Europea, que posee la mayor parte de la enorme deuda del país. Gestionó bien la pandemia, impulsó la digitalización del Gobierno y tomó medidas para descarbonizar la economía. Y su firmeza frente a la invasión rusa de Ucrania obtuvo elogios no solo en otras capitales europeas, sino también en Washington. Incluso pronunció un discurso ante una sesión conjunta del Congreso de Estados Unidos.

Sin embargo, también hay cosas de las que preocuparse. Mitsotakis no ha parecido muy interesado en luchar contra la corrupción. De hecho, hizo borrón y cuenta nueva con muchos en el sector financiero acusados de abuso de confianza y concedió una especie de amnistía fiscal a los grandes evasores de impuestos. También centralizó el poder, cambiando la ley para que los servicios de espionaje dependieran de él.

Al mismo tiempo, la política fiscal fue más relajada de lo que cabría esperar en un país que había pasado recientemente por una experiencia cercana a la muerte. El Gobierno repartió mucho dinero para apoyar a empresas y trabajadores durante la pandemia. También gastó una proporción del PIB mayor que la de cualquier otro país de la UE para amortiguar a los consumidores y las empresas de la crisis energética, según Bruegel, el grupo de expertos con sede en Bruselas. Según Miranda Xafa, economista griega, el Gobierno va camino de registrar este año un déficit primario (antes del pago de intereses) de aproximadamente el 3,5% del PIB.

Es probable que un nuevo Gobierno sea menos favorable a las empresas que el actual. También cabe el riesgo de que Mitsotakis adopte medidas populistas, especialmente gastar más dinero para limitar la factura energética, en un intento de aferrarse al poder. Como una elección sigue a otra, otros partidos tendrán el incentivo de prometer más gasto público.

Los acreedores de Grecia podrían argumentar que esto no importa demasiado. La deuda del país se reestructuró como parte de sus rescates. Grecia no tendrá que devolver el principal ni los intereses de la deuda que tiene con la UE hasta 2033. Además, aunque la deuda ha subido, la combinación de la inflación y el crecimiento económico hace que la carga se haya reducido como porcentaje del PIB: la ratio bajó 4 puntos porcentuales en el primer trimestre del año.

Por otro lado, la UE podría evitar las fricciones con Grecia, ya que Europa está inmersa en una crisis geopolítica y económica. Ya ha suspendido las normas fiscales de la UE, que se supone que deben mantener la deuda y el déficit nacionales bajo control. Y la UE está mucho más preocupada por la inestabilidad en Italia tras la caída del Gobierno de Mario Draghi.

Estos factores resguardarán a Grecia en el corto plazo. Pero podrían no ser suficientes si se produce un periodo prolongado de inestabilidad. Al fin y al cabo, el Gobierno sigue necesitando financiar su déficit actual. A partir de 2033, su factura de reembolsos e intereses se disparará.

Ya hay señales de inquietud entre los inversores. El viernes pasado por la mañana, los bonos del Estado griego a 10 años ofrecían una rentabilidad del 3,9%, lo que supone una subida de 93 puntos básicos en el último mes, y 256 puntos básicos más que el bund alemán equivalente. Aunque la rentabilidad de la deuda pública ha aumentado en todo el mundo, la rentabilidad de la deuda griega ha subido últimamente más rápido incluso que la de Italia, que ha subido 34 puntos básicos hasta el 3,6% en el último mes.

Es más, una vez superadas las crisis geopolítica y energética, la UE podría no estar tan dispuesta a hacer la vista gorda ante lo que ocurre en Atenas. La semana pasada, la Comisión Europea puso fin a su “vigilancia reforzada” de la economía griega, alegando que el país estaba finalmente fuera de peligro. Es una decisión de la que podría acabar arrepintiéndose.

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