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La promesa de Lagarde sobre su arma contra la crisis es vaga y tardía

Es una invitación a los inversores para que sigan poniendo a prueba la determinación del BCE

Christine Lagarde, presidenta del BCE.
Christine Lagarde, presidenta del BCE.reuters

El Banco Central Europeo ha visto la luz. El organismo reconoce por fin que debe hacer frente a los cada vez más elevados costes de endeudamiento de algunas economías de la zona euro. Su consejo de gobierno afirma que “acelerará” el diseño de una nueva herramienta de política monetaria para hacer frente a la subida de los rendimientos de los países más débiles. El compromiso llega tarde, y la intención sigue siendo vaga. Es una invitación a los inversores para que pongan a prueba la determinación del banco central.

Hace menos de una semana, el órgano rector del BCE no veía la necesidad de tomar ninguna medida específica para luchar contra las condiciones financieras divergentes entre los Estados miembros. La prima que exigen los inversores para mantener la deuda emitida por países como Italia y España ya había empezado a aumentar, ya que todos los principales bancos centrales han subido los tipos de interés, y el propio BCE puso fin a su propio programa de flexibilización cuantitativa.

El diferencial de la deuda italiana con respecto a la alemana se amplió en 37 puntos básicos tras la reunión de la semana pasada, cuando la presidenta Christine Lagarde se limitó a indicar que su institución estaría dispuesta a actuar, sin más precisiones.

La tardía reacción del BCE plantea ahora dos cuestiones. La primera es cómo de rápida puede ser la aceleración del diseño del nuevo instrumento. El banco parece dar a entender que ya se estaba trabajando en el diseño de un programa de compra de activos, que le permitiría centrar sus compras en los países cuyo rendimiento de los bonos no refleja los fundamentos económicos. Pero el BCE ha tenido meses para preparar una salida de la llamada flexibilización cuantitativa.

La segunda cuestión es la credibilidad de dicho programa, teniendo en cuenta las persistentes divisiones en el seno del consejo de gobierno sobre un programa de compra de bonos dirigido a Estados concretos. El anuncio de ayer implica que una mayoría ha aceptado finalmente la necesidad de un programa para garantizar que los países con políticas económicas razonables no sean castigados indebidamente por los mercados.

Pero siguen existiendo divisiones sobre el nivel de rendimientos que justificaría la intervención del BCE, y sobre si dicha acción estaría condicionada a compromisos políticos específicos de los distintos Gobiernos. Ese fue el caso de la anterior herramienta del BCE para ayudar a los países individuales, las llamadas Transacciones Monetarias Directas de Mario Draghi, que han quedado sin utilizar. Los halcones del consejo también temen que el BCE pueda ser acusado de financiar a los Gobiernos, o de financiación monetaria.

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