El reto de controlar una inflación que no depende solo de factores internos
La evolución al alza de los precios se ha convertido en una espiral de muy difícil de control en las economías europeas, fuertemente tensionadas por factores externos, como la guerra de Ucrania o la crisis energética, e inmersas en el contexto de una política monetaria que comienza a dejar atrás una larga etapa acomodaticia y afronta por primera vez en una década un horizonte de subida de tipos de interés, en un intento por enfriar el aumento de la inflación. Los datos de mayo no son alentadores y demuestran la dificultad de lidiar contra un rally de precios y costes alimentado por muy diversos factores, algunos de ellos no controlables bajo los parámetros de la política económica nacional. Es el caso de la evolución del euríbor a 12 meses, que desde el pasado 20 de abril cotiza en tasas positivas de forma ininterrumpida y se sitúa en su nivel más alto desde 2014, tras dejar atrás más de seis años de registros negativos, lo que encarecerá las hipotecas referenciadas a este índice más de 600 euros de media al año. Ese fuerte repunte se debe al cambio de signo de la política monetaria mundial, principalmente en EEUU, que ha subido los tipos de interés para luchar contra el alza de los precios, pero también en Europa, donde los mercados han reaccionado ya ante la expectativa de que el BCE comience a elevar el precio del dinero en el mes de julio y la previsión de que la zona euro abandone los tipos de interés negativos a finales del tercer trimestre.
Al endurecimiento de las condiciones de financiación, hay que unir la escalada de los precios de consumo, que en mayo han sumado en España otras cuatro décimas hasta encaramarse en una tasa interanual del 8,7%, según el indicador adelantado publicado por el INE, y en una tasa de inflación subyacente del 4,9%, que de confirmarse sería más elevada desde octubre de 1995 y puede convertirse en una muy seria amenaza para la recuperación económica. El recorte general de las previsiones de crecimiento y la constante escalada de unos precios que en nuestro país baten ya cotas históricas, hacen urgente diseñar una política económica nacional de carácter antiinflacionista como elemento estabilizador frente a los batientes vientos inflacionarios que vienen determinados por factores externos de evolución muy compleja, como es el caso de la incierta duración y consecuencias de la guerra, la presión de la crisis energética o la escalada de las materias primas y su efecto sobre la industria. Todo ello exige adoptar una estrategia de contención de costes por parte de todos los agentes económicos, liderados por el propio Gobierno, de desindexación lo posible de la economía, de apoyo a los sectores estratégicos y de racionalización fiscal frente a un futuro extremadamente incierto.
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