Europa, entre la economía de guerra y el ‘milagro del río Han’
En los próximos años seguiremos asistiendo al auge de la cuarta Revolución Industrial en el marco del sector tecnológico
Las recientes declaraciones de los gobiernos de Suecia y Finlandia en cuanto a su deseo de solicitar formalmente la entrada de ambos países en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están cambiando el panorama geoestratégico euroasiático.
Ambos países, tradicionalmente neutrales, han experimentado un giro hacia las políticas de seguridad de la OTAN, a partir de la invasión rusa de Ucrania. Finlandia, que comparte una frontera de 1.300 Km. con Rusia, había firmado su Tratado de Amistad, Cooperación y Asistencia Mutua con la URSS en 1948 con el fin de asegurar, por una parte, la supervivencia de Finlandia como democracia independiente en las fronteras de la URSS y, por otra, garantizar que la URSS no sería atacada a través del territorio de dicho país durante la Guerra Fría. Suecia, por su parte –que se encuentra a unos 200 Km. de la frontera rusa–, se había mantenido neutral desde el S. XIX tras las Guerras Napoleónicas, no participando en ningún conflicto armado posterior y manteniéndose neutral durante la II Guerra Mundial y la Guerra Fría. El origen de esta neutralidad vino marcado por la pérdida de gran parte de su territorio, incluyendo Finlandia en 1809 a manos del Imperio Ruso.
¿Qué ha provocado este gran viraje en la política de seguridad y alineamiento de ambas potencias? Tal y como ha señalado la primera ministra de Suecia, Magdalena Andersson, la invasión de Ucrania muestra que “el comportamiento de Rusia es estructural, a largo plazo, y no cambiará en mucho tiempo”. Es decir, se estima que el conflicto de Ucrania se extenderá en el tiempo, e incluso quizá en el espacio, pudiendo suponer una amenaza para otras potencias circundantes como Suecia o Finlandia.
¿Qué consecuencias tendrá el ingreso en la OTAN de ambas potencias? En el mundo actual, se están desencadenando importantes consecuencias mixtas de naturaleza política y económica. Es decir, frente a una toma de decisión política, se producen ajustes de naturaleza económica y viceversa. Las recientes solicitudes de ingreso en la OTAN –de naturaleza política y defensiva– tendrán claras consecuencias económicas para los dos países solicitantes, para el conjunto de las potencias occidentales y para Europa en particular. Siguiendo las dinámicas observadas en la política exterior de Rusia y los efectos que han provocado en la economía europea, se estima que Rusia seguirá aplicando sanciones de tipo económico sobre Europa, en particular, limitando el acceso a las energías fósiles –gas y petróleo– de las cuales Rusia es el segundo productor mundial de gas y el tercer productor mundial de petróleo, en datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE). Por otra parte, considerando que las sanciones estipuladas a escala internacional contra Rusia incluyen la limitación en la adquisición de las fuentes de energía rusas –acordado en virtud del Capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas–, esta decisión implicará para los países europeos un aumento de los precios de la energía y, por tanto, indirectamente también de los demás productos básicos, lo que se traducirá en un aumento de la inflación. El aumento de la inflación produce una pérdida de poder adquisitivo, ya que la inflación actúa como un impuesto. Además, la inflación frena el crecimiento económico y provoca una pérdida de competitividad de la economía. La inflación implica también un aumento de los costes de financiación y la depreciación de la divisa, lo que presenta el efecto indirecto de potenciación de las exportaciones.
Además, las potencias europeas, ante la cercanía del conflicto de Ucrania, tendrán que aumentar la inversión en defensa. El objetivo que actualmente está reclamando la OTAN es alcanzar el 2% del Producto Interno Bruto (PIB). Según el Stockholm International Peace Research Institute (Sipri), el gasto mundial en defensa creció un 6,1% con respecto al año anterior y se situó en 2 billones de dólares en 2021, representando el 62% de dicho gasto el realizado por Estados Unidos, China, India, Reino Unido y Rusia. En dicho período, Rusia incrementó su gasto militar un 2,9% en 651.000 millones de dólares.
Rusia ha señalado que las sucesivas ampliaciones de la Unión Europea y de la OTAN hacia el Este, hasta el límite de su frontera, las ha experimentado como una amenaza con respecto a su territorio. Los actuales movimientos estratégico-defensivos de Suecia y Finlandia pueden acentuar esta sensación de Rusia de sentirse amenazada. Este escenario presenta dos grandes líneas de acción: la economía de guerra y la potenciación de la economía tecnológica. Por lo que respecta a la economía de guerra, las consecuencias para la seguridad en Europa van a ser considerables, así como las consecuencias económicas. Se avecina un período de inflación, encarecimiento y escasez de fuentes de energía, una cierta autosuficiencia en la producción de elementos básicos, un especial foco en la producción de alimentos, un acortamiento de las cadenas de valor que se localizarán en mercados nacionales o mercados internacionales más próximos y un aumento del gasto militar. Junto a ello, gran parte del esfuerzo económico se orientará a garantizar bienes básicos. Si observamos bien estas tendencias, vemos que gran parte de ellas ya se pusieron de manifiesto durante la pandemia de Covid-19 en 2020-2021. Estas tendencias no han hecho más que agudizarse y profundizarse con el conflicto de Ucrania.
Además, seguiremos asistiendo a un auge de la cuarta Revolución Industrial en el marco de la economía tecnológica. Aquí reside una de las grandes fuentes de optimismo económico para las próximas décadas, ya que permitirá que países que no cuenten con materias primas ni un alto grado de producción de bienes básicos, puedan desarrollar un mercado tecnológico considerable, siguiendo el modelo que aplicó Corea del Sur a partir de la década de los años 60 del S. XX, el llamado milagro del río Han. Corea ha logrado desarrollar una economía altamente competitiva potenciando ámbitos como la telefonía móvil, el mercado de semiconductores, la automoción, la industria química, la industria tecnológica y en general, todos los mercados de la Cuarta Revolución Industrial. Gracias a esta estrategia país, dicho país ha logrado aumentar la I+D+i, el conocimiento, las exportaciones, el empleo y alcanzar un destacado crecimiento del PIB sostenido en las últimas décadas.
Europa se debate en la actualidad, por lo tanto, entre una economía de guerra y una economía tecnológica llena de oportunidades, emulando el modelo de Corea del Sur desde 1960 llamado el milagro del río Han.
Begoña Casas Sierra es Profesora de Economía y Empresa de la Universidad Europea