Las finanzas de las familias y las empresas ante la subida de los tipos
El control de la inflación es clave para favorecer la inversión
Las cuentas financieras de la economía española revelan que desde que la crisis financiera de 2008 secó la actividad inversora, los agentes económicos privados, las empresas y las familias, han hecho un estricto ejercicio de adelgazamiento de sus balances que ha llevado sus niveles de apalancamiento a unas ratios de hace lustros, y que les coloca en situación de afrontar nuevos ciclos expansivos de la inversión. En el mismo periodo y a consecuencia de la crisis, hay que admitir que ha sido el Estado quien ha engordado su endeudamiento, sin ocultar que una buena parte del mismo procede de un simple trasvase de pasivos privados (de empresas) a la cartera pública por decisiones políticas. El problema para las Administraciones públicas surge de una subida de los precios de la financiación, de los tipos de interés, que parece inevitable para neutralizar la inflación; seguramente el mismo problema que puede retrasar el citado ciclo expansivo de la inversión en las empresas, y sobre todo, en los hogares.
La deuda de las empresas no financieras se acerca al billón de euros, casi un 80% del PIB, y la de las familias se ha estancado en los 700.000 millones de euros, solo un 54% del PIB, con una caída muy notable sobre la de 2020, en términos relativos por el vaivén abrupto del PIB. Las finanzas familiares se embarcaron en un proceso de lento ajuste de su deuda desde 2010 sin que mediase operación de maquillaje de la misma, y solo en los últimos años se ha estabilizado en términos netos por un crecimiento del crédito nuevo similar a la amortización del viejo. En el mismo periodo, la situación de los activos de las familias no ha dejado de crecer hasta alcanzar la cifra de 2,69 billones de euros, récord absoluto de la serie histórica, que en paralelo, y como consecuencia del estancamiento de los pasivos, ha llevado también la riqueza financiera neta a sus máximos, ya en 1,92 billones de euros. Si en 2014 la deuda era el 38,5% de los activos financieros, ahora es de solo el 28%.
Pero además de haber saneado las cuentas y estar en disposición de retomar un ciclo venturoso de inversión, que solo la falta de visibilidad económica actual y la expectativa de subida de tipos de interés puede retrasar, los hogares han diversificado la naturaleza de sus activos, dando peso creciente de los que incorporan más riesgo y son menos tradicionales. Esta muestra de madurez financiera hace que las participaciones en acciones cotizadas o fondos de inversión superen con creces el dinero alojado en depósitos y cuentas bancarias corrientes. Algo habrá tenido que ver en este viraje la política monetaria que no remunera el ahorro, y algo debería tener que ver también en los años venideros en el destino de esta gran capacidad de inversión, controlando pronto la inflación para facilitar las apuestas de riesgo.