Pandemia, inflación y ahora la guerra, ¿qué hago con mi cartera?
En las inversiones, el tiempo lo cura todo. Aunque no es fácil mantener la serenidad, cuando invertimos a largo plazo el triunfo es de los optimistas
En mi opinión, un conflicto bélico es una tragedia humana más funesta que una pandemia. No por el número de víctimas mortales, que esperemos sea muy inferior, ni por las naciones implicadas, que difícilmente llegarán a ser todas las afectadas por la Covid-19. Ni por los daños materiales, probablemente los puentes y edificios se reconstruirán con mayor facilidad que los traumas que este enfrentamiento dejará en muchos ucranianos.
Seguramente todos estamos de acuerdo que, en lo que se refiere a daños morales y a las secuelas psicológicas, todas las guerras son un horror. Pero respecto al efecto en las bolsas de valores todavía es pronto para aventurar si acabará siendo más grave que otras caídas ya superadas. Recordemos que solo en este siglo, del que llevamos poco más de 20 años, hemos sido testigos del ataque a las Torres Gemelas, la crisis financiera y la caída de Lehman, Madoff, Fukushima, la crisis de la deuda griega y la del euro, la guerra comercial entre China y Estados Unidos, la bajada de rating de la deuda estadounidense, el Brexit, las dudas provocadas por la victoria de Trump, una pandemia en todo el mundo, la represión del gobierno chino a sus multinacionales, Evergrande y ahora la invasión de Ucrania. Estos y otros eventos han impactado en los mercados financieros provocando episodios de gran volatilidad. Y, a pesar de todo, si hubiera invertido en bolsa mundial o en bonos de alto riesgo hoy vería su patrimonio financiero multiplicado por más tres.
Difícilmente podemos predecir las calamidades y percances que conmocionan la valoración de nuestros fondos de inversión. Sin embargo, sí podemos decidir cómo reaccionamos ante las correcciones. Con el paso de los años, las decisiones que tomamos en los momentos de crisis tienen un efecto que resulta diferencial en la rentabilidad acumulada de una cartera de fondos.
Voy a sugerir cómo podrían actuar aquellos inversores que se plantean reembolsar su cartera de fondos al ver caídas de los mercados entre el 10% y el 20%. Es normal pensar en venderlo todo cuando se conjetura con la posibilidad de que pueda empeorar mucho más. Pero supongo que no les sorprende si afirmo que, cuando se invierte a largo plazo el triunfo es de los optimistas. Sin embargo, incluso creyendo de que es así, actuar en consecuencia (no vender o incluso comprar en correcciones) entraña una enorme dificultad ¿por qué es tan complicado mantenerse tranquilo?
El cerebro humano está diseñado para tomar decisiones rápidas, especialmente si percibe un peligro inminente. Nuestra mente suele clasificar lo desconocido como potencialmente peligroso. Así, incluso habiendo superado varias crisis, es comprensible sentir temor sobre la dimensión de la corrección y el tiempo que pueda tardar en recuperar, lo que es ilógico es pensar en un desenlace fatal y definitivo. Pero nuestro sistema de pensamiento rápido, que podía ser muy útil para sobrevivir hace miles de años, puede causar problemas al invertir en fondos que invierten en mercados públicos, especialmente a los más conservadores o los que tienen poca experiencia con fondos. Si usted ha llegado a vivir o puede imaginar una debacle bursátil y le está quitando el sueño y si, además, en alguna de las anteriores crisis llegó a claudicar y vendió cuando ya sufría fuertes pérdidas, puede hacer dos cosas: olvidarse de mirar sus inversiones los próximos meses o vender ya y no volver a entrar en fondos líquidos nunca más. Por el contrario, si cree que podrá soportar caídas de 25% o más, e incluso ha pensado que, llegada esa oportunidad, asumirá más riesgo, comprométase con usted mismo a no cambiar de opinión.
Otros de los que se plantean vender lo hacen pensando en comprar a un mejor precio. No sé si alguno de los que consideran seriamente esta opción han conseguido hacerlo en crisis pasadas. Si lo lograron, enhorabuena, porque no es lo usual. Eso muestran claramente las tasas de retorno con los flujos de los partícipes en fondos volátiles. Además, cambiar de fondos conlleva el riesgo de perderse los días de mayor recuperación. Si ya ha pasado por otras crisis e hizo movimientos, no confíe demasiado en su memoria, los científicos saben que reconstruimos los recuerdos, calcule de manera rigurosa el resultado final de las operaciones que realmente realizó.
Finalmente habrá quien, sin querer bajar exposición a activos de riesgo, se cuestionen si cambiar su distribución. Por ejemplo, traspasando de renta variable europea hacia países menos afectados por la guerra, como Estados Unidos o emergentes. En marzo de 2020 rotar hacia sectores beneficiados por la pandemia fue un acierto, pero ya ese mismo año, en noviembre, tras el anuncio de la vacuna empezaron a recuperar los sectores que se habían quedado atrás. Algunas de las compañías más valoradas en 2020, descontaban beneficios de ensueño a mediados de 2021 y el mercado empezó a penalizarlas a las puertas del 2022. En definitiva, podría ser más eficiente hacer ciertos cambios, pero tranquilamente y a ser posible con ayuda profesional.
Solo me queda desear lo mejor a los ucranianos, ojalá ellos tuvieran los fondos de inversión como principal preocupación. Aunque volverán “…A reconstruir puentes y estaciones de nuevo…” como dice Wislawa Szymborska en Después de cada Guerra…, “en la hierba que cubra causas y consecuencias”, y termina: “seguro que habrá alguien tumbado, con una espiga entre los dientes, mirando las nubes”.
Marta Díaz-Bajo es Directora de soluciones de inversión de Atl Capital
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