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El Erasmus virtual solo convence para programas cortos

Los microcredenciales y la formación continua serán los grandes beneficiados de estas modalidades

GETTY IMAGES

Un total de 1.044.898 estudiantes internacionales se matricularon en instituciones académicas para el curso 2018-2019, el último completo antes de la pandemia. Su impacto en la economía española ascendió a más de 3.795 millones de euros, según datos del Servicio Español para la Internacionalización de la Educación (Sepie). Además, el efecto multiplicador del gasto del alumnado se estima en 2,27, es decir, por cada euro invertido en su programa educativo, gastaron 1,27 euros adicionales en otro sector de la economía española.

Es por esto que atraer estudiantes y talento internacional está en la mente de todas las universidades, según reconoció Matilde Sánchez, vicerrectora de internacionalización de la Universidad Carlos III de Madrid, este jueves, durante el debate Universidades Europeas: hacia una mayor competitividad internacional, organizado por la Fundación CYD. España es, con una holgada diferencia, el país de la UE que más estudiantes de intercambio recibe dentro del programa Erasmus+: 48.203 en 2019, según recoge el informe anual de la Comisión Europea.

Pero España no destaca solo como país receptor, sino también como emisor. Un total de 40.949 estudiantes viajaron en 2019 al extranjero para beneficiarse del programa Erasmus en cualquiera de sus formas, unas cifras solo superadas por Francia y Alemania. La movilidad física ya era todo un éxito en España antes de que llegara el coronavirus, pero la virtual no estaba apenas desarrollada, puntualizó Fernando Tapia, vicerrector de estudiantes y empleabilidad de la Universidad del País Vasco, durante su intervención. Los confinamientos y las restricciones de aforo y movilidad han consolidado nuevas formas de trabajo y de consumo y el sector educativo no ha permanecido ajeno a ellas. “La pandemia nos ha enseñado que somos capaces de gestionar otras modalidades y que no todos los intercambios tienen por qué ser físicos”, añadió Dorothy Kelly, vicerrectora de internacionalización de la Universidad de Granada.

Este formato es una opción para acercar el aprendizaje de la experiencia internacional a un mayor número de personas. En términos de empleabilidad, Sánchez destaca las denominadas como softskills: “Practicar otro idioma, trabajar con diferentes grupos, desenvolverse en un entorno multicultural...”, enumera. Un atajo rápido (y económico) para recibir la enseñanza de diferentes campus. Pero esta experiencia no es comparable a la que ofrecen los intercambios tradicionales, especialmente para cursos completos. “No es atractivo para programas de larga duración. El alumno quiere viajar”, reconoció Tapia. Esta opción, sin embargo, sí que está cada vez más extendida en programas cortos o asignaturas concretas, para conectar con estudiantes internacionales un par de horas a la semana, añadió.

En esta línea, la formación continua y los microcredenciales tienen mucho que ganar. “El mercado laboral actual requiere que nadie se limite a los primeros estudios universitarios que cursó, sino que se adapte a las nuevas necesidades de su profesión”, apuntó José Lorenzo Vallés, jefe de unidad de Educación Superior Europea en la Agencia Ejecutiva Europea de Educación y Cultura. Aquí, el principal reto es lograr que estos certificados tengan también un reconocimiento internacional.

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