Los futuros retos del ‘compliance’ financiero
El verdadero éxito de esta función consistirá en ser vista ya no como un obstáculo para el negocio, sino como generadora de confianza
Mi primera toma de contacto con el mundo del compliance se remonta a los años 90, durante mi etapa laboral en Nueva York. Allí pude aprender de primera mano lo extendido que estaba por aquel entonces el compliance en Estados Unidos, mientras que en España era un término prácticamente desconocido.
Mucho ha llovido desde entonces, y ni que decir tiene el desarrollo exponencial que ha experimentado este tema a nivel mundial en todos los sectores. En la actualidad, en el sector financiero nos encontramos con un marco de cumplimiento fuertemente regulado y con tendencia al alza, comprometido con la ética y los valores de cada organización, sostenible y digitalizado.
La elevada regulación del sector financiero es comprensible por la relevancia y gravedad de los delitos que son susceptibles de cometerse, y el impacto económico, mediático y reputacional que conlleva. No solo en el ámbito de la prevención de blanqueo de capitales y sanciones financieras, que son dos de los principales riesgos en el sector, sino también en el marco de la regulación de instrumentos financieros (Mifid), abuso de mercado, prevención de prácticas anticorrupción, competencia o protección de datos, por enumerar algunos fundamentales. La labor del departamento de compliance debe ser detectar, prevenir y dar respuesta a todos estos riesgos.
Cada día leemos más noticias relacionadas con entidades multadas por incumplimiento de normativa, con el daño reputacional y económico que ello conlleva. La mala conducta observada en los últimos años ha dañado la confianza y perjudicado la eficacia del mercado. Desde la crisis financiera de 2008, la presión regulatoria se ha incrementado considerablemente sobre el sector. Como ejemplo, según un informe de la FMSB (FICC Markets Standards Board), el importe de sanciones impuestas a las entidades financieras desde 2011 a 2016 ascendió a 375.000 millones de dólares, que equivale al 30% de los beneficios originados por la banca durante dicho periodo.
El análisis de las conductas sancionadas demuestra que las entidades financieras adolecían de una cultura y disciplina deficientes, que originaron una deriva ética por la cual los comportamientos no se controlaban, y por lo tanto, se generalizaban y aceptaban como la norma.
La relevancia de los departamentos de compliance desde entonces se ha incrementado de una manera significativa para evitar volver a incurrir en tales conductas. Con este fin, se han modificado las culturas de cumplimiento de las entidades financieras, no solo fomentando la sensibilización y conocimiento de las normas y códigos éticos entre los empleados, sino aumentando considerablemente la presión de controles internos y auditorías, e involucrando a los niveles de alta y media dirección en los programas de cumplimiento.
Dado el carácter expansivo del compliance y de su relevancia, se ha llegado a extender a distintos sectores normativos más allá del estrictamente financiero, convirtiéndose en una función poliédrica. En consecuencia, es cada vez más usual que los responsables de compliance se ocupen también de prevenir y gestionar los riesgos derivados de ámbitos tales como el laboral, seguridad en el trabajo, fiscal o medioambiental.
Especial relevancia y notoriedad ha adquirido recientemente el concepto de compliance sostenible, y el impacto en el sector financiero del concepto ASG (ambiental, social y de gobierno corporativo). Las finanzas sostenibles han supuesto un cambio de mentalidad empresarial que ha originado una ingente actividad normativa originada fundamentalmente por dos planes de la Comisión Europea (derecho de sociedades y gobierno corporativo y financiar el desarrollo sostenible) así como por su anuncio, en 2019, del European Green Deal (cuyo objetivo es convertir a Europa en el primer continente climáticamente neutro en 2050). El impacto a nivel nacional se traduce, como ejemplos relevantes, en la aprobación de la Ley 7/2021, de 20 de mayo, de Cambio Climático y Transición Energética y en la inclusión de recomendaciones sobre sostenibilidad y principios ASG en la última reforma del Código de Buen Gobierno de las Sociedades Cotizadas de la CNMV. Este desarrollo legislativo tiene un impacto directo en las obligaciones financieras de las empresas y en su gestión de toma de decisiones, y por tanto en la función de compliance, que deberá asesorar teniendo en cuenta estos valores, principios y regulación.
En esta misma línea, aunque con diferente matiz, el objetivo nº 16 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible aprobados por la ONU en la Agenda 2030 incluye “crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles”. Este objetivo está estrechamente vinculado al desarrollo de programas de compliance que estén dirigidos no solo al cumplimiento de las normas, sino a la promoción de prácticas éticas y transparentes, y de promoción de una cultura de integridad y respeto a los derechos humanos. La implantación eficaz por parte de las entidades financieras de estos principios en sus programas de compliance supondrá la demostración de su compromiso con la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
La revolución digital del compliance es asimismo una realidad que afecta a todos los sectores, incluido el financiero. La regulación de los servicios financieros se ha incrementado de una manera vertiginosa desde la crisis financiera, incrementándose por tanto la del compliance regulatorio, que ha originado el nacimiento del RegTech. En los últimos años, las áreas de compliance han comenzado a adoptar tecnologías digitales para aumentar la eficacia de sus programas, y cumplir con las numerosas y onerosas tareas requeridas por los reguladores.
Uno de los principales retos a que se enfrentan las áreas de compliance es la diversidad y fragmentación de sus herramientas tecnológicas internas, que ocasionan pérdidas de tiempo y eficacia en la gestión de los riesgos. Por suerte, las diferentes tecnologías en el área de compliance siguen mejorando continuamente, siendo primordial que las entidades realicen el esfuerzo económico para costear lo que si bien antes constituía un gasto prescindible, hoy constituye tanto un componente fundamental del presupuesto anual de las entidades financieras como una fuente de ventaja competitiva.
Como conclusión, se podría afirmar que de un tiempo a esta parte las entidades financieras han adquirido una creciente toma de conciencia sobre la responsabilidad corporativa, plasmada en la función de compliance, que se considera una herramienta de protección frente a los riesgos de la empresa, y representa una nueva cultura empresarial basada en la ética de los negocios.
La función de compliance en el sector financiero se enfrenta a numerosos retos presentes y futuros, cuyos responsables deberán de enfrentar con altos estándares éticos, profunda comprensión tanto de las operaciones y normativa como de procedimientos internos, capacidad resolutiva y de comunicación, y un balance adecuado y responsable entre la empatía y la firmeza. El verdadero éxito de la función de compliance consistirá en ser vista no como un obstáculo para el negocio, sino como generadora de la suficiente sensibilidad, concienciación y confianza para que el negocio acuda a ella tan pronto como detecte la menor señal de alarma o red flag.
Silvia Madrid es ‘Head of legal & compliance’ de UniCredit