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Contante y Sonante
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

La vulnerabilidad de la reputación en la banca

Desde la última década el prestigio del sector financiero no goza de buena salud y la decisión de un juez tiene el poder de inclinar la balanza

Andrea Orcel, banquero italiano
Andrea Orcel, banquero italiano

Pasito a pasito, partido a partido, pero sin parar. Así parece que está ocurriendo en la banca. La revolución del sector, la más importante desde tiempos inmemoriables, parece que finalizará en breve, previsiblemente en un par de años, aunque lleva una década gestándose, poco a poco, silenciosamente, hasta que llegó la pandemia, que obligó a acelerar su transformación. De hecho, casi nada es igual que hace únicamente eso, dos años. No solo el cliente se ha acostumbrado a operar con su móvil para llevar a cabo cualquier operación, sino que incluso, comienza a darle pereza acudir a una oficina a la que tiene que pedir cita para que le atiendan. Y, por cierto, ya en casi ninguna oficina funciona el teléfono fijo. O sabes el móvil de tu gestor, o estás perdido.

También es cierto que cada vez hay menos sucursales, las que quedan están más masificadas y más lejos de casa o de la oficina, o el gestor de toda la vida en el que el cliente confiaba se ha prejubilado o jubilado, con lo que se ha roto con los criterios que no hace mucho pesaban a la hora de elegir una entidad bancaria: cercanía, confianza y atención personalizada. Solo en 2021 casi 24.000 empleados del sector, y se dicen pronto, han pedido dejar sus puestos de trabajo, todo un récord. De ellos, casi 19.000 abandonarán sus trabajos tras, mínimo, 15 años en el banco y haber sido aceptada su solicitud de rescisión del contrato ante los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) puestos en marcha este año.

En España hay más de 4.400 localidades que no disponen de una sucursal bancaria. Esta circunstancia perjudica a 1,5 millones de personas que viven en estos municipios sin entidades en las que realizar sus operaciones financieras más frecuentes, como sacar dinero, pagar recibos, cobrar la pensión o abonar impuestos. El máximo de oficinas y cajeros en España se alcanzó en 2008, a partir de entonces y, coincidiendo con la crisis económica, la presencia de ambos elementos se redujo. De hecho, la cifra de oficinas ha vuelto a los niveles de 1977, según las estadísticas del Banco de España del número de entidades. En septiembre de aquel año había 20.742 oficinas de bancos en el país, un dato muy similar al de junio de 2021.

No solo las zonas rurales están quedándose sin oficinas, en ciertos barrios de las grandes ciudades también. En Madrid (ciudad) hay un 35,84% menos de oficinas bancarias que en 2015, pero el 34,5% de las que hay ahora son nuevas. En Barcelona, las oficinas han bajado un 46,01% y las nuevas suponen el 24,75%, según un análisis realizado por Maldita.es y Servimedia.

La transformación está servida. Ahora los bancos hablan de ventas digitales, de compra de plataformas o de inversión tecnológica y de ahorro de costes con cierre de sucursales y recortes de plantillas. Así es la revolución del sector, y de todos los sectores, incluso el de los negocios de las grandes marcas, que ahora han comenzado a descubrir (algunos hace años ya) el impacto en sus ingresos y en las nuevas tendencias del metaverso. Grandes marcas están comprobando que esto de vender en un universo de ficción es cada vez más rentable y real para la cuenta de resultados. Incluso Zara se acaba de unir a esta tendencia con una nueva colección diseñada para los avatares digitales.

No solo la banca está de cambios. El metaverso ha comenzado a influir en las estrategias comerciales de las grandes marcas

Hace algo más de un mes conocí a un abogado, Carlos Aranguez, que me sorprendió por su pasión por el mundo del metaverso y de las criptomonedas. Todo un experto del nuevo ecosistema que ya tenemos encima, pese a que no nos demos cuenta. Todo cambia. Incluso la influencia que tuvieron en el pasado la banca y los banqueros. Hasta hace relativamente poco, el presidente de un gran banco era considerado una de la personas más influyentes del tejido productivo del país. Ahora sigue influyendo, pero nada en comparación con el pasado más cercano.

En España ha tardado en cuajar la figura del presidente no ejecutivo, tan reclamada por el BCE, pero ha llegado. Durante este año Josep Oliu, presidente de Banco Sabadell, ha perdido sus funciones ejecutivas, con lo que el consejero delgado, en este caso César González Bueno, ha ganado poder. José Ignacio Goirigolzarri, hasta marzo, presidente ejecutivo de Bankia, ha visto como su influencia en CaixaBank, banco que ha absorbido a la firma de origen madrileño y pionera de las cajas de ahorros, es muy reducida si se compara con la que tenía hace solo un año, pese a que en su tarjeta de visita ponga presidente ejecutivo. El primer ejecutivo de CaixaBank es su consejero delegado, Gonzalo Gortázar.

Lo mismo le sucede a Manuelo Menéndez, presidente ejecutivo de Unicaja, banco que acaba de absorber a Liberbank. En BBVA, el reparto más equilibrado de poderes entre su presidente, Carlos Torres, y el consejero delegado, Onur Genç, ya se produjo, hará tres años el próximo 1 de enero. Y, según se rumorea, Genç cada vez tiene más poder.

En Santander, Ana Botín, presidenta ejecutiva del banco, sigue mandando mucho. Aunque ahora no pasa por su mejor momento. El fallo del juez Javier Sánchez Beltrán, por el que condena a la institución de origen cántabro a indemnizar con 68 millones de euros al banquero italiano Andrea Orcel por su fichaje fallido hace tres años como consejero delegado de la entidad, ha caído como una losa sobre la gobernanza de la entidad, justo en un periodo (2022-2024) en el que el BCE tiene como una de sus prioridades reforzar la gobernanza de las entidades financieras.

Ana Botín confiaba tanto en ganar este pleito que así se lo había comunicado hace tiempo a los supervisores, siempre vigilantes de lo que ocurre en el sector. La decisión de Orcel de demandar al banco por la vía penal con acusaciones consideradas gravísimas e infundadas (con presuntas grabaciones telefónicas por parte del ahora CEO de Unicredit) resultaron infructuosas y los tribunales así lo dictaminaron hace un año. Pero ahora, el magistrado del juzgado de Primera Instancia número 46 de Madrid, ha removido los pilares de la defensa de Botín y del banco y de su gobernanza, germen de la reputación de una institución. Sánchez Beltrán argumenta en su escrito que encuentra “evidente” que la carta de oferta remitida a Orcel el 24 de septiembre de 2018, “constituye un contrato válido y perfecto”, puesto que contiene la oferta de una parte, la aceptación de otra, el consiguiente consentimiento de ambas sobre la gestión directa del negocio a cambio de una retribución y la finalidad directa e inmediata de colaboración entre el banquero y el banco.

La sentencia del juez representa un duro golpe para Botín y para el banco, aunque también es cierto que a Orcel tampoco le han ido tan mal las cosas como señalaba en su demanda. No parece que haya habido daños morales ni reputacionales por el fichaje frustrado de Santander, y por el que reclama 10 millones de euros. Desde abril, el CEO de Unicredit y uno de los banqueros mejor pagados de Europa.

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