Reforzar la solidez de la industria de inversión sin dañar su rentabilidad
El debate sobre la necesidad de regular más estrechamente la industria de inversión no es nuevo, pero se ha reavivado en los últimos meses como consecuencia del contexto actual de incertidumbre económica y del crecimiento exponencial de nuevos factores de riesgo, como el sector de las criptomonedas. El último en insistir en la urgencia de coger ese toro normativo por los cuernos ha sido el Banco Internacional de Pagos (BIS), que en su último informe trimestral señala el riesgo que supone para la estabilidad monetaria el déficit de regulación de los intermediadores financieros no bancarios y la necesidad de abordar esta cuestión con un enfoque sistémico. El organismo menciona la reciente agitación desencadenada en el mercado de bonos soberanos como un ejemplo de hasta qué punto la industria de inversión puede influir sobre la implementación de la política monetaria.
Pese a que el análisis que realiza el BIS refleja un escenario de riesgos reales, es importante distinguir entre los distintos niveles regulatorios en un sector sumamente heterogéneo. No es comparable la normativa a que están sujetas las gestoras de activos, los hedge funds y otros vehículos con la elevada desregulación que existe en el mercado de las criptomonedas, cuya opacidad, volatilidad y elevado riesgo son periódicamente recordados por los supervisores financieros. Aun así, es indudable que la industria de inversión opera con vehículos sensibles a menudo a retiradas masivas de fondos y susceptibles de tener problemas de liquidez. Su capacidad para potenciar las marejadas se pudo comprobar en marzo de 2020, cuando los movimientos de este segmento en el mercado de deuda amplificaron las tensiones financieras, como también en el modo en que han influido en la curva de tipos de la deuda soberana de EE UU, referencia para los precios de los activos de todo el mundo.
Como ocurrió con la banca tradicional tras la crisis de 2008, los desequilibrios producidos por la irrupción del Covid-19 pueden ser el escenario propicio para avanzar en la ofensiva regulatoria sobre el sector. Como recuerda el informe del BIS, la actual abundancia de liquidez en los mercados no va a ser eterna, y no se mantendrá en contextos de estrés. Para lidiar con ese escenario es fundamental contar con colchones, de capital o liquidez, que garanticen unos estándares de solvencia, como se exige a la banca tradicional. El proceso de hiperegulación que ha experimentado esta última ha fortalecido su capacidad de resistencia, pero también ha reducido de modo considerable sus márgenes de rentabilidad. Buscar un sano equilibrio entre ambos extremos debería ser el principio rector para regular, en su conjunto, el sector financiero.