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Aspirantes

¡Ya soy juez! La emoción de aprobar una dura oposición

La media de años para sacar plaza supera los cuatro, pero la mayoría confiesa que le ha merecido la pena

Getty Images

Lágrimas, abrazos, un “siiiiiiiuuuuuu” al más puro estilo Cristiano Ronaldo, familiares que no pueden contener la emoción. Alegría desbordada en los impresionantes pasillos del Tribunal Supremo. Desde septiembre, la estampa festiva se repite cada vez que un aspirante a juez o fiscal aprueba su último examen. No es para menos. Después de años de sacrificado estudio, han cumplido su sueño.

Las oposiciones a la carrera judicial y fiscal son de las más duras que existen en España. De acuerdo con la convocatoria oficial, el temario acumula un total de 328 temas que abarcan todas las disciplinas jurídicas. Casi 4.300 aspirantes se han sometido a los tres exámenes eliminatorios para conseguir una de las 168 plazas de juez y 132 de fiscal ofertadas. Los dos últimos, defendiendo ante un tribunal cinco temas al azar.

Los aspirantes invierten de media más de cuatro años en conseguir su objetivo. El perfil del nuevo juez que ocupa su plaza es, según datos del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), el de una mujer, de 28 años y sin familiares juristas. Este año, ellas son 134 y ellos, 54.

Machacarse a estudiar

Arantxa Plaza ha conseguido la plaza de fiscal a los 26 años. No tuvo dudas. Las prácticas de carrera en un juzgado de familia le dieron un pálpito: llegar a ser fiscal defensor de menores. “No sabía cuándo, pero sí que iba a aprobar. Afortunadamente, ha sido a los tres años y a la primera, aunque han sido muy duros”, relata. Confiaba en sus posibilidades y tenía el apoyo incondicional de su familia. “Siempre me he sentido comprendida y acompañada y, en cierto modo, el aprobado ha sido una liberación también para ellos, que sabían el sufrimiento por el que estaba pasando”. El insomnio apareció la primera noche y no le permitía desconectar.

Decidida a no alargar el trago, Arantxa estudió al esprint desde el minuto cero. Las buenas notas de la carrera le permitieron hacerse una hucha con el dinero de las becas de excelencia, que fue guardando para pagarse la academia. “Yo sabía que podía sacar buena nota y mis preparadores me lo decían. Supuestamente tienes que descansar un día por semana, pero lo máximo que me he tomado libre ha sido una tarde. Me he machacado mucho, he arriesgado… y me ha salido bien”, cuenta.

El día del examen, acudió al tribunal con su madre y hermana. Cuando le dieron la noticia le costó asimilarla. “Justo esa tarde se cayó WhatsApp y no podía escribir ni a mis amigas ni a mis preparadores”, recuerda. “Ahora mismo estoy que no me lo creo. Ya lo he celebrado, pero la fiesta aún no la hemos hecho. Esperaré a que haya mejor tiempo para hacer una barbacoa en la parcela”, anhela.

Mismo sentimiento de felicidad que tuvo María Grimi cuando, con 26 años recién cumplidos, le dieron su último y definitivo aprobado. “Lloré un montón. Ya no sé si eran nervios, alegría..., pero fue un reventón de emociones”, rememora. Tres años opositando y ya es futura jueza. Un camino que vio claro desde el inicio de la carrera, quizá inspirado por su madre fiscal. “Lo malo se olvida muy rápido, solo te quedas con el aprobado”, afirma. Viajó con sus padres desde su ciudad, Burgos, y convirtió la habitación del hotel “en un despacho gigante” la noche anterior. A pesar de todo, “pude dormir bien”. El peor momento, reconoce, fue el rato en el pasillo. “Lo pasas fatal, te quieres ir por donde has venido, pero te repones, sacas los temas y relajas la tensión cuando ves que te los sabes”. Un mes después, ha vuelto a pasar más tiempo en su pueblo, a viajar, a compartir con amigos en el bar, y, “como he aprobado, en verano quiero hacer una parte del Camino de Santiago”.

María se esforzó por mantener un equilibrio entre la disciplina de estudio y la vida social. “Es muy importante no desconectar de amigos, familia, pareja, porque, si no, es muy deprimente”. Lo ha conseguido. Lo más duro: llevar una vida rígida y tener que decir que no a muchos planes. Pero, al final, “aprendes mucho derecho y coges mucha soltura para hablar en público, que son destrezas que necesitas en la vida profesional”. Hoy siente que el sacrificio ha merecido la pena, aunque no sabe si tendría ese mismo sentimiento de haberse alargado demasiado. “Creo que hubiera aguantado hasta cuatro años, aunque luego depende de cómo te encuentres”.

Darlo todo

Miguel Sánchez ha pasado los últimos 8 años, 2 meses y 26 días opositando. La condena terminó el pasado 24 de noviembre. Era su última bala. “Fue el día de más júbilo de nuestra vida. No el más feliz, porque el nacimiento de mi primera hija lo supera. Son alegrías diferentes”. Este valenciano, de saga de funcionarios, se casó a los seis meses de empezar a estudiar. En enero nació su segundo hijo. “Mi mujer [maestra] era la que trabajaba y la que llevaba el peso de la casa y de los niños. Mi oposición es 50% de mi esposa”. Sus padres también le han apoyado económicamente, sufragando algunos años el preparador, “de los más baratos de Valencia: 150 euros al mes”. Algo habitual. Según los últimos datos del CGPJ, el 94,57% de los jueces tuvieron soporte económico de sus padres mientras opositaron.

Lo más duro, cuenta, “ha sido no tener fines de semana, ni Navidades, ni Fallas... Especialmente, no poder ir al parque con mi hija”. Estuvo a punto de tirar la toalla cuando suspendió en la anterior convocatoria. Un año después ha conseguido su sueño. “He aprendido a darlo todo por mi familia”, asegura. La noche antes del examen, recuerda, su hijo pequeño “lloró como nunca”. Ya ante el tribunal, “saqué las bolas y supe que iba a cantar bien los temas”. Rezó junto a su esposa mientras deliberaban. Entró y escuchó: “Ha habido discusión, pero te hemos aprobado, enhorabuena”. Su primera reacción fue caer al suelo de rodillas llorando. Salieron a decírselo a su mujer. Pasó y “lloramos los dos juntos”. La euforia se desató en los pasillos. “Me tiré al suelo de rodillas como si de un jugador de fútbol se tratara. Al salir me marqué un ‘siiiiiiiuuuuuu’ al más puro estilo Cristiano Ronaldo”.

Orgullo

Un cóctel de todos los sentimientos positivos que puedan describirse. Así resume Alicia Sánchez, 27 años, el momento en que le notificaron el resultado: “Sentí una profunda alegría, satisfacción, gratitud, orgullo por haber alcanzado mi objetivo”. De Jaén y con una familia plagada de sanitarios, es la primera juez de su saga. “Elegí esta profesión porque creo en la justicia, en la igualdad, en las oportunidades”. Ese faro le ayudó a superar “la intensidad de horas en estudio y el abandono social que conlleva” durante cuatro años. A su lado, “un gran magistrado que me ha guiado, aconsejado y enseñado en esta carrera de fondo”. “He aprendido que, con esfuerzo, tesón, apoyo familiar, emocional y, sobre todo, fuerza de voluntad, las metas se alcanzan”, subraya.

Nunca pensó en abandonar. Llegó con ganas el día del examen y salió “bastante satisfecha”. Pero “siempre queda la incertidumbre”. Tras el sí del tribunal, “recorrí el pasillo hacia mi padre, que estaba más nervioso que yo. Nos abrazamos, reímos, lloramos… de tanta emoción acumulada”. Al salir del edificio, donde esperaba el resto de familiares, “los sentimientos se duplicaron”.

Método

Olvidarse la botella de agua puede deses­tabilizar a un opositor metódico. Javier Nevado (29 años, Burgos) es de los que siguen el ritual. Sobre todo, si le ha dado buen resultado. “Traté de hacer igual que en el primer oral”. A pesar de ir tranquilo, los nervios le invadieron al comprobar que “justo ese día me dejé el botellín de agua en casa”. Volvió a la calma cuando, gracias una amable mujer, pudo comprar bebida.

Javier se examinó el 3 de noviembre. La experiencia acumulada en siete años y su tranquilidad natural le ayudaron. “Creo que estaba más cansado que nervioso”. El agotamiento mental. Comenta que los bedeles del tribunal son grandes aliados en estas duras horas de espera. “En el primer ejercicio le pedí que me enseñara cómo funcionaba el micrófono, el procedimiento a seguir, etcétera, y me acompañó a la sala antes de que llegará el tribunal”. Luego, delante del toro, “me tocaron unos temas que no eran sencillos, pero si me valió para aprobar... no me voy a quejar”. Hubo momentos. “Me entraron ganas de levantarme, pero me dije: de aquí no me sacan ni con agua hirviendo”.

Cuando le dieron el aprobado no se lo podía creer, “no me salían las palabras”. “Ya estaba pensando en las nuevas actualizaciones de los temas”, rememora. Lo primero que hizo fue escribir a su madre. Como en otras ocasiones, había ido solo a examinarse, y “a la pobre le iba a dar una taquicardia”. Hijo de profesora y médico, él también es el primer juez de la familia.

Según el último informe del CGPJ, solo el 6% de los jueces que han aprobado la oposición desde 1996 hasta la actualidad descienden de magistrado.

Ilusión

La oposición les dota de conocimiento teórico, pero a ser juez se aprende en la Escuela Judicial. Es el siguiente paso. Un camino que todos ellos emprenden con ilusión y respeto por la responsabilidad del trabajo que asumirán. Esta formación dura un total de 27 meses e incluye prácticas tuteladas.

David Fernández acaba de recibir su despacho de manos del Rey como número uno de su promoción. “En ningún país de la Unión Europea se dispone de una formación tan amplia”, asegura. Según su experiencia, en el curso estuvo muy presente la formación en perspectiva de género. “Se ha procurado en todo momento que estuviésemos lo mejor preparados para el día a día en el juzgado”.

David irá al Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Figueres, Girona, donde coincidirá con su pareja, también jueza. "Tengo mucha ilusión por ser mi primera plaza en propiedad", reconoce."Siempre he sentido mucha vocación de servicio público y espero poder seguir cumpliendo con ella".

En el futuro le gustaría volver al contencioso-administrativo. “Haber obtenido el número uno es siempre un orgullo, pero todos los compañeros tenemos mucho mérito”. El valor de haber superado una de las oposiciones más duras.

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