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El Foco
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El auge de la contabilidad verde y el valor de la biodiversidad

Los suministros de agua limpia, el suelo fértil y los minerales de la Tierra valen un 60% más que el PIB mundial

Calentamiento global y emisiones de carbono siguen siendo las principales preocupaciones no financieras de las empresas. Efectivamente, un número cada vez mayor se está comprometiendo con planes de cero emisiones netas. Pero en la era del capitalismo responsable revertir la pérdida de biodiversidad, a pesar de la magnitud de la amenaza, no es una prioridad para empresas ni inversores.

Para ser justos, es fácil ver por qué. La biodiversidad, a diferencia del cambio climático, que cuenta con una amplia infraestructura de investigación y objetivos bien definidos, es un sistema desordenado y dinámico, que no se presta fácilmente al análisis práctico. Por ejemplo, más del 80% de las especies y sus hábitats no han sido investigados por la ciencia. Sin embargo, hay una íntima relación entre cambio climático y pérdida de biodiversidad, hasta el punto de que realmente solo pueden abordarse juntos.

Hay que tener en cuenta que la naturaleza siempre ha sido fundamental. La gente de la antigua Mesopotamia usaba cientos de plantas, como la amapola y el mirto, para tratar lesiones y enfermedades, y muchos tratamientos basados en la naturaleza siguen en uso. De hecho, la industria farmacéutica utiliza 70.000 especies de plantas y, según algunas estimaciones, más de un tercio de los fármacos modernos se derivan de la flora y fauna. Desafortunadamente, con la degradación de la biodiversidad por el rápido desarrollo económico, se pierde un medicamento crítico cada dos años. Por ejemplo, una especie de tejo del Himalaya, utilizado para producir Taxol, medicamento de quimioterapia, está al borde de la extinción por sobreexplotación y uso como combustible.

Por otra parte, una biosfera saludable garantiza un aire limpio, suelo fértil, agua y provisión de alimentos. También crea las condiciones para procesos decisivos, como la polinización, además de protección contra inundaciones y captura y almacena carbono. Todo ello se ve amenazado por la pérdida de biodiversidad.

A pesar de ello, la inversión pública y privada para proteger la biodiversidad es de solo 78.000-91.000 millones de dólares al año, aproximadamente un décimo de lo necesario y la mitad de lo que se gasta mundialmente en subsidios para combustibles fósiles.

Pero algo está cambiando. En la mayor cumbre de la ONU en una década a celebrar en Kunming (China) en 2022, los responsables políticos discutirán objetivos innovadores de biodiversidad para 2030. Habrá que establecer un objetivo neto cero de pérdida de biodiversidad, al que las empresas tendrán que adherirse. Puede parecer una tarea hercúlea, pero es lo que necesitamos para sanar la naturaleza y una transformación sostenible de nuestra economía.

Al respecto se ha intentado cuantificar el riesgo. Es el caso de un modelo, desarrollado por la ONU, que trata los recursos del planeta como “capital natural”, un activo como cualquiera de los que aparecen en el balance de las empresas. Bajo este marco, los suministros de agua limpia, el suelo fértil y los minerales de la Tierra forman un inventario del que obtenemos “servicios ecosistémicos” esenciales. Se estima que su valor económico es de 140 billones de dólares/año, un 60% más que el PIB mundial. Incluso un estudio reciente muestra que los ecosistemas oceánicos y terrestres eliminan alrededor de la mitad de las emisiones antropogénicas de CO2 de la atmósfera, la mitad de nuestra “deuda climática”, de forma gratuita, un vasto subsidio para la economía mundial. Lamentablemente, hemos empleado rápidamente este capital natural, sin invertir para preservar su valor, y lo hemos degradado gravemente aproximadamente en un 60%.

Ahora bien, ¿cómo pueden las empresas responder a la pérdida de biodiversidad? Para empezar, deben reconocer la amenaza. Los riesgos físicos son más obvios e inmediatos. Por ejemplo, la deforestación puede desencadenar inundaciones o reducir precipitaciones locales, aumentando costes operativos y de seguros. Por su parte los productores de alimentos, a medida que el suelo rico en nutrientes desaparece con la agricultura intensiva, pueden enfrentarse a una caída a largo plazo de su producción e ingresos. Además hay riesgos relacionados con costes de reputación y legales contra compañías que causen daños ecológicos.

De momento hay modelos que las empresas pueden utilizar. La ONU, por ejemplo, ha desarrollado un marco de estadísticas internacionales que permite a los inversores comparar contabilidades ambientales en relación con el producto, ventas o gastos, a fin de tomar decisiones informadas. Se trata del Sistema de Contabilidad Económica Ambiental (SEEA, por sus siglas en inglés), utilizado para calcular el progreso hacia los Objetivos de Desarrollo Sostenible. A ello se añaden modelos basados en la ciencia, como el marco de límites planetarios del Centro de Resiliencia de Estocolmo, que facilita que las empresas cuantifiquen su contribución a la pérdida de especies por millón de dólares de ingresos. Estos modelos pueden formar la base de la divulgación financiera trimestral relacionada con la naturaleza, con datos de huella de biodiversidad y objetivos respecto a protección de las especies y restauración de hábitats.

Algunas empresas se están moviendo rápido. Es el caso del conglomerado de lujo Kering, que ha desarrollado cuentas de beneficios y pérdidas ambientales para medir y cuantificar el impacto de su actividad en la biodiversidad y el medio ambiente. Se ha comprometido a reducir tal huella en su cadena de suministro un 40% para 2025. Para otras empresas, la divulgación de información respecto a biodiversidad es una obligación legal. En Francia, la legislación introducida en 2019 requiere a las instituciones financieras dicha información en sus estados contables. Además, las inversiones pueden reorientarse a reparar el daño causado al ecosistema, con beneficios considerables. Para cuantificarlo, el modelo de Reducción y Recuperación de Amenazas de Especies (STAR en inglés) puede ayudar. Desarrollado por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, una de las organizaciones más influyentes en biodiversidad, permite cuantificar el impacto previo de las inversiones de una empresa en cuanto a reducción del riesgo de extinción de especies. También permite medir el impacto de actuaciones en pro de la conservación a lo largo del tiempo, ya sea para una fábrica, una finca, una región o país en particular.

Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías

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