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Florian Schulz: “Los empleados infelices son dañinos para la empresa”

El responsable de Psicología de University of St. Gallen alerta sobre el problema de la cronificación del estrés

La pandemia ha situado la salud mental en la primera línea. Durante este tiempo, la estabilidad psicológica de los trabajadores se ha visto resentida, lo que ha provocado que la sociedad y las empresas pongan el foco especialmente en este aspecto. Lo sabe bien Florian Schulz (Memmingen, Alemania, 1977), responsable de Psicología de la University of St. Gallen (Suiza), quien recibe a CincoDías en el marco de la Semana de la Sostenibilidad de Esade, donde alertó sobre los problemas de la cronificación del estrés en el mercado laboral.

R. ¿Cómo influye el bienestar de los empleados en el desempeño de la organización?
R. Depende mucho del tipo de trabajo, pero la realidad es que hay una correlación muy pequeña entre el bienestar y el desempeño de un empleado. Lo que sí podemos decir es que los trabajadores infelices van a ser improductivos e, incluso, dañinos para la empresa. Eso sí lo tenemos claro. La cuestión entonces es ver si la felicidad es realmente una necesidad o si, por el contrario, lo importante es que la gente no sea infeliz. La clave está en cómo ha cambiado el trabajo en las últimas décadas.
R. ¿Cómo ha sido esta evolución?
R. El tema de los trabajadores felices o infelices es menos relevante cuando estos son menos autónomos. Pero lo que hemos visto es que toda nuestra economía se ha desplazado hacia industrias orientadas a los servicios intelectuales. Parece que los empleados de hoy en día tienen que ser emprendedores dentro de la propia compañía. En este caso sí que es muy importante que estén motivados, si no, no serán innovadores y creativos. Pero hay que tener el tipo de trabajo en cuenta.
R. ¿Son más importantes las condiciones laborales o las políticas que persiguen el bienestar en las compañías?
R. Bueno, lo primero de todo, hay una industria de la felicidad. Es una supertendencia. Por supuesto que la industria siempre dirá: puedo hacer a tus trabajadores más felices para que produzcan más. En principio no me opongo a eso, pero también hemos visto compañías que tienen malas condiciones laborales y ahora están tratando de implementar medidas orientadas a la felicidad de los empleados. No voy a decir nombres, pero creo que eso crea cinismo en las organizaciones. Si el personal cobra menos de lo que debería pero la compañía invierte en prácticas de mindfulness, nada tiene sentido.
R. ¿Cuándo tienen sentido entonces estas prácticas?
R. Creo que el mindfulness y el coaching están bien cuando se está en lo alto del todo. Si los cimientos están bien, es algo positivo para la organización. Así mejoran su cultura. Pero si las bases no están ahí, yo no soy partidario de implementar estas medidas. Cuando el coaching se hace bien y de manera profesional, creo que es una herramienta muy potente para enfrentarse a la complejidad actual. Pero este no puede sustituir al buen liderazgo o a problemas que deberían atajarse desde el punto de vista del liderazgo.
R. Este año los trabajadores han tenido que ser más autónomos debido al teletrabajo. ¿Cómo ha influido esto?
R. He seguido mucho el impacto en la salud mental, pero también en la física. Lo que ya sabemos es que el consumo de alcohol y drogas ha aumentado. Nuestras rutinas han cambiado y se han llenado de malos hábitos. Los ratios de ansiedad y depresión se han disparado, especialmente entre la gente más joven. Para mucha gente es tan esencial ese pequeño café que te tomas con tus compañeros de trabajo, especialmente para quienes están entre los 20 y los 30, porque la mayor parte de su vida transcurre en el trabajo. Están muy involucrados en su carrera y en la parte social de la oficina. Así que muchos se han frustrado al perder esto.
R. ¿Se ha aprendido algo?
R. Una parte muy buena es que la gente ha tardado menos en llegar a trabajar, ha podido organizar mejor su tiempo libre, comer con su familia... Y las empresas han aprendido que le puedes dar autonomía a los trabajadores, puedes confiar en ellos y, si están comprometidos con el trabajo, responderán muy positivamente. Creo que las empresas tienen que darle más autonomía a los trabajadores y se llevarán gratas sorpresas.
R. En España, el Gobierno anunció que los inspectores de trabajo van a analizar el bienestar de los trabajadores, además de sus condiciones. ¿Es posible?
R. El bienestar y la felicidad son el último adorno, pero vamos a hablar de salud mental. Los trabajadores están más estresados que los recursos disponibles para atajar el problema, lo que supone que van hacia una posición de estrés crónico, lo que al final es probable que desemboque en enfermedades psicosomáticas o mentales. Vemos muchos más dolores de espalda, de cabeza... eso son formas físicas que toma el estrés después de un tiempo. Eso es donde podríamos poner el foco, no solo en el burnout.
R. ¿Por qué?
R. La pregunta que nos deberíamos hacer es si es sostenible que los trabajadores tengan estrés crónico. Tiene costes primarios y secundarios muy graves para una sociedad. Los primeros, porque es caro tratar los efectos psicosomáticos del estrés crónico. Lo segundo es que la gente no va a poder trabajar de manera productiva en esas condiciones. La tendencia, incluso antes del coronavirus, iba en alza, pero ahora se ha disparado.

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