Cómo evitar la erosión de la inflación en las inversiones
Con tipos reales negativos cualquier nivel de inflación supondrá pérdida de valor para el ahorrador si no invierte adecuadamente
Los datos de inflación interanual americana de este verano, superiores al 5%, y la falta de suministros de algunos productos hicieron saltar las señales de alarma ante un incremento elevado de precios que se pudiera prolongar en el tiempo. Los medios de comunicación de ese país evocaban lo vivido en el periodo de hiperinflación de los setenta, con fotos de las históricas manifestaciones de protestas de consumidores y trabajadores.
Jerome Powell en sus comparecencias públicas recordaba que vivimos una situación inusual, al comparar este año con un extraordinario 2020. Creía que este nivel de inflación será algo transitorio y no esperaba nada parecido a aquella época. Probablemente tenga razón, entre otras cosas porque la Reserva Federal tiene desde entonces el objetivo de la estabilidad de precios. Así, si prevé una tasa media de inflación por encima del 2% durante un plazo más largo, actuará, como ya ha anunciado, retirando estímulos monetarios y subiendo tipos. No parece que vaya a repetir el error de mantenerlos muy bajos sin preocuparse por la inflación.
Mientras aquí, en España, el IPC de agosto a agosto subía solo el 3,3%. Mucho menos que en EEUU, pero no exento de efecto sobre ahorradores e inversores, especialmente si son conservadores.
En los últimos cuarenta años hemos vivido una inflación muy moderada a nivel global. En lo que va de siglo ha sido inferior a la media histórica y desde 2008 extraordinariamente baja. Sin ir más lejos, el IPC español ha subido en los últimos veinte años a una tasa media del 1,7% y desde mediados de 2008 por debajo del 1%. Aún con baja inflación, si los depósitos no hubieran rentado, el poder adquisitivo perdido por depositantes sería aproximadamente del 50% en lo que va de siglo y acercándose al 20% desde el 2008. Así que el ahorrador que no invierta asume la inexorable erosión del valor de su patrimonio financiero, aunque sea lentamente.
Durante este largo periodo de moderación en inflación, hemos tenido algún que otro sobresalto. Por ejemplo, en julio de 2008 el IPC interanual subió por encima del 5% mientras el petróleo se acercaba a sus máximos históricos (145 dólares). La situación evocó incluso más el periodo de gran inflación citado, pues en buena medida se debió al crudo. El verano de ese pésimo año de mercado, los periódicos destacaban en sus titulares una inflación española y europea con los niveles más altos desde 1997, despertando el temor entre inversores. Pero el miedo a inflaciones altas se fue como llegó, y finalmente no se produjeron. Para un desarrollo económico equilibrado no es necesario mantener incrementos de precios tan bajos como los de este decenio. Una tasa del 2% se considera razonable, y es el objetivo de los bancos centrales en condiciones normales. En la situación actual, con la deuda acumulada tras la pandemia, es incluso deseable. En reuniones previas, estas instituciones han manifestado que mantendrían los tipos bajos incluso si veían superar ligeramente este umbral los próximos dos años. Sin embargo, aunque no fuese el mensaje central, han declarado que vigilan la inflación esperada para plazos más largos. Concretamente, la que descuenta el mercado a través de los bonos ligados a la inflación.
Actualmente estos bonos pronostican una inflación media para los próximos cinco años alrededor del 2,5% y del 2,3% a diez, en el caso americano y todavía por debajo del 2% en la zona euro. Los inversores que esperen inflaciones más altas podrían cubrir esta eventualidad comprando este tipo de bonos. Aunque el resultado de esa inversión sería peor que la de un bono de cupón fijo, si finalmente la inflación media acaba siendo menor. La evolución del valor liquidativo de un fondo que invierte en bonos ligados a la inflación depende del cambio en las expectativas de inflación y de los movimientos de tipos según su duración, lo que puede hacer que su valoración sorprenda por la falta de correlación con los datos mensuales de IPC. Para ayudar a entender lo que se puede esperar de estos fondos es conveniente contar con un buen asesoramiento profesional.
Otra forma de cubrirse de un eventual periodo de elevada inflación es invirtiendo en los sectores que la causan. Si es por la subida de materias primas habría que elegir entre fondos que usan futuros o acciones relacionadas con su explotación. Cada una tiene sus ventajas e inconvenientes. Otra inversión popular cuando hablamos de inflación es el oro, pero tiene una volatilidad superior a la renta variable, al igual que el sector de la energía. Las materias primas en general, y cada una de ellas en particular, tienen fuertes oscilaciones en sus precios y, aunque este año han ofrecido rentabilidades llamativas, han sufrido largos periodos de mal comportamiento.
Invertir en renta variable de forma diversificada internacional y sectorialmente ha protegido sobradamente de la inflación al inversor, por alta que fuera. Lo que ocurrió en el quinquenio hiper inflacionista del 75 al 79 puede servir como ejemplo ilustrativo. El índice de precios americano subió a una media anualizada superior al 8%, acumulado cerca del 50%. En ese mismo periodo el retorno total del S&P 500 fue casi del 100%, y en media del 14,8%. Según datos estadísticos, tener renta variable internacional es una de las mejores estrategias para cubrirla inflación, aunque coyunturalmente podamos sufrir correcciones más o menos severas por cualquier razón.
Marta Díaz-Bajo es Directora de soluciones de inversión de Atl Capital