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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

China debe garantizar una solución ordenada para Evergrande

El endeudamiento de Evergrande se ha ido fraguando ante los ojos de unos reguladores a los que no acostumbra a temblarles la mano cuando se trata de intervenir en el mercado

CINCO DÍAS

La crisis del gigante chino del ladrillo Evergrande, la segunda inmobiliaria del país, ha desatado una ola de temor en los mercados por el riesgo de una posible macroquiebra con potencial suficiente no solo para arruinar a muchos inversores y perjudicar los balances de importantes acreedores financieros, sino para llevar a miles de proveedores a la quiebra y provocar una crisis sistémica cuyas ramificaciones pueden traspasar las fronteras chinas. Las acciones de la compañía se desplomaron ayer hasta un 19% en la Bolsa de Hong Kong, en lo que supone el mínimo en más de 11 años, y cerraron finalmente la sesión con un descenso de algo más del 10%. El hundimiento de la inmobiliaria, que la semana pasada reconoció que probablemente no pueda pagar la deuda de 254.000 millones de euros que tiene con sus acreedores, provocó que el selectivo de Hong Kong cerrase con pérdidas del 3,2%.

Los temores de que la caída de Evergrande genere una onda expansiva que sacuda China y contagie a otras economías tienen fundamento, ya que sus pasivos representan aproximadamente el 2% del PIB del país asiático y el volumen de negocio que mueve el sector inmobiliario en China equivale al 29% de la riqueza nacional. Los principales acreedores de Evergrande son entidades financieras e inversores chinos, pero la empresa tiene deudas pendientes con una multitud de proveedores y contratistas, a quienes debe aproximadamente unos 32.000 millones de euros. Las magnitudes de la compañía son inequívocamente chinas: proporciona empleo directo a 200.000 personas e indirecto a 3,8 millones más, posee 1.300 proyectos en 280 ciudades y ha vendido inmuebles a 12 millones de propietarios, según señala en su página web. Una bomba de relojería, en suma, cuya onda expansiva es difícil de calcular, y que ha hecho resurgir en la memoria de los inversores el fantasma de la histórica quiebra de Lehman Brothers de septiembre de 2008.

El endeudamiento que arrastra Evergrande no ha salido de la nada, sino que se ha ido fraguando ante los ojos impávidos de unos reguladores chinos a los que no acostumbra a temblarles la mano cuando se trata de intervenir en el mercado. Pese a que todo apunta a que Pekín no tiene intención de rescatar a la inmobiliaria, la gravedad de la crisis en que la compañía está imersa exige que cualquiera que sea el desenlace final, tanto si se trata de una reestructuración como si no resta otra salida que una liquidación, el Gobierno chino aporte una solución sensata y ordenada, que no provoque peligrosos movimientos de tierra en la economía asiática ni ecos de esos temblores en la economía mundial.

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