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Distintas formas de mirar el hueco entre valor y precio de las empresas

Hay varias métricas para detectar las oportunidades, aunque ninguna es infalible

CINCO DÍAS

"Solo el necio confunde valor y precio”. Afortunada frase con muchos padres pero que parece arrancar de un billete de Francisco de Quevedo, el miope con más vista de las letras españolas, dirigido al duque de Osuna cuando despreciaba la oportunidad de aspirar a gobernar Nápoles, devastada y depreciada por los corsarios y ataques berberiscos, pero de determinante valor estratégico para dominar el Mare Nostrum. “Solo el necio confunde valor y precio” es la guía más común utilizada por los amantes de la gestión value para detectar los desajustes entre el precio al que cotizan los títulos de una compañía y el valor real de la misma, al que se acercará cuando los inversores descubran tal desajuste. Pero solo es una de las distintas formas de mirar tal desajuste y construir decisiones de inversión.

Cuando la Bolsa ha consumido muy buena parte de su impulso alcista tras el bajonazo de la pandemia de Covid, aunque en el caso de la española no haya absorbido ni siquiera aún toda la pérdida de la primavera del pasado año, diseñar una cartera de valores con oportunidades de proporcionar retornos seguros empieza a ser complicado. Pero hay varias métricas para detectar las oportunidades, aunque ninguna de ellas pueda estimarse infalible.

Todas proporcionan pistas atractivas, pero todas encubren también pistas falsas; de hecho, unas fórmulas de valoración descartan las otras. Pero todas ellas tienen la virtualidad de ser útiles para identificar empresas en las que invertir en función del perfil de cada individuo. La rentabilidad por dividendo agrada a los más conservadores, pero nunca asegura que lo prometido sea sostenible; el descuento o prima sobre el valor contable de las cotizaciones encubre posibilidades de afloración de valor en empresas tradicionales con defectos de balance; los beneficios reales o esperados en relación al precio de la empresa, esa relación que revela el PER, es también una expectativa a considerar; e incluso las tendencias que utilizan los amantes del momentum, dando por buena la prolongación de las rachas de los valores, es una señal para los inversores; como lo es apostar siempre por los líderes de cada actividad porque tienen la capacidad de marcar tendencias y precios. La dificultad está en distinguir cuándo tal señal es real o es humo.

Cada una de ellas es útil para un tipo de inversor, en el que cuenta su expectativa de ganancia y su resistencia a la pérdida: el nivel de riesgo dispuesto a encajar, en definitiva. En todo caso, en momentos de incertidumbre bursátil, donde puede estar cerca el punto de giro de una tendencia, no es malo encomendarse al dicho de un genio de las letras “manco de un brazo, que no de talento”, y no menos lúcido que Quevedo, como Cervantes en su Quijote: “Siempre que se gana algo no se pierde nada”.

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