La IA, una oportunidad de oro para el español
En esta nueva etapa de la inteligencia artificial cobra una especial importancia la capa del lenguaje
Pocas veces se abre una oportunidad empresarial como la que se presenta ahora mismo con la inteligencia artificial. Y, desde luego, rara vez se plantea un escenario en el que España parte con una ventaja competitiva para aprovecharla. La conjunción de astros es casi perfecta por tres razones.
E
n primer lugar, al despliegue de las redes 5G, al aumento masivo de los datos disponibles, a la mejora exponencial de las capacidades de deep learning (aprendizaje profundo) y al potencial de los nuevos sistemas de computación se suma una demanda sin precedentes de soluciones en el campo de esa tecnología desde todos los sectores privados y públicos. El último estudio de mercado presentado por IDC el pasado mes de febrero proyecta un volumen de 327,5 mil millones de dólares con un crecimiento del 16,4% para este segmento. El mismo informe estima que en 2024 habrá superado la impresionante marca de los 500.000 millones.
El segundo motivo es que en esta nueva etapa de la IA cobra una especial importancia la capa del lenguaje. El internet de las cosas, el coche autónomo, los dispositivos de realidad aumentada, la interacción en los videojuegos o la recreación de experiencias sanitarias, turísticas o de compra en la moda dependen en gran medida de la capacidad de las máquinas para entendernos. De nada sirve que detrás de un servicio de atención al cliente se encuentre una superestructura tecnológica. Si no comprende lo que necesitamos, frustrará nuestras expectativas y echará por tierra toda la inversión realizada. Además, dentro de las diferentes tendencias de la inteligencia artificial, el bloque de las tecnologías llamadas conversacionales, las que más intensamente utilizan las capacidades lingüísticas, figura entre las tres que impulsan el mercado junto a las conocidas como machine learning (aprendizaje de máquinas) y computer vision (visión computacional).
Por último, se está produciendo un fenómeno que deja un especial campo de oportunidades. La experiencia de usuario es muy superior si interactúas con una máquina en inglés a si lo haces en cualquier otro idioma. Las razones tienen que ver con la inversión económica que requiere el entrenamiento de los sistemas, la proximidad en Estados Unidos entre el mundo de la empresa y el de la ciencia y la evidente economía de escala que genera trabajar de primera mano con la lengua más dinámica en la Red. Este fenómeno está acelerando de manera incipiente la adopción del inglés por parte de millones de usuarios en todo el mundo, normalmente los más jóvenes, algo que debería hacernos reflexionar.
Y, sí, digo oportunidad porque aquí es donde los españoles tenemos ventaja. O, al menos, donde deberíamos tenerla. En la nueva economía que propone la inteligencia artificial, dos factores son especialmente críticos: datos y usuarios. Hoy conviene recordar que nuestro idioma cuenta con los dos. Se encuentra entre los tres primeros en términos de contenidos y en el de internautas. Son los factores de los que carecen el francés, el alemán, el italiano o el portugués. Y son dos de los que enriquecen las propuestas y avances del inglés, del chino y del ruso.
Resulta fácil predecir cuál será el siguiente idioma al que llegará la próxima oleada de inversión y mejoras. Será el español. Podemos esperar a que sean los gigantes tecnológicos y las startups que rodean sus ecosistemas los que lleven a cabo ese proceso de maduración. O, por el contrario, tratar de aprovechar estos y otros tres elementos de la ecuación que también nos posicionan de manera determinante para fomentar un sector de enorme proyección y futuro.
España dispone de una razonablemente bien nutrida comunidad científica en contacto con los avances en redes neuronales y transformers que posibilitan el procesamiento, el entendimiento y la generación del lenguaje natural; cuenta con una incipiente escena de empresas y emprendedores invirtiendo y desarrollando esas capas lingüísticas necesarias para tantos servicios; y, además, se ha dotado de una Estrategia Nacional de Inteligencia Artificial que pone uno de sus acentos más significativos en la preparación de nuestro idioma ante la disrupción que se está produciendo.
Podríamos añadir otras fortalezas (nuestro entendimiento colectivo y compartido con todo un continente del valor social y cultural de la lengua, el papel activo y el liderazgo de nuestras instituciones lingüísticas, nuestra relevancia en la Unión Europea, etc.), pero el resultado es el mismo: tenemos la oportunidad y los medios para aprovecharla.
¿Qué nos falta? Convencernos del inmenso potencial que plantea, no perder el foco dentro del amplio campo de la inteligencia artificial en el que otras naciones ya han apostado por otras capas en las que nos sacan una enorme ventaja y trasladar de una forma decidida a través de un storydoing (hechos que cuentan una historia) creíble y ambicioso que ese espacio es nuestro.
Revisando la historia de los últimos 200 años, es como si hubiéramos tenido una inmensa bolsa de petróleo a nuestros pies en el momento en el que el crudo pasó a revolucionar la industria y hubiéramos dejado que otros la explotaran.
Por el camino, no solo nos jugamos la oportunidad económica: también se dirime si nuestra lengua se verá relegada a un segundo plano, el de un idioma traducido y no hablado por las máquinas, en qué parte quedarán los hispanohablantes en la nueva brecha digital que se avecina y si tendremos o no una silla en la mesa en la que se tomarán las decisiones geopolíticas, cada vez más condicionadas por la tecnología.
Adolfo Corujo es Chief Strategy & Innovation Officer en LLYC