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Economía

Tomás Guitarte: "Los fondos de cohesión no se destinaron a la cohesión"

El diputado de Teruel Existe valora el reciente plan del Gobierno para evitar la despoblación y analiza el problema de fondo

Tomás Guitarte
Tomás GuitarteTeruel Existe
Fernando Belinchón

Con una cada vez menor población y un mayor envejecimiento, la España rural se enfrenta a un momento delicado en el que está en juego su futuro. Tomás Guitarte, diputado de Teruel Existe, valora el reciente plan del Gobierno para luchar contra la despoblación rural como el primer paso en un largo camino que podría llevar décadas. En la sesión de control al Gobierno que se celebró la semana pasada, Guitarte calificó al plan como "la última oportunidad" para el mundo rural español. El diputado se presta a hablar telefónicamente para dar su visión sobre la problemática que afrontan los pueblos y las ciudades más pequeñas. 

R. ¿Qué opinas sobre el plan de 136 medidas para evitar la despoblación?
R. Nos parece bien que se haga el plan. En una moción que aprobamos en el Congreso en junio de 2020 ya se instaba a que se hiciese un plan de reactivación de zonas rurales. Muchas de las medidas son cosas que nosotros pedíamos. Lo que sí creemos que es sustancial y que todavía hay que hacer es esa cuantía económica, más de 10.000 millones, casi 11.000, definir cómo se van a distribuir dentro del plan. No deja de ser todavía una enumeración de medidas, debe cuantificarse, explicarse cómo se va a hacer y evaluarse su impacto. Creemos que esas 136 medidas deben de ser 136 aciertos porque de otra forma corremos el riesgo de no cambiar lo suficiente el rumbo.
R. ¿Cuál es el rumbo actual?
R. El problema que denunciamos es que se ha llevado a los territorios de la España despoblada a un desequilibrio territorial que se debe intentar corregir. Corregirlo supone cambiar parcialmente el modelo de desarrollo que hemos seguido hasta ahora. Ese modelo nos ha llevado a la situación actual, es un modelo que polariza la actividad concentrándola en determinadas zonas. Viene usándose desde los planes de desarrollo de la dictadura pero luego la democracia tampoco ha conseguido cambiarlo, sino que lo ha ido acrecentando. Incluso, cuando la Unión Europea otorgó a España unos fondos de cohesión destinados precisamente a la cohesión, no se utilizaron para ello y se destinaron a los polos de desarrollo. Hacen falta medidas más estructurales que venimos pidiendo.
R. ¿Qué medidas son estas acciones estructurales?
R. A efectos de infraestructuras, hay que completar las infraestructuras que faltan. El modelo de desarrollo de infraestructura en España es uno radial. Pedíamos y pedimos un cambio porque es muchísimo más eficaz una estructura en malla de las infraestructuras que una radial. Es la que tienen los países más desarrollados de nuestro entorno. Es una estructura de comunicaciones físicas que otorga más igualdad de oportunidades a todos los territorios. En una estructura radial, si no estás en uno de los radios, no eres nadie. Es lo que nos pasa a los territorios de la España vaciada.
R. ¿Y el caso de Teruel?
R. Nosotros en nuestro caso los estudios históricos nos ponen en evidencia que la causa del problema es el aislamiento de los grandes corredores de infraestructuras. Se ha quedado aislado no porque no se haya pensado como vertebrar este territorio, sino porque lo pensado nunca se ha ejecutado. No es que no se sepa lo que hay que hacer, sino que no se ha hecho. Siempre ha habido argumentos para no hacer los planes. Cuando hay crisis, porque hay crisis. Cuando se está saliendo, porque es mejor invertir en aquellos puntos que den un retorno más inmediato. El resultado es el aislamiento, una menor actividad económica y como consecuencia final, la despoblación. Hay que invertir en subsanar los déficits históricos de infraestructuras.
R. Habiendo dispuesto de fondos para la cohesión que llegaron desde Europa y teniendo un sistema político descentralizado como son las autonomías, la pregunta es: ¿qué ha fallado para que en un sistema descentralizado y con fondos de cohesión cada vez el PIB esté más concentrado?
R. Parece una paradoja porque teóricamente un modelo político descentralizado administrativamente debería haber generado una multipolaridad de actividades y sin embargo se ha ido concentrando. Nosotros nos dimos cuenta de este problema hace 20 años. Fuimos a hablar con los comisarios de la Unión Europea sobre que los fondos de cohesión no se estaban gastando en cohesión. De hecho, se empleó mucho de ese dinero en construir el AVE, que es casi todo lo contrario a la vertebración del territorio. Mejora mucho la conexión entre puntos de los extremos pero lo que hay en medio no lo vertebra. Parecía contradictorio el discurso de vertebrar el país y que paralelamente se estuvieran cerrando vías de tren convencional. Reduciéndose trayectos, haciendo al tren convencional menos competitivo. Los fondos se han utilizado y se siguen utilizando de forma desafortunada porque aunque el equilibrio a la hora de desarrollar el país esté recogido en la constitución, aunque lo dice el tratado de funcionamiento de la UE, no era un objetivo real de la política española. Si tú concentras las buenas infraestructuras en ciertas áreas, al final el emprendedor que está fuera de esas zonas está pagando los mismos impuestos y termina por trasladarse a la zona de mejores servicios. Cómo puede ser que un empresario de un pueblo que no tiene autovía, que no dispone de fibra óptica, tenga que pagar los mismos impuestos que otro que está en el área metropolitana de Madrid, Zaragoza, Barcelona o Bilbao. Los empresarios rurales piden un trato fiscal diferente porque el Estado no les ha proporcionado los mismos servicios. El Estado no puede desentenderse del futuro de los territorios abandonando a algunas regiones a su suerte.
R. ¿Cómo se soluciona la despoblación y este desequilibrio?
R. Creando trabajo en el mundo rural. ¿Cómo hacerlo? Ahora tenemos la suerte de poder lograrlo con la aplicación de las nuevas tecnologías. Hace 10 años era más difícil resolver este problema. Hoy en día podemos aspirar a que si el Estado dota a todo el territorio de cobertura de telefonía móvil y de internet eficiente a toda la población, sea factible trabajar desde cualquier punto del país. Caminamos hacia un modelo de economía que quizás nos permita poner en valor sitios que antes no podían competir. No hará falta estar acudiendo continuamente a una oficina física tal y como ha evidenciado la pandemia.
R. Ese ciudadano que esté trabajando en un sector tecnológico en una gran ciudad, ¿qué alicientes puede ofrecerle la vida rural? Ese es el desafío, crear oportunidades de trabajo para así generar arraigo en la población.
R. Lo que tiene que haber en el mundo rural es la oportunidad de trabajar como en una ciudad y unos servicios públicos de calidad similar. La educación, la sanidad, la seguridad y la asistencia a mayores deben estar en un rango similar. Nosotros hablábamos como medida del plan 100 30 30.
R. ¿Qué es eso?
R. Que todas las localidades tengan 100 megas de acceso simétrico a internet. Que estén a 30 minutos de desplazamiento máximo de un instituto, de un centro de salud y de la guardia civil. Que se sitúen a un máximo de 30 kilómetros de una vía de alta intensidad como puede ser una autovía. Con eso un territorio se pone en valor. Si eso existiese, es decir, esta igualdad de servicios, no sería lo único que influiría, porque el mundo rural es también una cuestión cultural. Te tiene que gustar. Te ofrece calidad de vida si entiendes por calidad de vida estar en un espacio no contaminado, en un contacto directo con la naturaleza, una vida más sana. Si no te gusta eso, nadie te va a obligar a irte a un pueblo. Desde la educación, en las últimas décadas la formación que se hacía en los pueblos era la contraria. Tienes que estudiar con la intención de irte. Se forma a la gente con la intención de que se vaya. Se mezclan aspectos culturales con económicos.
R. Me llama la atención esa frase, a la gente de ciudad nadie le obliga a ir al pueblo, ¿y viceversa?
R. Viceversa se forzó desde la educación y, desde luego, desde la falta de oportunidades. Si te dicen que el objetivo deseable es irse y ves que no hay oportunidades en el territorio, la población se marcha. Cuando vino la mecanización e hizo falta menos mano de obra la solución fue irse a las ciudades. No hubo una reconversión tras la crisis agrícola. No se buscó reubicar en otra actividad distinta a la mano de obra. Se fueron a las grandes urbes donde se estaban invirtiendo en los polos de desarrollo.
R. Una vez llegados a este punto donde una menor población redunda en un menor tejido productivo, que a su vez, causa una menor población porque se desplaza en busca de trabajo, cabe preguntarse qué hacer. El documento del plan del Gobierno menciona las llamadas iniciativas tractoras, ¿es esto a lo que hay que recurrir llegados a este punto?
R. Es una pregunta que lanzamos a la ministra en el Congreso. Los ministerios son muy dados a las manifestaciones de interés que no es otra cosa que esperar que lleguen propuestas por parte de los emprendedores. Nosotros les dijimos que la despoblación tiene varios grados y hay casos muy severos como son los nuestros, los de Soria o los de algunas zonas de Cuenca. En estos casos el problema es tan grave que ya no hay masa crítica de emprendedores ni de empresarios. No hay tejido del que puedas esperar iniciativas potentes y brillantes porque ese tejido ya no existe. Lo que decimos es que las empresas del sector público y la administración deben crear los proyectos tractores que reanimen la actividad, al menos en la primera fase, y luego ya esperar respuestas desde la iniciativa privada. Hay que analizar caso por caso y viendo la solución. En muchos casos el sector público tendrá que hacer de momento tractor porque no hay ni masa crítica de emprendedores, ni de población, ni de gente en edad de emprender. No van a salir ni ideas ni inversores con la suficiente potencia para mover la actividad. Otra cosa de la que estamos preocupados es la implantación de las energías renovables, que todos veíamos como una oportunidad.
R. ¿Cuál es el problema con las renovables?
R. Nos está empezando a parecer un problema, porque se está haciendo a través de macrocentrales que no respetan el patrimonio natural que, incluso, se plantean en lugares en los que cualquier persona con sentido común vería que están dañando un paisaje que ya aportaba dinamismo económico por el turismo que atraía. Se plantean de manera irreflexiva y pone en evidencia que una vez más la gran urbe nos está contemplando como el patio de atrás donde se pone lo que no se quiere.
R. En esos sitios donde no hay esa masa crítica de población o emprendedores, ¿se corre el riesgo de que una compañía quiera implementar allí su megacomplejo, su megagranja y que al final la España rural quede reducida a un sitio de megaexplotaciones pero sin vida como tal en los pueblos?
R. Ese es el modelo al que advertimos que no podemos caminar. Aunque pueda parecer el camino fácil, eso no es realista ni es sostenible. Si alguna ventaja tenemos de haber quedado fuera de la fase de desarrollismo puro es que se han preservado una serie de valores. Se ha preservado la naturaleza y la cultura mientras que en otros sitios se han destruido. No podemos cometer el error de repetir el patrón que destruyó esos valores en otros sitios. Hay que desarrollar el tejido de forma coherente. No hacen falta macroparques eólicos, sino generación distribuida y que se pongan las instalaciones que lo consumen cerca de las plantas que lo producen.
R. Precisamente, si no me equivoco es una de vuestras reclamaciones, el precio de la electricidad y la cercanía entre consumidores y productores
R. Hay una paradoja en España que es que la electricidad cuesta lo mismo te encuentres a 1.000 kilómetros de donde se produce o te encuentres a 500 metros. Esto es absurdo. Hay gastos de distribución y de comercialización. ¿Por qué es así? Porque esta ley la impusieron las grandes aglomeraciones urbanas. Si el consumo eléctrico es más barato cerca de donde se produce, generarás empleo y actividad en esos lugares. Nosotros queremos energía renovable, apostamos por ese cambio, pero no la queremos al precio de destruir nuestro territorio. Si además de no respetar nuestro patrimonio natural no dejan ningún beneficio, no contribuyen al desarrollo económico del territorio que lo pongan en la Castellana, donde lo van a consumir. Estamos a favor de las renovables, siempre que no se pongan en lugares que perjudiquen actividades que ya existían antes como el turismo de naturaleza. Donde no afecte a la biodiversidad. Pero además de eso, pedimos que paguen un canon. En los años 80 hubo unos años en los que las centrales de carbón pagaban un canon a las diputaciones provinciales. Eso desapareció cuando España entró en la UE. Las centrales deberían pagar un canon para contribuir al desarrollo del territorio en el que están. De esa forma, repercutirían en el desarrollo del territorio al que impactan en su entorno. Sin ello, caemos una vez más en la visión colonialista de aprovechar los recursos de un territorio en beneficio de otro. Antes se nos sacaba el hierro y el carbón y ahora, se nos quiere sacar la energía sin repercutir en el desarrollo del territorio.
R. Para terminar, ¿son suficientes 10.000 millones de euros para revertir décadas de pérdida de población?
R. Es evidente que no. Lo consideramos el primer paso. Lo que veníamos diciendo es que este Gobierno o el que sea, debe pasar de analizar el problema a aplicar soluciones y las soluciones deben ir acompañadas desde el presupuesto. Tras la manifestación de la España vaciada de hace dos años se venía a decir eso. Hace falta convencernos de que es un problema esencial del país y asumir que hay que destinar un mecanismo de financiación estable para que independientemente de las veleidades políticas, estas medidas vayan aplicándose de forma continuada. Esto no se va a solucionar en un año o dos, probablemente, cueste una década o dos revertirlo. El plan es para empezar. Hay que acertar muy bien al aplicar las medidas para que atraigan actividad e inversión. Las medidas más potentes, las que afectan a la concepción del Estado están todavía por llegar. No hemos sido capaces de romper las inercias que existen por ejemplo en el tema de transportes. Es complejo convencer a la gente de la necesidad de la red en forma de malla.

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Sobre la firma

Fernando Belinchón
Madrid. 1994. Máster en periodismo económico por la Universidad Rey Juan Carlos. Redactor de la Mesa Web de CincoDías. En el periódico desde 2016.

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