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Contante y Sonante

Cuando la banca ya no es, ni será, lo que era

Pierde influencia, se transforma en una ‘boutique’ selectiva con clientes de primera y de segunda, su rentabilidad no despega y le llueve la competencia

Una oficina bancaria
Una oficina bancaria

La vinculación de los clientes con su banco cae a niveles de 2015. Esa es una de las principales conclusiones del informe, el noveno ya, de EMO Insights Internacional sobre las emociones que siente el cliente respecto a su banco principal. Un estudio realizado en enero, en plena pandemia, que analiza las respuestas de 3.000 usuarios bancarios españoles. La principal causa de esta menor unión con la entidad financiera en la que tienes depositada tu nómina, tus ahorros y tu hipoteca se debe a la subida de las comisiones en los servicios que te presta.

“Hemos pasado de las comisiones cero a pagar por todo, y eso se lleva muy mal. Además, las tarifas son elevadas y aunque tengas vinculación no te libras de pagar por algún servicio”, comentaba el viernes un directivo de una fintech sobre la estrategia que están siguiendo ahora los bancos tradicionales, y que al final está beneficiando a los nuevos actores financieros, como son los neobancos.

Y es precisamente esta vuelta de tuerca en las comisiones la que está generando una mayor desconfianza del cliente hacia su banco en medio del Covid.

El último grupo en endurecer las condiciones en su operativa es BBVA. El banco que preside Carlos Torres ha encarecido los requisitos que exige a sus clientes para no pagar comisiones. No basta con tener ingresos y recibos domiciliados para no pagar, la vinculación debe ser mayor, de lo contrario puedes pagar hasta 160 euros anuales a partir del 15 de junio. Los clientes sin vinculación pasarán a pagar una comisión de mantenimiento de 40 euros trimestrales, a los que habrá que sumar 35 euros al año por la tarjeta de débito.

Los bancos tradicionales, así, se están convirtiendo en una boutique en la que los clientes se segmentan por su actividad con la entidad en primera y segunda categorías. Estos últimos casos, de hecho, la banca intenta que sean los menos posibles porque no rentan, o eso dicen. Por suerte, parece que otras entidades como las fintechs, o las rurales (como publiqué la semana pasada en estas mismas páginas), están deseando hacerse con estos usuarios menos rentables.

Pese a esta selección de la clientela y la subida de comisiones, la rentabilidad de la banca no despega y sigue siendo su principal asignatura pendiente. Para lograr mejorar su ROE (rentabilidad sobre recursos propios) las entidades están acometiendo la mayor criba de la historia en oficinas y plantilla. CaixaBank, tras su fusión con Bankia, anunciará el mayor ERE puesto en marcha por un banco español. La comunicación de esta destrucción de empleo coincide en el tiempo con la que llevará a cabo BBVA. Entre ambos desaparecerán más de 11.000 puestos de trabajo, todo un récord.

BBVA da otra vuelta de tuerca a las comisiones: endurece las condiciones a
los clientes con nómina para no pagar

Fuentes sindicales aseguran que este recorte, además, no será como en otras ocasiones. La mayoría de la salidas se gestionarán con prejubilaciones, pero están convencidos de que los despidos voluntarios aumentarán frente a otros procesos similares ante las decisiones de los bancos de recortar la vía de las jubilaciones anticipadas, y las mayores trabas del Gobierno.

“Estamos convencidos de que ahora las propuestas de prejubilaciones serán menores, aunque nosotros intentaremos que suban”, declaraba el viernes el responsable de banca de uno de los principales sindicatos.

El sector bancario, en definitiva, pierde inevitablemente peso en la economía española, no solo porque su tamaño y capitalización disminuye, sino también porque su influencia se ha reducido (hay menos bancos y banqueros), y su poder de mando en el sector industrial español ha casi desaparecido. Solo CaixaBank o, más bien, Criteria, el holding de La Caixa, conservan todavía tentáculos industriales, aunque el aumento de las refinanciaciones vuelve a colocar a algunos bancos en el corazón de ciertas empresas para su salvación, pero su posición en ellas es como los puntos en una operación, tras cicatrizar la herida los hilos de sutura desaparecen bien porque han sido absorbidos, bien porque han sido eliminados.

A todo ello se suma el hecho de que la competencia en el sector financiero se desborda, con cada vez menos entidades financieras, y oficinas, pero con más actores hasta hace relativamente poco tiempo ajenos a la banca.

Las fintechs poco a poco están ganando cuota en ciertos nichos de mercado a los bancos, como en créditos al consumo, pagos con tarjetas de crédito o en otras actividades hasta ahora reservadas a la banca. Pero no son las únicas firmas que ejercen una cada vez mayor rivalidad con los bancos tradicionales. Las aseguradoras han comenzado a entrar en el negocio de la gestión de patrimonios, un terreno también exclusivo de la banca hasta hace nada. A lo que se añade la combinación de grandes empresas de telefonía, eléctricas, distribuidoras, grandes fondos de inversión..., que han decidido explorar nuevos negocios, y entre ellos los preferidos son las grandes financiaciones en unos casos, o las pequeñas en otros, el crédito al consumo, asesoramiento financiero, cambio de divisas, o también la gestión del ahorro, aunque en estos casos estén acompañados de entidades financieras o de aseguradoras.

El mundo al que estaban acostumbrados los bancos tradicionales se derrumba a sus pies. Cambiar o morir, y en eso están. Lo que ocurre es que su cambio, aunque se ha acelerado con el Covid, llega algo tarde y va a ser muy radical.

El cliente y sus hábitos también han sufrido grandes modificaciones. Eso si hablamos del usuario acostumbrado a la banca tradicional. Pero si nos referimos al cliente más joven, a ese que nunca ha pisado una sucursal, considera a la banca un sector que poco tiene que ver con su mundo y sus necesidades.

El papel de la banca como intermediario financiero sigue siendo clave. Los bancos son las tuberías que conectan al ciudadano y a la empresa con el crédito, con la liquidez que emana del Banco Central Europeo (BCE), pero hacer solo eso no proporciona rentabilidad, y si no hay rentabilidad no hay ganancias, y parece que la vieja receta de buscar la eficiencia con los despidos sigue siendo la vía más efectiva, aunque para la economía en general puede que sea todo lo contrario. Y es que este año pueden desaparecer unos 20.000 empleos en la banca solo en España, empleos que no volverán a recuperarse.

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