De los flecos de la crisis financiera a la paz de las cajas rurales
Bankia y Sareb, los dos proyectos de salvamento más complejos de Luis de Guindos en su etapa como ministro de Economía, saltan a la vez
Hace justo una semana que Bankia fue engullida por CaixaBank. Sus acciones, de las que un 61,8% eran del Estado, han dejado de cotizar para formar parte de la entidad de origen catalán, aunque un 16,1% del nuevo gigante financiero español sigue siendo de titularidad pública.
Ahora, la solución para devolver las ayudas públicas inyectadas en Bankia, más de 24.000 millones de euros, queda diluida en el futuro de CaixaBank: si el banco representado por la estrella de Joan Miró va bien, el dinero que al final salió del bolsillo de todos los españoles estará más cerca de volver al Estado. No parece, en todo caso, una cuestión problemática, pues ya son pocos, o mejor dicho muy pocos, los que creen que en algún futuro mínimamente cercano se puedan devolver esas ayudas. Queda lejos aquel 2012, cuando se intervino Bankia y el entonces ministro de Economía, y ahora vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, aseguró que el dinero público con el que se capitalizó el banco sería recuperado.
Han pasado nueve años y la esperanza de recuperar las ayudas se ha desvanecido como un azucarillo en un elemento líquido. Nadie confía en ello, aunque también es cierto que como no hay un plazo determinado para que las arcas del erario público puedan ingresar estas ayudas, siempre queda la esperanza de que algún día, en algún año sin concretar, algún ministro de Economía, no se sabe de qué partido, pueda anunciar que, por fin, la inversión estatal en Bankia ha sido recuperada. Que, de todos modos, no equivale a decir que dicha inversión haya sido rentable.
Al final, que la fusión por absorción del banco derivado de la fusión de las cajas se antoja como la mejor opción. Incluso los clientes han reaccionado positivamente, también hasta el momento. La verdad que ha sido una absorción anunciada, pero silenciosa, sin estridencias, sin demasiados gritos políticos.
En la última junta de Bankia, celebrada el pasado 23 de marzo, solo las voces de los empleados del banco, representados por los sindicatos, dejaron ecos de controversia por un proyecto frustrado y que supondrá la salida de miles y miles de empleados. Será el mayor ajuste de plantilla y de cierre de oficinas de una sola vez realizado por un banco español, proceso que también parece inevitable si se tiene en cuenta la deriva del sector financiero, con rentabilidades por los suelos, y sumido en un proceso de transformación inimaginable hace solo una década.
Buscar una solución para Bankia era uno de los flecos pendientes de la crisis financiera que asoló al sector entre 2008 a 2015. Pero no es el único fleco, Sareb, conocido más por el banco malo, también acaba de explotar en las cuentas del Estado.
Las cooperativas de crédito sortean el Covid ganando cuota de mercado y con beneficios, pese a realizar fuertes provisiones extraordinarias
Ambos, Bankia y Sareb, eran los dos proyectos más importantes diseñados por el Gobierno del PP para solucionar la crisis financiera, pero lo único que ha ocurrido ha sido que el problema se ha diferido en el tiempo, y como en el juego de la oca, de crisis a crisis (de la financiera a la económica derivada de la sanitaria) y busco otra solución porque me toca.
Y es que ahora Europa ha obligado a España a contabilizar las deudas y pérdidas de Sareb, ese banco malo sin licencia de banco, pero lleno de activos tóxicos provenientes de la crisis financiera, como públicas y ha disparado nuestra deuda hasta el 120% del PIB.
Sareb fue creada para aglutinar en un solo instrumento financiero los activos inmobiliarios de las antiguas cajas de ahorros con capital público y limpiar sus balances, (entre ellos, también se encuentran activos tóxicos de Bankia). Pero, pese a que su diseño y dependencia son públicos, su capital se repartió entre los bancos privados principalmente, con un 55%, mientras que el otro 45% se lo quedó el Estado. De esta forma se eludió el ser considerado un instrumento de capital público para pasar a ser semipúblico.
Pero ahora, con la deuda española en máximos históricos, Eurostat ha obligado a reclasificar la sociedad de gestión de activos y su deuda computará como deuda pública, que subirá en 35.000 millones de euros en 2020. El banco malo, además, sigue sin lograr desactivar la mayor parte de sus activos inmobiliarios y la pandemia ha agravado sus pérdidas, que alcanzaron el pasado año los 1.073 millones de euros, un 13% más que el año anterior. Todo un desastre para esta iniciativa que el BCE ha estado a punto de copiar, pero que al final ha optado por meter el proyecto en un cajón.
El pasado 31 de marzo las juntas de accionistas de Unicaja y Liberbank aprobaban su fusión para crear el quinto banco español. Este es otro proyecto también derivado de la crisis financiera, y con años en estudio. No hay que olvidar que Liberbank también recibió ayudas públicas, y que sus activos inmobiliarios más tóxicos pasaron a engrosar Sareb.
Solo un subsector financiero, el que protagonizan las cooperativas de crédito, quedaron al margen de la búsqueda de una solución de futuro durante la crisis financiera. Se hizo algún retoque a su gobierno corporativo y a su hucha colectiva de salvamento, pero ese objetivo de fusión quedó olvidado, y según aseguran desde las propias entidades, “y menos mal”.
No han necesitado traspasar sus activos tóxicos a Sareb, ni recibir ayudas públicas, ni tan siquiera pedir a bancos o antiguas cajas que las comprasen. Ellas han demostrado que son autosuficientes y aunque su cuota de mercado no llega al 5% en el conjunto del mercado español, es cierto que en la España vaciada se han convertido en parte destacada de su paisaje y sus servicios financieros son cada vez más apreciados.
Estas entidades gozan, según demuestran sus números, de buena salud. Durante 2020 no tuvieron pérdidas, aunque redujeron en conjunto sus beneficios al pasar de los 450 millones de euros en 2019, a los 320 millones en 2020. Pero esta caída de las ganancias se debe al esfuerzo extra que han realizado en provisiones preventivas por el Covid, al destinar a este fin más de 300 millones de euros, por lo que creen que ya no necesitarán más este año. Además, han ganado cuota de mercado, y más que esperan crecer durante el presente ejercicio. “Las fusiones de otros bancos siempre nos benefician”, señalan en alusión a las uniones de Bankia y CaixaBank y de Liberbank y Unicaja.