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Tribuna
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¿Realmente el teletrabajo estaba aquí para quedarse?

Funciona mejor cuando no es a tiempo completo ni rígido, sino fruto de un acuerdo y de la confianza mutua empresa-empleado

Cuando el estallido de la pandemia de Covid-19 a principios del 2020 obligó al mundo entero a confinarse y teletrabajar, en todos los foros profesionales españoles se habló de que el teletrabajo en España estaba "aquí para quedarse”. Había quejas con respecto a él, pero también mucha ilusión con la idea de que tomara carta de naturaleza en nuestro país.

Sin embargo, son muchas e importantes las empresas que han anunciado en marzo que sus oficinas están ya preparadas para la vuelta al trabajo presencial. ¡Al fondo hay sitio, señores! ¡Vuelvan, les estábamos esperando! Parece que, en el caso del teletrabajo en España, estábamos confundiendo deseo y realidad.

El interés de teletrabajar es un hecho confirmado: estudios muy recientes de la UE y de las grandes consultoras indican de forma clara que la flexibilidad y la conciliación trabajo-vida privada son más importantes que un mejor salario para los trabajadores de la nueva economía. No es una cuestión generacional. Es un deseo compartido. Pero este deseo choca con el sistema productivo español, muy orientado a servicios, turismo y fabricación, sectores estos donde teletrabajar no siempre es factible.

Añadamos a ello una cultura tradicional española del presentismo. Muchos managers necesitan ver físicamente a sus trabajadores, tenerles cerca, aunque el trabajo que realicen pueda hacerse perfectamente desde casa. En nuestra cultura, compromiso y motivación del trabajador van unidos a la presencia en puesto: cuantas más horas permanezcas en las oficinas, más comprometido estarás. El razonamiento contrario también se aplica: si no estás aquí, es que no estás “comprometido”. Hay que reflexionar sobre si es hora ya de cambiar el estilo de liderazgo decimonónico que sigue presente en este país en pleno siglo XXI.

Esta forma de pensar y organizar el trabajo va en franca contradicción con las tendencias mundiales. Un estudio reciente de la UE sobe la evolución del teletrabajo en Europa durante la pandemia confirma lo que todos ya sabíamos: ha crecido hasta el 40 % en países nórdicos y Holanda en este período. La media de la UE ha sido un 15 %. España sigue situada en la parte baja de la tabla con un modesto 8% de trabajadores que confirman teletrabajar “aunque sea en parte”, bastante lejos incluso de países vecinos y con economías similares como Portugal, donde el teletrabajo se incrementó hasta un 16 % durante la pandemia ¡Bien por Portugal!

El teletrabajo tiene muchas más ventajas que inconvenientes: el trabajador puede organizar mejor su tiempo y ser más productivo, además de ahorrar los tiempos muertos de desplazamiento al trabajo. Las empresas tienen ahorros importantes en gastos vinculados a las oficinas. El medioambiente sufre menos, gracias a que se provoca menos contaminación por los desplazamientos desde y hacia el trabajo. En resumen, es bueno para la persona, su empresa y la sociedad.

Evidentemente, no todo es sencillo ni perfecto. En el caso de España, la legislación laboral relativa está poco desarrollada. El teletrabajo funciona mejor cuando no es a tiempo completo ni rígido, sino fruto de un acuerdo y de la confianza mutua empresa-trabajador y de la correspondiente flexibilidad. Faltan medidas que lo incentiven y animen a más empresas a ponerlo en marcha, permitiendo al trabajador una buena calidad de vida, disponiendo de los medios técnicos, formación en TIC y seguridad laboral adecuados.

Es importante regular que el horario de teletrabajo no se convierta en un infinito, con el teletrabajador encadenado a su ordenador mañana, tarde y noche, pero sobre todo es importante convencer a managers y directivos de que presencia en el puesto y productividad no van a la par. Hay que proporcionar a ese jefe herramientas que le permitan gestionar mejor a sus personas sin partir de lo más fácil y menos fiable: ¿está sentado en su mesa? Recuerda: Tu trabajador más comprometido puede ser ese que siempre tiene la cámara apagada en las reuniones en Zoom, ese al que nadie ve la cara, pero que lo está dando todo por la empresa.

¡Hagamos que el teletrabajo ocupe el lugar que le corresponde por derecho propio en el siglo XXI!

Esther González es profesora de EAE Business School

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