Los aventureros que mueven los hilos de las materias primas
Empresas como Glencore, Vitol y Cargill tienen un enorme control del mercado de los recursos del planeta
Javier Blas y Jack Farchy deberían de estar esperando la llamada de Hollywood. The World for Sale: Money, Power and the Traders Who Barter the Earth’s Resources (El mundo en venta: el dinero, el poder y los intermediarios que intercambian los recursos de la Tierra, Random House Business) contiene al menos media docena de hilos narrativos que formarían la base de un buen thriller. Pero el principal logro de los autores es someter a los principales actores de las materias primas, y su impacto en el mundo real, a un adecuado escrutinio crítico.
Se ha convertido en un tópico describir a Glencore, Vitol, Cargill y el puñado de grandes empresas que operan con petróleo, metales y alimentos como empresas sombrías, secretas y engañosamente poderosas. Aun así, no siempre es evidente lo grandes que son. Las cinco mayores comercializadoras de petróleo manejan una cuarta parte de la demanda mundial diaria de crudo, mientras que las siete principales comercializadoras agrícolas procesan casi la mitad de los granos y semillas oleaginosas del mundo. En 2019, las cinco mayores empresas intermediarias facturaron en conjunto 865.000 millones de dólares.
Este tipo de peso financiero los ha convertido en actores políticos con serias consecuencias. Cuando Jamaica se quedó sin efectivo para pagar sus 300.000 barriles mensuales de petróleo a principios de los años ochenta, la única opción para evitar disturbios en las calles del ministro de Energía, Hugh Hart, fue llamar a Marc Rich. El fundador de la empresa intermediaria del mismo nombre que acabó convirtiéndose en Glencore entregó el petróleo en 24 horas. Cuando los rebeldes de Libia se quedaron sin combustible en 2011, y cuando Cuba necesitó petróleo a principios de los noventa, el veterano jefe de Vitol, Ian Taylor, negoció personalmente un nuevo suministro.
Lo sorprendente de estas historias es el riesgo que asumían los traders. Los rebeldes libios no tenían dinero, así que tuvieron que pagar el petróleo refinado con su propio crudo, que se agotó cuando las fuerzas gubernamentales volaron un oleoducto. Cuando Cuba tuvo problemas para pagar a Vitol con azúcar, el país invitó al intermediario a ayudar a desarrollar los hoteles nacionales. Estas apuestas fueron, en última instancia, muy astutas: cumplir con clientes desesperados significaba cobrar grandes honorarios y obtener su gratitud a largo plazo. Pero los acuerdos también podrían haber amenazado la supervivencia de Vitol.
Todo ello hace que se respete el descaro de los traders. También hay una atractiva sensación de novela de espionaje en algunos de los acontecimientos, amplificada por la necesidad ocasional de hablar en clave de países sujetos a sanciones. Por ejemplo, Crudo Número Tres se refería al petróleo ilícito iraní. Rich lo gestionaba a través de un falso intermediario de Burundi llamado Monsieur Ndolo, que en realidad era uno de sus propios traders.
Sin embargo, los beneficiarios de la mentalidad de ir a cualquier parte y hacer cualquier cosa no eran solo rebeldes osados. En un comentario revelador antes de morir en 2013, Rich profesó su aversión a la política de apartheid de Sudáfrica, pero a pesar de ello abasteció al racista Estado paria. Glencore vendió a Rumanía el petróleo que había mezclado con variantes más baratas. En 2006, Trafigura pagó a un intermediario inadecuado para eliminar residuos tóxicos en un pozo abierto en Costa de Marfil, lo que provocó una emergencia sanitaria local.
Además de sus deficiencias morales, los traders también sufrieron de arrogancia. Rich, sintiendo la indignación de EE UU por sus operaciones con el petróleo de Irán, perdió 172 millones de dólares apostando por el zinc. El operador de petróleo con sede en Bermudas John Deuss perdió 600 millones en un intento fallido de acaparar el mercado del Mar del Norte. Según las fuentes de Blas y Farchy, incluso el relativamente comedido operador agrícola estadounidense Cargill se arriesgó a hacer apuestas bajistas sobre el petróleo en 2008 y 2009, obteniendo un beneficio de 1.000 millones de dólares.
La profundidad de los reportajes de estos periodistas de Bloomberg, que anteriormente trabajaron para el FT, es impresionante. Los detalles del cameo de Monsieur Ndolo provienen de él mismo. Los autores también realizaron una “combativa” entrevista de cinco horas con el pugnaz jefe de Glencore, Ivan Glasenberg. Y atan cabos. Un pasaje fascinante describe el papel de Glencore en la presión para prohibir las exportaciones de grano ruso, cómo su subrepticia posición larga se benefició del subsiguiente brinco de los precios, y cómo esas dislocaciones acabaron alimentando los levantamientos populares de la Primavera Árabe de 2011.
El apogeo de Rich y sus colegas parece haber quedado muy atrás. Incluso aunque a los intermediarios modernos no les limiten las consideraciones éticas, las prácticas se ciernen sobre ellos. Los bancos de los que dependen para obtener líneas de crédito temen ahora las sanciones de EE UU o que los etiqueten como parias por los inversores preocupados por las cuestiones ambientales y sociales. La práctica de pagar sobornos a funcionarios e intermediarios en jurisdicciones complicadas, que en Suiza se consideraban graciosamente como gastos deducibles de impuestos, tiene más probabilidades de castigarse. También es más difícil obtener ventaja informativa cuando todo el mundo está online y los satélites pueden rastrear los petroleros. Hace tiempo que Glasenberg se dio cuenta de que tenía que ser minero además de operador y se hizo con minas baratas, una estrategia que dio sus frutos de forma espectacular cuando el crecimiento vertiginoso de China hizo que los precios de las materias primas se dispararan.
Los intermediarios siguen siendo los principales protagonistas de los mercados de materias primas. Cuando los precios del petróleo en EE UU se volvieron brevemente negativos el pasado abril, Glencore se hizo con el crudo más barato, lo almacenó en un enorme buque cisterna en el Estrecho de Malaca y acabó ganando 1.300 millones de dólares en la primera mitad del año. Los nuevos aranceles y otras barreras comerciales también podrían abrir nuevas oportunidades. Pero no estaría nada mal que se les pusiera más difícil a este grupo de aventureros cambiar despreocupadamente el curso de la historia mundial.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías