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Las empresas de salud y tecnología nacidas en la pandemia

El Covid ha acelerado la creación de negocios que ponen el foco en los problemas de este contexto

GETTY IMAGES

Antes de que se comprendiese del todo la magnitud de la pandemia, una mujer joven llegó a urgencias del Hospital de Arganda con ligeras molestias, se desplomó nada más entrar e ingresó directamente en la UCI, donde falleció unas semanas más tarde. Se había quedado sin oxígeno sin darse cuenta, a pesar de que su padre había fallecido también por Covid-19 unos días antes.

Esta es la historia que motivó a emprender a Raúl Ferrer, fundador de Smart Dyspnea, pero no es un caso aislado: el 62,4% de los pacientes con síntomas severos de coronavirus no los sienten, y las personas con menos de un 93% de saturación de oxígeno tienen un tercio más de posibilidades de morir. Sin embargo, los pulsioxímetros son costosos y difíciles de entender. Hacer frente a este problema es el objetivo de Smart Dyspnea, una aplicación que emplea técnicas de inteligencia artificial para diagnosticar si se necesitan cuidados con un 91% de efectividad a partir de una grabación de audio contando hasta 30.

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“El Covid-19 ha sido el acelerador, lo que nos ha dado la chispa, pero el programa estará orientado a enfermedades respiratorias crónicas”, explica Ferrer. No es un problema menor, este tipo de enfermedades causan tres millones de muertes anualmente. “Las personas con epoc, por ejemplo, tienen una media de tres ingresos hospitalarios al año. Queremos reducirlo con esta aplicación que, además, hace un seguimiento para avisar en qué momento se debería consultar la prueba”, desarrolla. Iniciaron Smart Dyspnea con 15.000 euros de capital propio a los que se sumaron 10.000 euros más al resultar seleccionados en un hackathon de la Comunidad de Madrid. Ahora están en una ronda de financiación de 300.000 euros para conseguir el certificado de dispositivo médico y comenzar a comercializarlo. Esta aplicación es solo una pequeña muestra de cómo han proliferado los proyectos que, buscando una solución a alguno de los problemas vinculados con la pandemia, han acabado tomando forma empresarial. No en vano, se dice que las épocas de crisis fomentan la innovación.

También la necesidad de ofrecer atención sanitaria en mitad del caos es lo que alteró los planes de Andreína Gómez. Estaba a punto de lanzar un proyecto enfocado a la belleza cuando estalló la pandemia. Tuvo que parar todo para ver de qué forma podía ayudar. Así nació CoronaFirewall, una plataforma que ponía en contacto a posibles pacientes de Covid-19 con médicos voluntarios. “Sabíamos que era un proyecto temporal, pero pensamos que a lo mejor se podía convertir luego en otra cosa”, comenta la cofundadora y directora ejecutiva del proyecto. Así fue: los médicos empezaron a pedirles una aplicación que les permitiera atender a todos sus pacientes y no solo a aquellos con coronavirus. Nació entonces Comtok, incubada a través de la red de emprendimiento digital Bridge for Billions.

Arrancaron con 50.000 euros a los que se sumaron 12.000 por parte del Ayuntamiento de Valencia, y 5.000 más de Bridge for Billions. Su idea es seguir creciendo y fomentar la interrelación entre especialistas para ofrecer una atención más holística al paciente. “No venimos a sustituir a la medicina tradicional, pero sí a complementarla”, explica Gómez, quien asegura que tres de cada cuatro consultas podrían hacerse en remoto. Sus usuarios le dan la razón, ya que la mitad de los sanitarios cree que, tras la vacuna, usará la aplicación incluso con más frecuencia que antes.

La pandemia ha dejado muchas costuras al descubierto, entre ellas, la fuerte dependencia del exterior. Solo el 8% del consumo de mascarillas en Europa proviene de fabricantes europeos, el resto es importado. Esta es la obsesión del fundador de Safe Iberia, Eduardo Alonso, quien lamenta la falta de inversión en I+D de los últimos 12 años. Llevaba desde 2006 con una oficina comercial en Hong Kong de importación para diferentes compañías hospitalarias, pero la crisis sanitaria fue un punto de inflexión: en abril estableció una fábrica en San Fernando de Henares para producir mascarillas quirúrgicas sin depender de terceros países.

Es un firme defensor de las mascarillas quirúrgicas frente a las FPP2, a pesar de la extendida opinión de que estas son más responsables. “Las FPP2 solo protegen de fuera para adentro, mientras que las otras lo hacen de dentro para fuera. Si todos lleváramos las quirúrgicas, el virus nunca saldría al exterior”, explica. Lamenta que aún les cueste explicar a las autoridades que no tiene sentido comprar algo a cientos de miles de kilómetros de distancia cuando se puede hacer dentro del propio país, pero insiste en que la suya es una marca para el largo plazo, en la que no solo cabrán las mascarillas, sino todo tipo de material sanitario e, incluso, productos dermatológicos. “España está capacitada para ser la cocina de material sanitario de Europa”, insiste Alonso.

Más allá de la crisis sanitaria, la pandemia también ha puesto sobre la mesa otros desafíos. Uno de los que más ha dado que hablar ha sido la educación. Esto lo supo ver rápido José Antonio Munguira, que operaba una academia de inglés y llevaba un tiempo pensando en lanzar un proyecto online de manera independiente. La suspensión de las clases, antes de que se decretara el confinamiento, fue la señal que precipitó todo. Acabó con lo anterior y, una semana más tarde, el 16 de marzo, comenzó la primera clase online de Ikademia, que ha crecido al amparo de los viveros de empresas de Madrid. “En ese momento no teníamos ni miedo de empezar porque lo único que queríamos era ayudar, el vértigo vino después”, reconoce el directivo. Cuando todo pase, mantendrán el modelo 100% digital apostando por la formación de profesionales y empresas. “La crisis ha dado madurez a la sociedad para ver que la educación online funciona”, apoya.

La digitalización ha sido otra de las brechas que se ha acrecentado durante la pandemia, especialmente en el caso de las empresas más pequeñas. Esto es lo que motivó a Lydia Is Antuña a aportar su granito de arena a través de la consultora Báramu que cofundó en noviembre para acompañar a las pymes asturianas en sus primeros pasos en internet, bien con una página web o, incluso, un comercio online. “Veíamos que se hacía mucho pero que a los pocos meses dejaba de funcionar porque no había acompañamiento. Nosotros apostamos por hacer un seguimiento constante a un coste muy reducido”, expone. Su filosofía es que sean los propios comercios los que controlen su negocio sin depender de grandes plataformas multinacionales, y defiende que son estos establecimientos los que se encuentran realmente cerca del consumidor. “Ahora que se habla tanto de la última milla, el negocio local tiene un potencial que a veces pasamos por alto”, apunta.

También la digitalización de las pymes fue el foco de Andrea Dos Anjos y Beatriz Segura, quienes fundaron la consultora de marketing digital, branding y desarrollo de comunidades We The Root desde Impact Hub Madrid. Nacieron en mayo de 2020 con 10 becas por 395 euros, que incluían el alojamiento web, la plantilla y la asesoría. “Emprender ha sido difícil, pero por la actividad a la que nos dedicábamos, no hemos visto la falta de clientes que otros sectores. El cómo empezamos nos ha marcado mucho”, reconoce Dos Anjos.

En el interior de los hogares, el ejercicio fue la manera de compensar la falta de movilidad y el sedentarismo del confinamiento. Proliferaron las clases a través de directos de Instagram y de vídeos gratuitos en YouTube, sin embargo, el reto estaba en cómo conseguir monetizar toda esta actividad. Ese fue el desafío que asumió Montse Mas, directora ejecutiva de la cadena de gimnasios Eurofitness. Aunque no llegaron a tiempo para el confinamiento de marzo, en noviembre vio la luz Olimfit, una plataforma monetizable para cualquier gimnasio que lo desee en la que se pueden albergar clases grabadas y conexiones con fisioterapeutas y centros médicos... Han puesto especial atención en los colectivos más desfavorecidos, como las personas mayores o con diversidad funcional. “Nuestro consumidor del futuro agradecerá volver a los clubs, pero también poder disfrutar de complementos como este”, asegura.

Justo a tiempo

Visionarios. Más allá de las empresas que se inspiraron en un problema específico de la pandemia, otras que acababan de surgir se han visto impulsadas porque su actividad encajaba a la perfección con el nuevo contexto.

 

Mediquo. Una de las finalistas del último South Summit vinculado a la salud. Priman el chat sobre el vídeo para aprovechar el tiempo.

Superpopi. Una tecnología para fidelizar las compras en el pequeño comercio con llamativos sorteos.

FoodStories. Permiten realizar la compra online a partir de recetas concretas de su catálogo para que no se adquiera ni más ni menos que lo que se va a necesitar.

Buzoom. Buzones para paquetería que también permiten la firma de correo certificado y el intercambio de objetos sin contacto.

 

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