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La Lupa
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Con los Presupuestos aprobados, tiempo muerto hasta las catalanas

Las encuestas apuntan a que ERC podrá elegir entre más independentismo o reeditar el tripartito de izquierdas, opción trabajada en el pacto de presupuestos

Los partidos políticos son organizaciones que aspiran a gobernar y, con ello, poder ejecutar su programa de transformación de su país. Esta obviedad lleva a que en ocasiones se tejan alianzas inimaginables, incluso innecesarias. Así se visualizó ayer en el Congreso de los Diputados cuando se aprobó la Ley de Presupuestos Generales del Estado de 2021. El programa del Gobierno ha concitado el apoyo de 11 organizaciones, que suman 189 votos; mientras que otras 8, con 161 escaños, han vuelto a rechazar los planes del Ejecutivo de PSOE y Podemos. El resultado final fue de 188 a favor y 154 en contra, dado que hubo 8 diputados que no votaron.

La negociación presupuestaria se ha jugado a dos bandas, con un reparto de papeles entre los socios de Gobierno. Por un lado, Pablo Iglesias se ha sentado a recabar el apoyo de ERC y Bildu, dos organizaciones con las que Podemos compite en espacio electoral y que, sin embargo, abren heridas dentro del PSOE. Por otro, la portavoz del grupo parlamentario socialista, Adriana Lastra, se ha batido con PNV, Más País (Íñigo Errejón no soporta a Iglesias), Compromís, el PRC de Miguel Ángel Revilla, Nueva Canarias, Teruel Existe y la sorpresa del PDeCat, que han apostado por sumarse a las cuentas del Estado para distinguirse de su gemelo JxCat.

De esos 189 diputados, 22 son de partidos independentistas (ERC, Bildu y PDeCat), pero esto no quiere decir que sin ellos no hubieran salido adelante los Presupuestos, no. La coalición de Gobierno podía haber evitado a estos partidos independentistas y haber contado con el apoyo de Ciudadanos, con lo que hubiera sumado 177 votos, uno más que la mayoría absoluta. Es lo que quería una parte importante del PSOE y, sobre todo, la mayoría de los españoles.

Según una encuesta realizada por Metroscopia en noviembre, los españoles quieren que la coalición de Gobierno se apoye en Ciudadanos (80%) y PP (79%). En el extremo opuesto, el 55% no quiere que el Ejecutivo tenga ninguna relación, ni puntual ni estable, con Bildu y un 47% piensa lo mismo de ERC. Una pena que no preguntaran por Vox.

El juego de alianzas no es casual, y más sabiendo que es el menos querido por los votantes. El punto de partida de Pedro Sánchez era sacar los Presupuestos de 2021, porque con ello se garantiza la legislatura, gobernar hasta fin de 2023. Si para ello tenía que hacer concesiones a Pablo Iglesias, es un mal menor, subordinado a la primera premisa.

El líder de Podemos ha encontrado su espacio llevando hacia el Gobierno a buena parte de la extrema izquierda independentista, solo le han faltado los gallegos del BNG y los anarquistas catalanes de la CUP. Pero difícilmente se puede sostener que estos apoyos han supuesto la adopción de políticas radicales. De hecho, Ciudadanos los hubiera firmado encantado; su problema era la foto con Bildu y ERC.

Los actores de este juego han tenido durante todo este tiempo muy presente que después de la pantalla de los Presupuestos vienen las elecciones catalanas. Muchos de estos movimientos son el preludio de las negociaciones de la noche electoral del próximo 14 de febrero. Desde hoy hasta San Valentín se abre una representación teatral, con declaraciones de amor y de odio eterno que no van a valer para nada. Todo quedará supeditado a las posibles alianzas que permitan los resultados.

Esta convocatoria electoral llega con una novedad inesperada: ERC podría tener la oportunidad de elegir entre reeditar un Gobierno de independentistas o recuperar el tripartido argamasado por políticas progresistas. La última encuesta del Centro de Estudios de Opinión de la Generalitat, el CIS de Cataluña, apunta que las formaciones independentistas (ERC, JxCat y la CUP), que sustentan el actual Gobierno de la Generalitat, podría sumar entre 72-75 diputados y el viejo tripartito (ERC, PSC-PSOE y En Comú-Podem), entre 67 y 70. La mayoría absoluta requiere 68 escaños y actualmente el grupo de izquierdas solo suma 57.

La doble opción de mayorías es posible gracias a la atomización del independentismo moderado, que drena votos hacia ERC, y al desplome de Ciudadanos, el partido más votado en las pasadas catalanas, que lleva votos al PSC.

De JxCat, el partido de Carles Puigdemont, han salido el Partido Demócrata Europeo Catalán (PDeCat) y el Partido Nacionalista de Cataluña (PNC), liderados por David Bonheví y Marta Pascal. Además, hay otras formaciones menores, como Convergents, encabezada por el exconsejero Germà Gordó; Lliures, por Antoni Fernández Teixidó, y la Lliga Democràtica, de Astrid Barrio.

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, decía hace pocos días en La Vanguardia que el próximo Gobierno de Cataluña tiene que tejer alianzas que vayan más allá del independentismo. Sin embargo, en su explicación limitaba su asociación a En Comú-Podem. “Estamos en las antípodas del PSC de Iceta. Ya no existe el PSC con el que nos entendimos”, el que llevó al socialista José Montilla a presidir la Generalitat (entre 2006 y 2010) con el apoyo de ERC e Iniciativa per Catalunya.

Estas afirmaciones en campaña no sirven de mucho. Que se lo digan a Pedro Sánchez, el que no dormiría si pactaba con Pablo Iglesias, o a Ciudadanos, alérgico a Vox y ahora disfrutando de múltiples cargos en ayuntamientos, como Madrid, o en las comunidades de Andalucía, Madrid y Murcia.

Lo que es evidente es que las alianzas que se han tejido para los Presupuestos dejan abierto el terreno para que ERC pueda optar por un lado u otro. Al margen queda la asociación más irreal y seguramente la más querida por Pedro Sánchez: un pacto entre independentistas y En Comú-Podem, que deja al PSC de líder de la oposición. Sería la excusa perfecta para empezar el divorcio de Pablo Iglesias. Pedro Sánchez e Iván Redondo trabajan para terminar con Podemos y, con los Presupuestos aprobados, no los necesitan para terminar la legislatura.

Aurelio Medel es Doctor en Ciencias de la Información. Profesor de la Universidad Complutense

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