La ansiedad, la pandemia silenciosa que asola el planeta
Diferentes estudios alertan de un incremento de los cuadros de angustia y depresión debido a la crisis sanitaria
España vive una segunda pandemia, de momento, silenciosa, como es la ansiedad y la depresión, desencadenadas ambas por el Covid-19 y acentuada por el horizonte tan oscuro que presenta esta segunda ola, que no parece tener fin. Según una encuesta elaborada por el Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona entre más de 5.000 participantes dos semanas después del confinamiento total del país, el 65% de la población aseguró que padecía ansiedad o síntomas depresivos.
Según otro estudio elaborado, entre abril y junio por la consultora Affor entre más de un millar de participantes, el 42% de los trabajadores sufre síndrome de ansiedad, el 27,73% describe que su salud ha empeorado a causa de la crisis sanitaria, y el 67,58% asegura que requeriría realizar una valoración detallada desde el área de salud ocupacional ante este tipo de inquietud y abatimiento. En el caso de los profesores, el 54%, padece algún trastorno de este tipo en su vuelta a las aulas. El escenario ha empeorado desde entonces: los rebrotes aumentan a diario, las comunidades autónomas cierran fronteras, se imponen toques de queda, cierres de bares y restaurantes, se limitan las reuniones familiares y sociales, y países como Francia y Alemania, aunque este último parecía que tenía controlada la situación, toman medidas drásticas de confinamiento total.
A esto se añaden otros factores, como el temor a sufrir contagio o superar la enfermedad, preocupación por los mayores, miedo laboral, en caso de pérdida del trabajo o de empeoramiento de la situación económica, además del ritmo frenético que suponen el teletrabajo o la teleducación. Todo ello genera el caldo de cultivo perfecto para las enfermedades mentales, que poco a poco y sin hacer ruido se van apoderando de la mermada calidad de vida y de la salud mental de los ciudadanos. “Es una respuesta habitual cuando se impide hacer vida normal, lo preocupante es cuando el problema es patológico. El covid nos está afectando de pleno. Es algo nuevo, desconocido y genera respeto, porque además no tiene autolimite, sigue estando ahí”, explica Lorenzo Viniegra, director general de Schwabe Farma Ibérica, laboratorio que busca soluciones para esa secuela de la que nadie habla, pero que ya padece un tercio de la población.
Uno de los colectivos más afectado, emocionalmente agotado, son los sanitarios: el 80% manifiesta estar derrotado por la crisis del coronavirus. Precisamente, para ayudar a combatir la ansiedad, el Instituto Europeo de Psicología Positiva (IEPP) ha puesto en marcha una iniciativa de formación y apoyo para ayudar a gestionar el estrés y la ansiedad que pueda experimentar el personal sanitario. Otro factor que influye en el desánimo es la expectativa que había puesta en la vacuna, algo que parecía inminente y que cada vez se retrasa más. Ya lo advirtió la semana pasada, en el ámbito económico, el presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, durante su exposición en el Congreso Directivos CEDE, celebrado en Valencia, donde aseguró que la solución del tratamiento está “creando una expectativa que ya veremos si se hace realidad, y pensar solo en la vacuna nos hace fatalistas”. Para el ejecutivo, lo importante es focalizarse en otras capacidades y prioridades, como salvar vidas y crear puestos de trabajo.
La misma opinión la manifestó el presidente de Mercadona, Juan Roig, que en el mismo escenario aseguró que para salir de esta crisis hay que “hablar menos de la vacuna y apoyarse en las fortalezas y no en las debilidades”. Todo esto se puede trasladar al ámbito individual. Porque una vacuna, aclara Viniegra, “tarda mucho en descubrirse, siempre hay mucha incertidumbre sobre la solución, lo que provoca este tipo de decaimiento, agudizado por el drama de la economía y por el hecho de que el ser humano es gregario, cuando te aíslan te meten el miedo en el cuerpo”.
Todos estos impactos generados por la pandemia hacen que las personas sean cada vez más vulnerables. “Se tiene miedo a la repercusión económica que puede tener todo esto en nuestras vidas, a los cambios en la situación laboral, a los ERTE, esto genera diferentes trastornos, además de la hipocondría, que es una preocupación excesiva por la salud, como los ataques de pánico, la agorafobia, el miedo a salir de casa... Pero lo más importante es identificar lo que sentimos porque puede ser cansancio o fatiga, y no algo patológico”, explica Dafne Cataluña, psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de Psicología Positiva, que recomienda mantener una serie de hábitos saludables, como mantener horarios fijos de comidas, disciplina a la hora de dormir, “ya que hace que el sueño, algo muy importante, no se vea afectado”.
Sobre este tema ahonda el profesor de Historia del Arte en la Universidad de Murcia, Miguel Ángel Hernández, que acaba de publicar el ensayo El don de la siesta (Editorial Anagrama), en el que analiza el poder terapéutico de esta costumbre, asociada con la pereza y la ociosidad, que contraviene uno de los principios fundamentales del mundo moderno, como es la pulsión productiva.
Sin embargo, desde hace unos años este hábito se ha transformado en una herramienta central de la productividad, una rutina saludable, un imperativo del bienestar, e incluso una práctica cool, vendible y consumible. “Parece una cuestión banal, pero estamos encerrados en casa y no tenemos tiempo, por lo que debemos establecer una nueva relación con el cuerpo”, explica Hernández, quien cree que con esta pandemia ocurre que el tiempo se ha parado, “tenemos más incertidumbre, y parece que habitamos un tiempo sin sentido, parece que el futuro no va a llegar y vivimos un presente dilatado, con angustia por lo que nos está pasando y nos puede pasar”.
Para aliviar este malestar, reivindica la siesta, como un momento de desconexión, de estar con uno mismo y dejar a un lado la saturación que se vive en este momento. De hecho, en empresas de Silicon Valley está bien visto echar una cabezada en algún momento del día. “Compañías como Google, Apple o Pepsi, desde hace tiempo han tomado conciencia de la importancia de tener un momento para descansar, y de hecho han convertido las oficinas en espacios similares a un hogar para ello. Y lo que es cierto es que cuando dormimos nos recuperamos”, añade Hernández.
Cinco minutos de respiración profunda
Imagen. Aunque se teletrabaje, es importante, reconoce Dafne Cataluña, arreglarse en casa como si se estuviera en la oficina, dado que la percepción de la imagen es decisiva. “Nos ve la persona más importante, que somos nosotros mismos”. También aconseja respirar al menos cinco minutos profundamente. Y repetir ese ejercicio al menos tres veces al día. “El alivio es inmediato, se oxigena el cuerpo y notamos cómo la concentración mejora”, señala la psicóloga.
Vida sana. Llevar una vida ordenada, en cuanto a hábitos sanos, es la propuesta de Lorenzo Viniegra, que aconseja llevar una alimentación sana, descansar, practicar yoga, hacer mindfulness... “Todo esto ayuda a tener un sentimiento de tranquilidad, a tener un pensamiento más positivo, dado que la gestión de las expectativas se ha manejado mal”, añade.
Sueño energético. Desconectar cada día, durmiendo al menos 30 minutos después de comer, genera energía. “Es un modo de recuperación, es como cargar la batería del móvil. Te cansas, te cargas y continúas produciendo. El capitalismo se ha apropiado de la siesta como algo vendible, y se ha alejado su imagen de la vagancia”, explica Miguel Ángel Hernández.