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Julius Wiedemann: “Un buen libro cuenta una historia sin que lo abran”

Apuesta por el diseño como elemento social durante la crisis y reivindica la labor de los editores, que garantizan la calidad del papel

Cuando en 1997 la por aquel entonces pareja de Julius Wiedemann (Río de Janeiro, Brasil, 1974) recibió una beca para estudiar en Japón, difícilmente podía saber él hasta qué punto acababa de cambiar su vida por completo. Con unas incompletas nociones de marketing y diseño, se lanzó a la aventura asiática y en menos de medio año se encontró ya trabajando una media de 12 horas al día y editando a la vez dos periódicos y una revista. Con el tiempo, llegaron también los libros, y con ellos Wiedemann llegó a la conclusión de que tal vez no era el mejor diseñador del mundo, pero sí que tenía un instinto especial para detectar dónde está la delgada línea entre las innovaciones capaces de atraer al público y los movimientos demasiado arriesgados. Pensó lo mismo la editorial Taschen, que en 2001 se apresuró a ofrecerle un contrato de jefe de editores. Desde entonces, de su mente y de sus manos han salido joyas como Illustration Now!, una obra que no debe faltar en la biblioteca de cualquier diseñador. Él resume su oficio en una frase: “Llevo 20 años intentando entender cómo funciona la creatividad”.

R. ¿Ha afectado mucho la crisis al sector editorial?
R. Mucho. Nuestras ventas han descendido más o menos a la mitad, aunque estamos algo mejor de lo que pensábamos que estaríamos. Hay que entender que no somos un producto de primera necesidad, somos conocimiento y entretenimiento.
R. Pero usted defiende la función social de la cultura y el diseño.
R. Claro, todo lo que hemos construido como sociedad viene antecedido del diseño. Esto funciona con una silla, pero también con cómo se aplica una vacuna. Estamos rodeados de sistemas. Por ejemplo, ahora la mayoría de los restaurantes están repartiendo comida a domicilio, y muchos le están dando vueltas a cómo hacerlo sin desperdiciar mucho plástico. Eso también es diseño.
R. Hablando de desperdicio, hay quien dice que hoy se publica cualquier cosa.
R. Opino justo lo contrario. Creo que en los libros existen mecanismos de control muy fuertes y que eso les ha permitido progresar como nunca. La penalización por cometer un error en un post de Wikipedia o en un blog es relativamente pequeña porque el costo de publicarlo en tiempo, energía y dinero es casi cero. Un libro, como pronto, se tarda en publicar cuatro meses. Ya solo con eso, las personas encargadas de que el producto salga adelante se piensan mucho más qué poner. Somos más selectivos que nunca.
R. ¿Se valora poco el trabajo de editores y diseñadores de libros?
R. Quiero creer que está más valorado porque nuestra misión no es tanto resolver preguntas como plantearlas, y con eso creamos los criterios de calidad. La prueba la dio Wikipedia, que al principio creía que sus usuarios solos podrían generar un contenido de gran calidad. Muy pronto vieron que no era así y contrataron a una legión de editores. Ahora ha pasado lo mismo con las fake news. El editor solo es alguien que intenta no encantarse mucho con su propia opinión. A mí lo que más me gusta de mi trabajo es descubrir que puedo estar equivocado.
R. ¿Un buen libro entra también por los ojos?
R. Absolutamente. Lo primero que nos atrae es la imagen, pero esta debe ser lo suficientemente sugerente como para que quien la ve quiera aprender más. A partir de ahí, el objeto tiene que contar qué ocurrió para que esa imagen haya existido alguna vez. Por eso es tan importante que los editores justifiquen bien el porqué de cada ilustración. La función del diseño editorial, y esto es lo más importante, es que un libro pueda leerse de varias maneras.
R. ¿Cómo es un libro bien editado y bien diseñado?
R. Para mí, tiene que contar una historia sin necesidad de que lo abras y te la explique. En mi caso, que me dedico a libros visuales, es un trabajo sutil, porque la gente no los empieza necesariamente por el principio. Y luego, el buen diseño de un libro debe ser como la buena tipografía en un periódico, que debe ser invisible. Un lector normal nunca pensará que la tipografía empleada en una noticia es interesante, pero dejará de leer si le dificulta la lectura. El diseño de libros es igual.
R. ¿El libro es un invento que cabe mejorar?
R. Cambiar los libros es difícil porque son una tecnología que data de hace cinco siglos, habría que hacer algo verdaderamente extraordinario. Nosotros lo hemos intentando de todas las maneras: reconocimiento de imágenes con códigos QR, intentos de incluir fotos en 3D para ciertos dispositivos en libros de arquitectura... Yo en 20 años no he visto hasta ahora nada que de verdad me haya impresionado, donde la combinación de lo analógico y lo digital se haya dado de forma fluida. Hay que pensar que, por muy simple que sea el sistema adicional implantado, hay que dejar de leer, y eso siempre es molesto. Y luego, producir este contenido multimedia cuesta alargar el proceso de edición al menos un par de meses.
R. ¿También hay tanta resistencia entre los más jóvenes?
R. Es verdad que en la literatura infantil hay algo más de margen para experimentar. Las nuevas generaciones son mucho más digitales que nosotros. Veremos.

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