La ciencia en tiempos de grandes retos
Una vez se controle el Covid, quedarán otros desafíos, como abastecer de agua y alimentos a la población mundial
Entre los muchos daños directos y colaterales que está produciendo el Covid-19, uno de los menos mencionados seguramente sea el cómo nos impide pensar con perspectiva. Es perfectamente comprensible, pues a diario nos vemos expuestos a un aluvión de noticias, cifras, rumores y opiniones que alimentan el miedo y la incertidumbre que sentimos hacia el virus y las consecuencias, ya sean sanitarias o económicas, que pueda tener para nosotros y nuestros seres queridos. Nos hace vivir día a día, deseosos de obtener respuestas rápidas, y con nuestra mente fija en el aquí y el ahora, abandonándonos en ocasiones al pesimismo.
Por todo ello, para recuperar esa perspectiva y beneficiar de paso nuestra salud mental, hemos de ser capaces de abstraernos de la situación actual, e intentar comprenderla en su contexto global e histórico, explorando ángulos que podemos estar olvidando entre el torbellino informativo diario. Lo primero que deberíamos recordar es que, por desgracia, las pandemias son cíclicas y han sucedido durante toda la historia.
Tan solo en los últimos 100 años, hemos sido testigos de más de una docena, cuatro de las cuales superaron muy holgadamente el millón de víctimas, siendo la más mortífera y extendida la mal apodada gripe española de 1918. Dado que los virus y las bacterias, al igual que el resto de los organismos de este planeta, están en constante evolución, siempre deberíamos estar preparados ante el riesgo de que surja una nueva.
En el caso específico del Covid-19, es cierto que en la era actual esta enfermedad cuenta con poderosos aliados externos que facilitan su propagación, como son la globalización y la facilidad de movimiento de los infectados. Pero también es verdad que, en este punto de la historia, la humanidad se encuentra en pleno apogeo científico, un nuevo renacimiento para la innovación: jamás ha habido tantas grandes mentes trabajando conjuntamente a lo largo y ancho del mundo, y consecuentemente, el nivel de aceleración tecnológica es más rápido que nunca.
Ya en 1999, el futurólogo Raymond Kurzweil aventuró en su obra The age of spiritual machines (La era de las máquinas espirituales) que, debido a que a la velocidad a la cual evoluciona la tecnología sigue un crecimiento exponencial, “en el siglo XXI, no experimentaremos 100 años de progreso; serán más como 20.000 años”.
Gracias a este estado actual de aceleración tecnológica, vamos a poder superar una crisis sanitaria que, hace apenas unas décadas, hubiera arrojado una cifra de víctimas mucho mayor, y lo vamos a hacer además en un período de tiempo mucho más corto. Y lo que es aún más importante: si aprendemos el valor de la innovación para luchar contra este tipo de situaciones, y seguimos apostando como sociedad por la ciencia y la tecnología, conseguiremos prevenir, o por lo menos mitigar muy notablemente, los efectos de nuevas pandemias.
Para ello, no tenemos por qué limitarnos a las hoy tan esperadas vacunas, dado que la ciencia y la tecnología nos proveen de un verdadero arsenal de soluciones preventivas, enfocadas a evitar por completo cualquier tipo de contagio. Así, encontramos por ejemplo los test epigenéticos, los cuales, a través de un análisis molecular, son capaces de identificar el riesgo individual de padecer cualquiera enfermedad hasta 10 años antes de que aparezca, confiriéndonos el poder de evitarla; las soluciones de inteligencia artificial, cuyos algoritmos predictivos alimentados de Big Data pueden determinar dónde y cuándo puede producirse un brote; o los desarrollos nanotecnológicos, cuya sintetización de la materia a escala subatómica es capaz de producir nuevas materiales nunca vistos, capaces de eliminar cualquier virus o bacteria que ose entrar en contacto con ellos.
No se crean ustedes que les hablo de ciencia ficción o de tecnologías que no veremos hasta dentro de décadas: todos los ejemplos utilizados ya han sido desarrollados.
El Covid-19 supone un gran reto, sin lugar a duda, y uno que comprensiblemente nos tiene absorbidos, dado su impacto sanitario, social y económico. Pero, habiendo dicho eso, hemos de comprender que se trata de un reto a corto plazo, y que una vez que la epidemia haya sido controlada, la humanidad aún ha de enfrentarse a otra serie de complejos desafíos a lo largo de las próximas décadas: a la inmediata recesión económica y social que previsiblemente seguirá al virus se unen la ya apremiante necesidad de poder abastecer de alimentos y agua potable a una creciente población global, que además cada vez es más longeva y demanda preservar una buena salud a lo largo de toda su vida.
Vivimos en una época de grandes retos, pero también de poderosas herramientas para afrontar todos y cada uno de ellos, a través de soluciones procedentes de la ciencia y la tecnología, y de una apuesta clara por un modelo económico fuertemente basado en la innovación y el conocimiento.
Manuel Fuertes es experto en transferencia tecnológica por la Universidad de Oxford y CEO Global del Grupo de empresas Científicas KIATT