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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

España, segunda economía más débil de una OCDE en recesión

La actual sería así una recesión exprés, pero aun así es tan profunda que tendrá efectos más allá en muchos sectores

CINCO DÍAS

El golpe de la pandemia ha roto moldes en términos económicos en los países más desarrollados. Las medidas de contención y el frenazo de la actividad adoptados desde el pasado marzo para limitar la expansión del Covid-19 han provocado la mayor caída conjunta del producto interior bruto (PIB) en los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desde que hay registros. El PIB de los países más ricos cayó en el segundo trimestre un 9,8% respecto al trimestre anterior (casi el 11% en términos interanuales), un dato sin precedentes y el mayor registrado hasta ahora. Este descalabro en el segundo trimestre, el primero completamente afectado por la pandemia, se produce después de haber retrocedido un 1,8% en los primeros tres meses del año (0,9% interanual), lo que confirma la entrada en recesión técnica del club de los países ricos. De la magnitud del batacazo da idea que el desplome de la actividad en la OCDE entre abril y junio multiplica por más de cuatro el impacto adverso del 2,3% registrado en el primer trimestre de 2009, en el peor momento de la crisis financiera global.

Si el escenario general es muy preocupante, lo es más en algunas economías. Reino Unido, con el Brexit pendiendo sobre su cabeza, encabeza las caídas con un hundimiento del 20,4%. La contracción en una quinta parte de una de las primeras economías de Europa revela debilidades que no se pueden desligar de la confusión derivada de sus indefinidos planes en el divorcio de la UE.

El caso español es aún más preocupante. España ostenta la triste medalla de plata del negativo ranking con un agujero del 18,5% en el PIB. La exposición al turismo exterior, la extraordinaria apertura internacional de la economía y unas muy mejorables respuestas políticas para amortiguar tal descalabro figuran entre las razones principales. A estas hay que añadirles la difícil capacidad de reacción de una economía basada en gran parte en elementos exógenos.

La contracción del 12,1% en la zona euro, tres veces más que la caída del 3,6% del primer trimestre, no solo es un pobre consuelo, sino una alarma más dado que en esta área están los principales clientes de España. Es cierto que la última información estadística disponible prevé una recuperación del empleo y la actividad que augura un repunte significativo de la economía en el tercer trimestre y que, con las debidas cautelas, la Airef ha cuantificado en más del 15%, después de los efectos devastadores de un estado de alarma del que todavía se está conociendo su impacto total. La actual sería así una recesión exprés, que empieza y acaba en el segundo trimestre, pero aun así es tan profunda que tendrá efectos más allá en muchos sectores y en el mercado laboral, además de dejar una dura huella a largo plazo en el déficit y la deuda pública.

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