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A Fondo
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El sector agroalimentario, un pilar estratégico frente al Covid-19

El sector agroalimentario español no puede ni debe perder la oportunidad que brinda este cuantioso fondo europeo para mejorar aún más su competitividad

Joaquin Maudos

La crisis desatada por el Covid-19 ha puesto de manifiesto el carácter estratégico del sector agroalimentario, dada su importancia para asegurar el abastecimiento de alimentos y bebidas de la población. No hay que olvidar que en la cesta de la compra de los españoles, los alimentos y bebidas suponen el 19,7% del total, 3 puntos más que en la media de la UE-28. Además, el peso que este sector tiene en el PIB y empleo de la economía española (9,1% y 11,8%, respectivamente), y también su elevada aportación a la balanza de pagos con un superávit en 2019 de 14.447 millones de euros, son la mejor carta de presentación para justificar por qué es un sector a proteger e incentivar. Es una excelente noticia que la economía española esté más especializada que la media europea en el sector agroalimentario teniendo en cuenta que alcanza mayores niveles de productividad y competitividad.

La última edición del Observatorio del sector agroalimentario español en el contexto europeo correspondiente a 2019 realizado por Cajamar cuantifica en cerca de 2,4 millones los puestos de trabajo que genera el sector y en casi 103.000 millones de euros las rentas que genera el sector en toda la cadena de valor. De las tres fases de esa cadena, la fase de comercialización es la que más renta y empleo genera (41% y 49,9%, respectivamente), seguido en importancia por la industria de la transformación (26,6% y 17,5%) y el sector primario (32,5% y 32,6%). En comparación con la media europea, en España destaca el menor peso de la industria agroalimentaria, por lo que de cara al futuro hay margen de maniobra para que adquiera más protagonismo el valor que aportar la transformación de alimentos y bebidas. Debe ser un objetivo a perseguir teniendo en cuenta que la transformación es la fase del proceso productivo que más valor aporta: un 64% más por ocupado que el sector primario y casi el doble que la distribución.

Un rasgo muy importante a destacar del sector agroalimentario español es tanto su productividad como su competitividad, conceptos relacionados pero distintos. En el primer caso, el sector español es un 34% más productivo que la media de la UE-28, mientras que en el segundo es un 30% más competitivo. Para que esa mayor productividad se convierta también en mayor competitividad, los costes laborales por trabajador deben ser acordes al valor de lo que aporta, y es algo que si se cumple en el sector. De los tres subsectores, es la agricultura, ganadería y pesca el que mayor distancia le saca en productividad (más del doble) y competitividad (un 70% mayor) a la media europea.

Si un sector es más competitivo que su homólogo de otros países gana cuota de mercado en los mercados internacionales. Y eso es lo que se cumple viendo el peso de España en el total de exportaciones del sector agroalimentario europeo. Con unas ventas en el exterior de 52.530 millones de euros, España es la cuarta potencia europea al concentrar el 9,5% del total de exportaciones del sector europeo. Y en el terreno nacional, es uno de los principales puntales del sector exterior de nuestra economía, ya que sus exportaciones suponen el 17,6% del total de bienes exportados por España, aportando un saldo positivo de 14.477 millones de euros a la balanza comercial. Esos 52.530 millones de exportaciones y los 14.477 millones de euros de superávit en 2019 son máximos históricos. Por su importancia cuantitativa destacan las exportaciones de frutas, carnes y legumbres.

A pesar de esta excelente carta de presentación, el Covid-19 supone un serio desafío para el sector agroalimentario, tanto por los efectos que está teniendo por el lado de la demanda (con caída de algunos productos cuyo consumo está muy concentrado en el sector Horeca, (hoteles, restaurantes y cafeterías) como de oferta (con problemas de disponibilidad de mano de obra con motivo del confinamiento y las restricciones a la movilidad, las exigencias sanitarias y las restricciones en el transporte). De hecho, los datos disponibles de los meses de pandemia en 2020 muestran una caída de la producción en la industria agroalimentaria, aunque menor a la del total de la industria.

Es evidente que el Covid-19 es un gran desafío pero también una oportunidad en donde en la nueva normalidad van a surgir nichos de negocio. Así, la creciente preocupación por la salud, el medio ambiente y la seguridad crea oportunidades en forma de nuevos productos. Pero para atender esa demanda, es fundamental invertir en investigación, desarrollo e innovación, así como en diseño, que es una de las debilidades del sector en comparación con el europeo. Así, los datos más recientes muestran que destina el 0,54% del valor que genera a I+D, frente al 0,69% de la media de países de la UE-28.

Para ser aún más competitivos, además de invertir en I+D+i, es necesario: 1) aumentar la dimensión de las empresas (el 80% de las empresas del sector de la industria agroalimentaria son sin asalariados y microempresas, es decir de menos de 10 empleados); 2) modernizar las estructuras productivas; y 3) aprovechar las ventajas de la digitalización en toda la cadena de valor. Este último aspecto no solo afecta al sector sino a toda la economía, como demuestra el hecho de que la digitalización es uno de los objetivos del fondo europeo de recuperación. Por tanto, el sector agroalimentario español no puede ni debe perder la oportunidad que brinda este cuantioso fondo europeo para mejorar aún más su competitividad.

Joaquín Maudos es Catedrático de la Universidad de Valencia, director adjunto del Ivie y colaborador del Cunef

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