Sector aéreo: ¿despegue hacia la normalidad?
La recuperación se prevé lenta y las aerolíneas tendrán que reconfigurarse
Las recomendaciones anunciadas por la Comisión Europea recientemente fijan la hoja de ruta para retomar la movilidad entre países, buscando la recuperación del sector turístico lo antes posible. El sector tiene alta importancia para la Unión Europea y para España, suponiendo el 10% y el 13% del PIB respectivamente. Según el INE, en 2019 llegaron a España casi 84 millones de turistas y, aproximadamente, un tercio vinieron en los meses de julio, agosto y septiembre. De ellos, la gran mayoría (+80%) entra en España por vía aérea.
El plan de desescalada previsto por la Comisión Europea – sin fechas – se divide en tres fases. La fase 0 actual, limita la movilidad a viajes esenciales con diferente flexibilidad según el país. En la fase 1 se habilitarán “corredores seguros” entre países si la situación epidemiológica de ambos permite abrir sus fronteras.
Alemania abrirá sus fronteras el 15 de junio con Francia, Suiza, Austria y Dinamarca, realizando únicamente controles puntuales. Italia abrirá el 3 de junio para toda la Unión Europea buscando la recuperación del turismo. En el caso de España, el Gobierno ha anunciado que a partir de julio se iniciará la apertura al turismo extranjero, habiendo comenzado conversaciones con los países que más turistas aportan (Reino Unido, Alemania, Francia e Italia suponen más del 50% de los turistas, según estadísticas del INE del año 2019).
Por último, en la fase 2, se abrirá el espacio Schengen en su totalidad, recuperando la libertad de movimiento, siempre y cuando se den las condiciones óptimas sanitarias en todos los países.
El plan es de vital importancia para el sector aéreo, uno de los más impactados por la crisis y un sector clave por su sentido estratégico y su importancia económica. En el caso de España genera alrededor de 440.000 empleos directos e indirectos, según datos de la CEOE.
Las principales aerolíneas de nuestro país llevan meses sin apenas operaciones -con reducciones de alrededor del 95% de su capacidad en el segundo trimestre del año-, manteniendo servicios mínimos (viajes insulares, vuelos de repatriación y conexiones básicas) y servicios de carga y logística. Todas las compañías han tenido que implantar medidas relevantes para asegurar su viabilidad, como la aplicación de ERTEs, la obtención de fuentes de liquidez alternativas o la flexibilización y ajustes de sus planes y pedidos de flota.
La recuperación del sector se prevé lenta -no se espera recuperar los niveles de demanda pre-crisis hasta el 2023 según las principales estimaciones- y las aerolíneas tendrán que reconfigurarse para operar en un mercado previsiblemente más pequeño y con otros tamaños a nivel de flota, rutas, frecuencias, capacidades y utilización.
La reactivación además vendrá acompañada de una transformación de la industria del transporte aéreo, con grandes retos para maximizar la temporada de verano, donde las compañías suelen obtener sus principales rentabilidades anuales. En cuanto a los retos, en primer lugar, relanzar la operativa: volver a volar lo antes posible y demostrar confianza a los pasajeros, en el sentido de que volar puede representar una situación muy similar a la de cualquier otra actividad social y que los aviones cuentan con sistemas avanzados de filtrado del aire de la cabina. Este relanzamiento de las operaciones obligará a una planificación exacta de la capacidad que se va a operar en verano ante un escenario de apertura lenta de fronteras, baja demanda e incertidumbre. Preparar la flota más eficiente, así como reincorporar a la plantilla justa y necesaria para asegurar las operaciones y el servicio al cliente sin incurrir en costes innecesarios será crítico.
Adicionalmente, las aerolíneas tendrán estimular la demanda, otorgando confianza y seguridad al pasajero, y ofreciendo transparencia y flexibilidad en las reservas, con facilidades a la hora de hacer modificaciones y de obtener reembolsos. La ausencia de vuelos intercontinentales, inicialmente, dejará disponible una capacidad en los vuelos domésticos y europeos que debe ser ocupada con nueva demanda. Encontrar el equilibrio entre los 3 factores clave (precio atractivo, load factor alto y rentabilidad) será más complicado que nunca. En este sentido, la posibilidad de poder ofertar la capacidad total del avión, sin necesidad de liberar el asiento central, otorgará mayores oportunidades a las compañías para buscar los puntos de equilibrio, pero es razonable que los niveles de ocupación se vean reducidos.
También se deberán adaptar los procesos operativos, atendiendo a las recomendaciones de la Agencia Europea de Seguridad Aérea (EASA), con nuevos protocolos de higiene (mascarillas, gel de manos, etc.), controles de temperatura, medidas de limpieza y desinfección en los aviones, distanciamiento en check-in y embarque, entre otras medidas. Estos cambios implicarán mayores tiempos de escala, procesos más lentos y una reducción en los niveles de utilización de los aviones, con impacto en los costes unitarios. El equilibrio entre seguridad sanitaria y productividad será clave en la nueva operativa.
Finalmente, será prioritario maximizar la coordinación con aeropuertos, proveedores y autoridades. Según AENA, los aeropuertos españoles transportaron 275 millones de pasajeros en 2019, por lo que son infraestructuras muy concurridas y sensibles para la transmisión del virus. Activar mecanismos de forma coordinada y ágil, será vital ante cualquier contratiempo.
En un escenario en el que el virus siga decreciendo en Europa y acertando en el cumplimiento de los retos señalados, el sector aéreo puede volver a despegar progresivamente este verano y comenzar su vuelo hacia la normalidad. Lo necesita el sector, lo necesita la industria del turismo y lo demandan los consumidores para poder retomar, en cierta medida, su vida habitual.
Vicente Segura / Alberto Grandío son socio / manager de Consultoría de Operaciones de Deloitte