Avanzar en el diagnóstico precoz, clave para frenar el glaucoma
La afección ocular, que degenera el nervio óptico, no tiene aún cura
Detección precoz, adherencia al tratamiento y búsqueda de nuevas terapias que regeneren la visión (hasta ahora los oftalmólogos solo logran bajar la presión intraocular porque todavía no hay cura para los pacientes con el nervio óptico dañado) son los principales desafíos de esta enfermedad degenerativa, silente y asociada al envejecimiento.
“Se calcula que unos 80 millones de personas en el mundo padecen glaucoma, pero la mitad desconoce que lo tiene, ya que normalmente no da ningún síntoma hasta que está en etapa avanzada”, señala por teléfono Pedro Pablo Rodríguez, director de la unidad de glaucoma del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega de Oviedo.
Los oftalmólogos recomiendan chequeos anuales desde los 40 años
De ahí la recomendación de los especialistas en el Día Mundial del Glaucoma, celebrado el pasado 12 de marzo, de hacerse revisiones anuales a partir de los 40-50 años, si sufre diabetes, miopía elevada (superior a cinco dioptrías) e hipertensión, y si existen antecedentes familiares.
Lo mismo sucede en España. Cerca de un millón de personas lo padecen, pero el 50% no lo sabe, según el Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas de España (CNOO). “Es una afección ocular que merma el sistema visual de manera gradual hasta producir baja visión y ceguera en el 5% de los casos”, apuntan. La prevalencia en la tercera edad es del 6%-7% de la población, agrega Rodríguez. La Organización Mundial de la Salud pronostica que en 2040 el número de afectados global rondará los 110 millones por la mayor esperanza de vida.
Otra problemática que añaden desde la Asociación de Glaucoma para Afectados y Familiares es la falta de adherencia al tratamiento. “Una vez que se produce el diagnóstico, la situación no mejora, ya que aproximadamente el 45% de los pacientes no sigue la terapia ni las pautas prescritas por los oftalmólogos. Un dato que pone en riesgo la visión de 230.000 españoles”, advierten en un comunicado.
Además, insisten en los chequeos anuales. “Una detección temprana podría evitar la ceguera en el 95% de los casos, pues podría tratarse rápidamente, evitar daños adicionales y frenar su desarrollo. Para ello, hay que realizar un examen del nervio óptico y medir la presión ocular a través de una tonometría. Unas pruebas que se complementan con la realización de un campo visual (campimetría), la visualización del ángulo que forman la córnea, el iris y la esclera (gonioscopia) y la medición del grosor corneal (paquimetría), y que son indoloras y no invasivas”, aconsejan.
Estudios en marcha
El Instituto Oftalmológico Fernández-Vega trabaja en tres líneas. La primera analiza desde hace 10 años en ratones el comportamiento de una serie de proteínas relacionadas con la respuesta inmune (inflamación) o del complemento y que en los enfermos de glaucoma suelen estar alteradas, explica Héctor González, investigador de la Fundación de Investigación Oftalmológica de esta entidad privada sin ánimo de lucro. “En estos animales hemos visto que podemos predecir el desarrollo de la enfermedad en el 80% de los casos. Esto sería muy útil en personas con antecedentes familiares para su detección precoz”, comenta en conversación telefónica.
La segunda se centra en la genética del glaucoma, en concreto, en el tipo pseudoexfoliativo, más agresivo que el común y muy prevalente en el noroeste de España. “Se produce una deposición de un material extrafibrilar en todos los tejidos del organismo y, cuando ocurre en la parte anterior del ojo (iris, córnea), aumenta la presión intraocular y causa daño a la retina debido a un síndrome exfoliativo o sistémico en el que hay un gen llamado LOXL1”, detalla González. Los investigadores han descubierto que los individuos con tres mutaciones de este gen tienen dos veces más riesgo de desarrollar esta patología.
En glaucoma, el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega trabaja en tres líneas de investigación
En cambio, en otro estudio internacional que agrupa a más de 35 países y en el que participa este instituto, que se financia con fondos públicos (Ministerio de Ciencias, Gobierno del Principado de Asturias...), han encontrado una mutación diferente de este mismo gen, que solo aparece en los japoneses, pero que protege 25 veces más de desarrollar la afección al portador de dicha variante, cuenta. “Servirá para desarrollar algún tipo de terapia génica en el futuro. Son unos genes que indican la predisposición a la enfermedad y que hay un posible tratamiento”, sostiene.
La última línea de investigación, “con una aplicación más inmediata, en tres o cuatros años”, se basa en la búsqueda de tratamientos neuroprotectores. “Hemos desarrollado un conversor espectral o filtro que transforma la luz dañina (azul) en luz beneficiosa (roja) para implantarlos en gafas terapéuticas o lentes intraoculares”.
En los próximos años, los esfuerzos se centrarán en regenerar las neuronas (células ganglionares o nervio óptico) mediante trasplantes con células madre o el uso de ojos biónicos, implantes con electrodos en la retina. “Los resultados nos animan a seguir investigando, pero aún falta recorrido”, concluye González.
Terapias habituales y tendencias
Las comunes. Gotas (colirios), láser y cirugías son los tratamientos más habituales para frenar la progresión del glaucoma. Esto solo disminuye la presión intraocular porque no es posible aún regenerar el nervio óptico, precisa Pedro Pablo Rodríguez, director de la unidad en el área del Instituto Oftalmológico Fernández-Vega.
Cirugías. Las más usadas son las de tipo filtrante, sea la de esclerectomía profunda no perforante o bien la de trabeculectomía, en casos avanzados, cita.
Técnicas en auge. El doctor Rodríguez dice que la cirugía mínimamente invasiva (MOGS) es ahora tendencia.