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INVERSIÓN

¿Fondos de inversión o acciones?

Los fondos permite más flexibilidad y diferir el impacto fiscal

Tengo un dinerillo, ¿en qué acciones puedo invertir? ¿Es mejor invertir en acciones o en un fondo? Son dos preguntas que surgen con bastante frecuencia en el ámbito de la inversión. Ambos son productos financieros que nos permiten poner nuestro dinero a trabajar para conseguir una rentabilidad. Sin embargo, existen diferencias importantes, desde el punto de vista financiero y también desde el punto de vista fiscal, que conviene valorar antes de tomar una decisión.

Aunque hay que analizar cada caso en particular, podríamos decir que, en general, los fondos de inversión son la opción más eficiente para acceder a los mercados financieros para la mayoría de las personas.

¿Por qué? Los fondos de inversión nos permiten acceder a una gestión profesional, tener una cartera bien diversificada independientemente de la cantidad invertida, acceder a inversiones globales a mejores precios, son un producto con gran liquidez y que, además, tienen la ventaja de que nos permite diferir el impacto fiscal, lo cual nos ayuda en el medio y largo plazo a incrementar la cantidad de dinero que conseguimos acumular para nuestros objetivos.

Además, la inversión en fondos nos permite ir modulando nuestra exposición al riesgo en función de nuestras necesidades a lo largo del tiempo. Una de las opciones para hacer esto es traspasar -sin tributar- nuestro dinero de un fondo a otro con una distribución de activos o exposición al riesgo inferior o mayor. Pero los propios gestores del fondo van incrementando o reduciendo esta exposición o aplican coberturas a la cartera en función del contexto de los mercados financieros.

Por otro lado, el dividendo tiene retención en el momento del pago/cobro, con lo cual, el impacto fiscal a lo largo del tiempo termina siendo mayor que en el caso de los fondos. Los fondos pueden repartir dividendos, aunque en nuestro país no es la opción más habitual, o pueden acumular los dividendos que pagan las acciones de sus carteras, de forma que se incrementa el patrimonio, lo que a largo plazo permite acumular mayores rentabilidades por el efecto del interés compuesto.

La venta de acciones también tiene impacto fiscal y si hay plusvalías pagaremos hoy impuestos, mientras que el dinero invertido en fondos solo tributa cuando el partícipe rescata, independientemente de que el gestor vaya haciendo compraventa de los activos.

El impacto del diferimiento fiscal y del interés compuesto

Por ejemplo, un inversor que tenga 50.000 euros, si lo invierte durante una década, en un fondo de inversión que le dé de media un 6% anual de rentabilidad, al final del periodo tendrá, neto de impuestos, 81.358 euros (suponiendo que rescata todo el dinero en el año 10, aunque, si no lo necesita en ese momento, es más eficiente, fiscal y financieramente mantener el dinero invertido en el fondo).

En cambio, si lo invierte en acciones, como paga todos los años impuestos en el IRPF por los dividendos, (además de los de la venta al final del periodo), aunque entre la revalorización del precio de la acción más los dividendos obtenga la misma rentabilidad media anual que con el fondo, tendrá, neto, 74.492 euros. La diferencia se explica porque el diferimiento fiscal le permite multiplicar el efecto del interés compuesto y así acumular más dinero con el paso del tiempo.

Si en lugar de 10 años, el plazo de inversión fuera de 20 años, con el fondo acumularía -neto de impuestos y rescatando todo de golpe en el mismo año, que es menos eficiente desde el punto de vista fiscal), 136.095 euros, mientras que, con la inversión en acciones, conseguiría, también en neto, 112.692 euros.

Como vemos, el efecto de la rentabilidad compuesta y la fiscalidad del fondo de inversión hacen que con este producto se maximice el beneficio neto, un efecto que se incrementa a mayor plazo y a mayor cantidad invertida.

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