Carlos Ghosn ayuda al 1% a finalizar la década por todo lo alto
Todo el episodio protagonizado por el fugitivo exdirectivo debería avivar el sentimiento contra las élites
El fugitivo Carlos Ghosn ha dado a la década de 2020 un clamoroso comienzo. Tras casi dos décadas disfrutando los frutos del Japón altamente desarrollado, la mayoría del tiempo dirigiendo Nissan Motor, el exejecutivo decidió pasar del sistema judicial del país y organizó una fuga de su arresto domiciliario para huir a Líbano, de donde es ciudadano. Nadie mejor que un hombre que en otro tiempo organizaba fiestas en Versalles para congregar al movimiento antiplutocrático.
El grotesco uso que Ghosn ha hecho de su riqueza pone el broche a una lucrativa racha para los ultrarricos. Durante un periodo de 10 años que comenzó en las ruinas de la crisis financiera y que generó “asiáticos ridículamente ricos” y después una rebaja fiscal del magnate en jefe estadounidense que benefició a los que más ganan, el número de multimillonarios prácticamente se triplicó, hasta alcanzar los 2.200 computados por Forbes a principios de 2019. Las riquezas agregadas de los llamados individuos de patrimonio elevado se inflaron hasta alcanzar los 158 billones de dólares, y ahora equivalen al 44% del total mundial, según cálculos de Credit Suisse.
La huida de la justicia no aparece en las guías de gasto de la élite, pero es la expresión suprema de la riqueza. Poco más de un año después de ser detenido y acusado de delitos financieros, que él niega, Ghosn, por lo visto, ha pagado por salir de Japón. Al hacerlo, evadió la justicia de uno de los países mejor considerados en el índice de percepción de la corrupción confeccionado por Transparency International y fue bien recibido en otro clasificado en el puesto 138º de 180.
El exejecutivo automovilístico, también despedido de la francesa Renault, tenía razón para sentirse herido. Japón condena a más del 99% de los procesados. A Ghosn no se le permitía usar internet ni comunicarse con su mujer. Aun así, su condición como integrante del 1% más privilegiado le permitió pagar una fianza de 9 millones de dólares y caros abogados defensores. Sus acusaciones de “persecución política” no acaban de sostenerse. Ghosn asumía el modo japonés de hacer las cosas cuando le convenía para sus ambiciones.
Todo el episodio debería avivar el sentimiento latente en contra de la élite. Después de todo, hace solo unos años Ghosn alquiló el Grand Trianon, un palacio de Versalles, para una boda y una fiesta de cumpleaños inspiradas en María Antonieta. Es posible que Ghosn, al igual que la reina francesa derrocada por los revolucionarios, acabe convirtiéndose en un símbolo renombrado y definitorio de la desigualdad de su generación.