El futuro de las Dr. Martens, en el aire
La mítica bota se convierte en fenómeno de masas, mientras que Permira vende la compañía, entre críticas de los clientes
A pesar de que se populariza en el Reino Unido, las botas nacieron después de la Segunda Guerra Mundial en Alemania. Uno de los doctores de la Wehrmacht, Klaus Maertens, se lesionó en 1945 cuando esquiaba en los Alpes. A raíz de este percance se dio cuenta de que el calzado que usaba el ejército era demasiado frágil, así que patentó un diseño de suela de aire que diera firmeza a la bota. Empezó a tener aceptación entre los obreros que buscaban un calzado fuerte, y en 1952 se abrió una fábrica en Múnich. Siete años más tarde, la compañía británica Griggs compró la patente. Y ahí, en Reino Unido, como ocurrió con el rock y el fútbol, alcanzó una nueva dimensión internacional.
La familia Griggs, con tradición zapatera desde 1901, decidió reforzar las costuras de la bota, con los características puntadas en hilo amarillo y bautizó como AirWair al sistema de aire de la suela. Además rebautizó la marca cambiando el apellido del doctor por Martens, haciendo que su pronunciación fuera más british. El 1 de abril de 1960 salió la primera bota en el mercado inglés: el modelo 1460, en color granate y ocho agujeros para los cordones. Empezaron a usarla sobre todo profesionales que necesitaban un calzado firme: desde policías a todo tipo de obreros. Los jóvenes también comenzaron a calzarlas, sobre todo los skinheads, a los que siguieron los punks, ska, hardcore, psycobilly, grunge... Y, por supuesto, músicos, actores o modelos, como Kate Moss.
Durante décadas fueron las botas made in england por excelencia, algo que cambió en 2004 cuando los Griggs trasladaron la producción a Asia, una decisión que generó numerosas criticas debido a que los clientes consideraban que la calidad se había resentido. De hecho, en 2007, algunos de sus modelos icónicos volvieron a fabricarse en la planta de Cobbs Lane.
A principios de 2014 dejó de ser una empresa familiar, al ser adquirida por el fondo de capital riesgo Permira, con sede en Londres, por 300 millones de libras (352 millones de euros, al cambio de entonces), incluida la deuda, con un Ebitda de 34 millones de libras. Ahora que ha vuelto a ponerse de moda, con el resurgimiento del movimiento grunge, el calzado con suelas de amortiguación, el fondo espera rentabilizar esta inversión. Los ingresos de la compañía fueron en el último ejercicio de 454 millones de libras (539 millones de euros), el Ebitda alcanzó los 85 millones de libras (101 millones de euros), mientras que la deuda neta se redujo a 16 millones de libras (19 millones de euros). Según Women’s Wear Daily (WWD), Permira pretende que la marca alcance una valoración de 1.200 millones de libras (1.420 millones de euros) en el mercado.
De hecho, la compañía creció un 30% el año pasado, debido al incremento del número de tiendas, ya que abrió 20 locales nuevos, que suman un total de 109 establecimientos repartidos por todo el mundo, y a las ventas online. Aunque, según destaca Breakingviews, internet está siendo una piedra en el zapato del consejero delegado de la compañía, Kenny Wilson, debido a las quejas de los clientes por el mal servicio online y a la discutida calidad de los materiales que se emplean en la fabricación de la mítica bota. En el aire queda si las Dr. Martens seguirán pisando fuerte como hasta ahora.