Sundar Pichai, de no tener nevera a estar en todas las casas
El CEO de Google y ahora también de Alphabet tuvo una vida modesta en India hasta que marchó a EE UU a estudiar
De vivir en una casa sin frigorífico a estar presente en millones de casas del mundo, a veces incluso en sus frigoríficos. La historia de Sundar Pichai (Madurai, Tamil Nadu, India, 1972) es el verdadero sueño americano: un extranjero que consigue una beca para estudiar en EE UU y que acaba convirtiéndose en consejero delegado de una de las mayores empresas del mundo, Google, y ahora también de su matriz/alter ego, Alphabet.
Pichai Sundarararajan –su nombre completo– está casado con su novia de la universidad, Anjali –ingeniera química–, con la que tiene dos hijos: Kiran y Kavya. Juntos viven en una casa de Los Altos Hills (California), la cuarta población con mayor renta media de EE UU, según Bloomberg. Sergey Brin, uno de los cofundadores de Google, es vecino suyo, al igual que Jerry Yang (Yahoo), Gordon Moore (Intel, el de la ley de Moore) o John T. Chambers (Cisco).
En casa de Pichai, acceder a la televisión no es fácil, por lo que verla requiere voluntad. Hace un año contaba Pichai en el New York Times que los fines de semana intenta desconectar de los aparatos, aunque no lo consigue. Su hijo Kiran, de 12 años, no tenía aún un teléfono, pero ya minaba la criptomoneda Ethereum en el ordenador familiar, construido por el propio CEO. A Pichai le preocupa la influencia de las nuevas tecnologías en sus hijos, pero dice que eso siempre ha pasado, y que a los padres de su generación lo que les preocupaba era “la influencia de Elvis Presley”.
Se levanta a las 6:30 o 7 de la mañana, y lee el Wall Street Journal impreso y el NYT online. Desayuna tortilla (para ingerir proteínas: es vegetariano) y una taza de té, siguiendo la tradición anglófila de su país de origen.
No hace ejercicio por la mañana (necesita tiempo para activarse); si puede, lo hace por la tarde. Le encanta andar, pues le ayuda a pensar; a veces hace reuniones en movimiento, y si son estáticas a veces se sale de la habitación y no vuelve hasta que tiene la solución al problema que se estuviera discutiendo.
Aunque Pichai nació en India, ahora tiene la nacionalidad estadounidense. Su madre, Lakshmi, era taquígrafa y su padre, Regunatha, ingeniero eléctrico, tenía una fábrica de componentes eléctricos y trabajaba en el conglomerado británico de electrónica e ingeniería GEC –luego renombrado y absorbido por otros grupos–. Regunatha Pichai cree que eso fomentó la vocación de su hijo por la tecnología.
Sundar creció en un apartamento de dos habitaciones en Chennai. Antes conocida como Madrás, es la cuarta ciudad más grande de India y tiene ahora 10 millones de habitantes. “Era una vida simple, muy bonita en comparación con el mundo actual”, recordaba en el NYT. “Vivíamos en una casa modesta, que compartíamos con inquilinos. Dormíamos en el suelo del salón. La sequía nos generaba ansiedad: incluso ahora tengo que dormir con una botella de agua al lado. Tardamos en tener un frigorífico. Tenía mucho tiempo para leer; a Dickens, por ejemplo. Con los amigos, el críquet [era capitán del equipo del instituto] y la lectura, no sentía que me faltara de nada.” Sus otras aficiones son dibujar, jugar al ajedrez y ver fútbol –es seguidor del Barcelona–.
Su padre tuvo que ahorrar tres años para comprar una escúter, pero se aseguró de que sus hijos tuvieran la mejor educación posible. Pichai, que desde pequeño ya tenía una gran memoria para los números, se graduó en ingeniería metalúrgica en el prestigioso Instituto Indio de Tecnología de Kharagpur y consiguió una beca para estudiar en EE UU. El padre, de nuevo, tuvo que dedicar más de un sueldo anual para pagarle el viaje.
El nuevo CEO de Alphabet hizo un máster en Ciencia e Ingeniería de Materiales en Stanford (California) y un MBA en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, donde recibió sendas gratificaciones por sus notas. Acostumbrado a tener acceso solo puntual a un ordenador en India, le fascinó disponer de ellos todo el tiempo en EE UU.
Su formación es, por tanto, más de hardware que de software, y de hecho así empezó su carrera profesional, con breves etapas en la empresa de semiconductores Applied Materials y la consultora McKinsey –con clientes del mismo ramo–. Pero pronto pasó a los programas, al incorporarse a Google en 2004. Participó en el lanzamiento de varios productos, especialmente el buscador Google Chrome.
Mientras le cortejaban otras empresas del sector, fue incorporando a sus responsabilidades más marcas, como Android, hasta que en 2014 le nombraron jefe de producto, y en 2015, CEO, al tiempo que nacía el holding matriz Alphabet, en cuyo consejo está desde 2017. El año pasado, Pichai cobró 1.900 millones de dólares, de los cuales 650.000 correspondieron a su salario base.
Dicen de él que tiene un temperamento equilibrado, diplomático y suave –difícilmente habría llegado tan alto en la empresa de otra manera, sin ser fundador–. Con esa actitud ha manejado conflictos como el despido, en 2017, de un empleado que había escrito que en la compañía había menos mujeres porque tienen menos interés en el software que los hombres, y no por discriminación. La empresa también se enfrenta a acusaciones de acoso sexual y de encubrimiento.
Luego están las críticas por asumir la censura política de China, pero al mismo tiempo se les pide que censuren en YouTube contenidos que niegan el cambio climático o la conveniencia de las vacunas. Él aduce que el derecho al olvido de la Unión Europea también es una forma de censura.
Él, con todo, mantiene su sonrisa y su optimismo en torno a la tecnología, aunque, como reconoce, no resuelva los problemas de la humanidad.
Sus ocupaciones
Sundar Pichai fue miembro del consejo de administración de Jive Software –software de comunicación intraempresarial– entre 2011 y 2013, y está en el de Magic Leap –pantallas de imágenes superpuestas en la visión– desde 2015.
Ahora estará al mando de las variadas apuestas de inversión de los fundadores de Google, Larry Page y Sergey Brin, como Waymo, de vehículos autónomos.