La OPV de Aramco excava aún más en el hoyo petrolífero saudí
Es posible que Riad dedique más esfuerzos a garantizar la máxima producción de crudo para mantener la cotización
Saudi Aramco ha llevado a cabo por fin su oferta pública de venta de 25.600 millones de dólares. ¿Hora de festejar en Riad? Probablemente no, porque la mayor salida a Bolsa del mundo ha logrado en cierto modo lo contrario de lo que se proponía.
El gigante petrolero cotiza en lo más alto de su rango a una valoración de 1,7 billones de dólares, lo cual da al príncipe heredero, Mohamed Bin Salmán un poco más de dinero que derivar hacia el Fondo de Inversión Pública, a través del cual el reino espera diversificar su economía y alejarse de su dependencia del petróleo. De ese modo recupera un poco el orgullo perdido al abandonar los planes de hacer la OPV a una valoración de 2 billones de dólares, y al vender solo un 1,5% en la Bolsa local en lugar del 5% previamente propuesto.
Un precio alto podría haber sido bueno sin matices si Arabia Saudí hubiera podido vender una gran parte de Aramco a inversores extranjeros. Pero solo una parte de la oferta ha terminado vendiéndose a personas que no fueran saudíes, y es probable que algunos de ellos fueran fondos de inversión de los vecinos Kuwait y Abu Dábi.
Aunque Aramco no detalló el reparto cuando anunció su precio el jueves, los no saudíes representaban el 10% de la demanda institucional una semana antes, y algo más que eso en el balance final, según una fuente cercana.
Había muchas razones para que dudaran, desde el pobre historial de derechos humanos de Arabia Saudí hasta el hecho de que es poco probable que Aramco valga más de 1,6 billones de dólares, como hemos argumentado aquí en numerosas ocasiones.
Eso deja al príncipe heredero en una posición lejos de ser ideal. Por ejemplo, sugiere que Arabia Saudí no puede contar con una reacción extática si decide privatizar parcialmente otros activos industriales en el futuro.
Y lo que es más importante, convierte las acciones de Aramco en una patata caliente política. Una cosa es que los inversores institucionales se vean afectados por la caída del precio de las acciones de Aramco, y otra cosa es que los clientes minoristas que han comprado un tercio de las acciones –muchos de ellos financiados con préstamos de bancos locales– sufran un destino similar.
Con la riqueza de los ciudadanos atada a una inversión cuya valoración fluctúa públicamente minuto a minuto, Arabia Saudí podría dedicar aún más esfuerzos a garantizar la máxima producción de petróleo, en lugar de mejorar la salud del mercado en general. En ese caso, la salida a Bolsa de Aramco no estará un paso más lejos de la dependencia de los combustibles fósiles, sino uno más cerca.
Los autores son columnistas de Reuters Breakingviews. Las opiniones son suyas. La traducción, de Carlos Gómez Abajo, es responsabilidad de CincoDías